Primera Luz

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Dakota había hecho todo lo que estuvo a su alcance para criar al pequeño Louis, un tierno bebé que habían dejado en la puerta de su casa. Le perturbaba la mente la carta que había llegado junto a él. 

No, no lo habían dejado allí aleatoriamente y tampoco porque no tenían dinero para cuidarlo. Se lo habían dado por miedo, miedo por le futuro de la pequeña criatura. Dakota ya era mayor cuando lo recibió y la firma de la carta le había hecho temblar. Había huido de ese nombre por años y ahora estaba nuevamente atada a él, y sabía que si quería que la dejaran en paz de una vez, debía cumplir la orden de su superior; el padre de la criatura. 

Sabía donde vivía y podría haber ido al instante a devolverlo como a un objeto reembolsable. Louis en ese entonces tenía apenas unos meses y Dakota supo desde ese instante que la vida del pobre niño iba a ser un infierno en el futuro. Ella, iba a encargarse de entrenarlo.

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20 años después


Louis se sobó los ojos adormilado, eran las seis de la mañana y ya estaba en pie recién bañado, aunque agotado por el día anterior. Dakota le había hecho entrenar sin parar durante cuatro horas y tenía los músculos doloridos.

De todas formas, ya estaba pronto para marchar. Prefería entrenar otras cuatro horas más antes de que empezar la rutina de su vida fuera del apartamento.

-¿No piensas desayunar, cielo?- Le preguntó Dakota en la barra de la cocina, dando por aludido que sí, ya que le servía un café negro.

-Si, Daka. Tomaré un café antes de marchar.

Se sentó en silencio en la barra tomando su desayuno. Dakota le dejó las llaves junto a su pan tostado.

-Ya le arreglaron las ruedas, Louis. La próxima vez serán dos horas de puntería y te haré correr el puente tres veces sin protección.

Louis quiso rodar los ojos, pero sabía que eso le costaría un desgaste fisico más tarde y ya estaba lo suficientemente adolorido.

La bocina del auto de Zayn sonó fuera del apartamento y Dakota dejó soltar un gruñido, ese que hacía siempre que Zayn pensaba que el resto del barrio no dormía.

Tomó las llaves y la mochila mientras masticaba un trozo de manzana.

-Louis, llevas la pistola contigo, ¿verdad?-Le preguntó mientras abría la puerta para él. La pregunta era de rutina, se la había hecho durante sus veinte años de vida, todos los días. De todas formas, siempre lo miraba fijo mientras se mordía el labio. Era bella a pesar de su edad, rozaba los cuarenta años y tenía una complexión física muy admirable, la había visto en acción y era extremadamente ágil, la admiraba.

-Si, mamá.-Respondió, un poco perdido en sus pensamientos. Apretó los labios y se corrigió.- Daka. Si, Daka.

Dakota le dio un beso y le dejó marchar, ella no le permitía que le dijese madre porque no lo era, lo había dejado claro desde el primer día aunque nunca le había hablado de sus verdaderas raíces familiares, Louis no preguntaba y lo prefería así. Siempre le había querido como a un hijo y lo amaba con cada parte de su ser, pero le gustaba poner las cosas en su lugar y respetar el puesto de cada uno. Tenía instrucciones básicas: Entrenar a Louis hasta que fuesen a buscarlo. Lo había hecho día y noche, sabía que estaba preparado. Tenía miedo, porque sabía que en cualquier momento vendrían por él, ya era bastante mayor.

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Al salir por la puerta se sentía diferente, como si cambiase de mascarón. Carl, su guardaespaldas, caminaba detrás de él en silencio, algo no muy típico de él.

Cuando Las Luces Se Apagan// Larry//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora