Capítulo 3: Sábado por la noche

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—Time, sometimes the time just slips away... and your left with yesterday left with the memories.

—¿Cuántas veces puede soportar ver la misma película?

—Mmm... quatre.

—Qué... o sea no, Louis, es una pregunta retórica. Deberíamos hacer algo, creo que justo en este momento es donde intervenimos. Ya han pasado dos semanas, Oliver ni siquiera vale tanto. Además, la Lucy deprimida es peor que la Lucy positiva. Es desordenada, más chillona de lo usual y se come toda la comida sin rellenar de nuevo.

—No sé, a mi agradar la Lucy deprimida, no meterse en mis asuntos y no andar por ahí desprendiendo amor con una sonrisa boba que aterrarme, pero compañera entrometida tener razón. ¡Suerte! —comentó Louis mientras se acomodaba una chaqueta de cuero negra, delante del espejo.

—Espera... ¿A dónde vas?

—Ser sábado por la noche, no esperar que me quede a ver tan lamentable escena —respondió señalando en dirección a Lucy con cara de repulsión, para luego arreglar el flequillo de su cabello azabache—. Adieu —exclamó con elegancia y mucho cinismo cerrando la puerta detrás de ella.

Louis, cual su belleza igualaba a la de una muñeca Barbie, de esas de colección limitada y deslumbrante, de las que podrías pasarte horas simplemente contemplando por gusto. Ella habitaba un mundo aparte del bullicioso departamento de Queens. Su personalidad enigmática y su origen misterioso la envolvían en un aura de secretos insondables; su piel era de un tono blanco pálido y suave al tacto, su altura resaltaba su figura delgada pero prominente que sugería una elegancia natural, el cabello azabache que caía en ondas hasta los hombres acompañado de un frequillo, enmarcando su rostro y su ojos de un intenzo color azul.

—No hay nadie más para mi y no quiero a nadie más...

—Lu, basta con eso de auto compadecerse —le reprochó Sarah parada delante de la TV— ¿Por qué no salimos? Es sábado por la noche, somos dos chicas solteras, jóvenes y sexys. La suerte está a nuestro favor —argumentó con entusiasmo tratando de animar a su amiga.

—No creo... estar lista aún Sarah, sólo han pasado dos semanas
—repuso, haciendo un puchero melancólico mientras llevaba una cucharada de helado a la boca.

—Sabes, puede que tengas razón, pero tengo una idea que te hará liberarte de ataduras.

—¡Iremos a Disneyland!

—S-Si... Espera, no. ¿Por qué alguien querría ir a Disneyland a pasar una ruptura amorosa?

—¡Bueno, dicen que es el lugar más feliz de la tierra! —exclamó en un tono de voz templado y lleno de sinceridad.

—Lucy te adoro cariño, pero eres sumamente ingenua —alegó su compañera soltando un suspiro ahogado—. Solo sígueme, haremos limpieza de sábado por la noche.

—Oh, eso suena genial, ¿por qué parte de la casa quieres que comience?

—¡Por todo lo qué te recuerde a ese bastardo!

Lucy, no suele ser la mejor a la hora de confrontar sus problemas. Odia tanto las confrontaciones que ni siquiera pudo reprocharle a su madre aquella vez que desapareció por tres años para ir detrás de un hombre, cuando ella era apenas una adolescente y luego volver a reaparecer en su vida como si nada, cuando aquella relación resultó ser todo un fiasco. Aunque el resultado no fue una novedad.

A duras penas podía lidiar con lo ocurrido en estas semanas. Aún no aceptaba el hecho de que había vivido engañada los últimos dos años y medio. Sin embargo, la idea de qué tal vez Oliver tuvo un motivo lo suficientemente grande para engañarla, en estos años, rondaba su cabeza con desespero, se aferraba a ello aunque justificarlo fuera doloroso. Lucy pensaba que quizás había un "¿por qué?" detrás de las cosas, y si las películas e historias de romance le han enseñado algo; es que siempre se debe cuestionar los hechos ya que probablemente habrá algo importante que llevó a esa persona a cometer tan bárbaro error.

La Cenicienta de Queens (Por Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora