La casa del bosque

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Ella parece no haberse dado cuenta que la he reconocido o simplemente no le importa, porque me toma de las piernas y me arrastra nuevamente, esta vez hasta un lugar fijo, que es el interior de la casa. Me sorprende su fuerza, pues en un principio creía que un hombre recio era el desconocido. Pero no, estoy segura que ella es o es que estoy flipando.

Ya estoy dentro. Danielle cierra la puerta y me deja tirada en el piso de madera de la habitación que supongo que hace de sala.  Intento levantarme pero me percato que mis piernas también están atadas. Me muevo arrastrándome para echar una mirada a la habitación. Veo sofás, una mesa, una cómoda y trastos tirados al costado de las paredes. Hay algunas sillas llenas de polvo; en realidad todos los objetos parecen estar llenos de polvo: bolsas, herramientas tiradas, discos antiguos, revistas con las hojas agujereadas; pues, como he dicho, nadie ha habitado la casa hasta ahora desde hace mucho tiempo. No sé si la casa es de Danielle o de alguna otra persona. Trato de aguzar el oído para saber si hay otras personas. No oigo nada, salvo pasos en la planta superior, que me imagino que son de ella. Algo busca la zorra. Espero que no sean armas. Eso me alarma nuevamente y casi pierdo el control de mí misma. Las lágrimas se agolpan en mis ojos y mi cuerpo empieza a temblar con violencia. Trato de calmarme. Ella es mi amiga, la conozco desde octavo grado. ¿Por qué querría matarme? Hay algo que no cuadra en mi mente, y descubro que no puedo recordar cómo es que he llegado hasta aquí. ¿Qué hacía antes de caer inconsciente?

Estoy pensando en eso cuando oigo pasos apresurados en la escalera. La veo venir con un hacha. Está loca como una cabra. Su rostro me es casi irreconocible, con los ojos llenos de odio y el ceño fruncido. Se detiene a dos metros de mí. Se tranquiliza un poco, mira el hacha que lleva en las manos y sonríe malignamente. Yo simplemente no puedo dar crédito lo que ven mis ojos. Hace unos segundos parecía poseída por el mismo diablo. Ahora que ha recuperado la compostura, reconozco sus rasgos faciales que tan familiares me son. Sé además que es ahora o nunca que debo pedirle explicaciones.

Intento hablar pero la voz me falla nuevamente. El hacha me intimida. Ella sigue mirándome, algo indecisa.

-Danielle, por favor -balbuceo-, ¿por qué?

Mala idea en abrir la boca. Su rostro se enrojece y una mueca de maldad aparece en él.

-Maldita puta -dice lentamente, como si saborease cada sílaba de la frase.

-¡No! -exclamo- ¡Espera! ¿Qué te hice?

-¡Cállate, perra! -grita con odio-. ¡Cállate, cállate, cállate! -no puede continuar y rompe en llanto.

Trato de levantarme con dificultad pero no puedo. La soga me aprieta los tobillos y a lo más puedo estar de rodillas, así que me quedo en esa posición. Ella sigue llorando, pero en cuestión de menos de un segundo, levanta el hacha, se acerca un metro más y me da con todas sus fuerzas en la cabeza. El peor dolor que jamás he sentido me arroja al piso. Veo un charco de sangre que se forma alrededor de mi cabeza, mientras ella sigue gritando como una maniática y se prepara para darme otro golpe con el hacha, que espero que no sea en la cabeza. Quiero vivir un poco más.

Mi amiga me secuestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora