En medio de nuestra magnitud, una esfera gigante que refleja un mundo lleno de vitalidad y abundancia, lleno de amplios bosques, manglares, sabanas y todo lo que el urebbiano quiere para sí también, nos lleva cada vez más a lo que algún día yo de igual forma esperé tener.Camino por el piso inerte y rústico y cuando más me acerco a la esfera, voy pasando de pisar una superficie baldía a una fértil y equilibrada.
Entro al bosque y en el camino me detengo a tomar un poco de agua de un pequeño foso, saboreando sus nutrientes. Con la vitalidad que me ofrece, empiezo a correr dejando el susurro de los árboles detrás en cada milisegundo. Nunca en los diez mil años de la creación de nuestro planeta había existido esto, tanta vida, tantos recursos juntos. Aún así hubiésemos podido seguir existiendo por nuestros propios medios, si la falla nunca hubiera pasado.
Cuando llego a la grande esfera me siento de cerca sobre un tronco hueco para analizarla como lo hago seguido. Es casi indestructible, ni con todos los armamentos los humanos pudieron acabar con ella.
La tierra es un mundo, un mundo que nos triplica en población y que no merece que le absorbamos su vida, por lo que, dándole la espalda a mi planeta, me he puesto del lado del capitán Jank y de su misión, que abordó Urebbba, en un acto suicida, sin saber siquiera lo que encontrarían dentro de lo que ellos ven como un contraste de grises, para destruir la placa y deshacer la esfera, devolviéndole todo lo maravilloso a su mundo. Si lo logramos, yo y los míos tendremos la oportunidad de vivir en la Tierra. Tomé la decisión de apoyar una causa que no debe ser mía y aún sabiendo sus modos de actuar, por el anhelo, sentimiento que nunca había experimentado, que me causa el tener una vida en la Tierra.
Al cabo de lo que calculo fue una hora, me pongo de pie y avanzo de vuelta, desviándome esta vez hasta aquel río a unos metros.
Me desnudo y me adentro al agua hasta sumergirme, dejando que el agua me atraiga hasta el fondo y manteniéndome en una posición siddhasana por horas.
Los urebbianos conocemos todo de los terrestres, tanto que no lo podrían ni creer. Tenemos habilidades y un nivel intelectual que ellos no poseen. La aparición tan rápida de vida y nuestra facilidad de adaptación nos hizo llegar a un punto supremo de desarrollo de la tecnología. A parte de nuestra Ikali, tenemos veinticuatro satélites artificiales que, a simple vista para los humanos son inexistentes. Hemos creado los rascacielos más altos, los aparatos tecnológicos más inteligentes, las naves espaciales más modernas, cohetes y esa gran placa metálica que absorbe toda su vida a este planeta. Por eso necesitaban ayuda de alguno de nosotros, y yo se las di.
Salgo del agua y veo como dos urebbianos, una chica y un chico, que no recuerdo conocer, se desnudan en ese momento para sumergirse.
Me visto rápidamente y mientras sacudo mi cabello húmedo, empiezo a correr hacia el campamento del capitán Jank, desapareciendo a mitad de camino y haciendo acto de presencia en el lugar, un segundo después.
Al primero que noto es al segundo al mando, Nelson Chen, quien me pasa uno de sus cascos tácticos con gafas para evitar la arena de las dunas y me informa que el capitán Jank se ha adentrado a la magnitud del desierto del viento para ajustar los últimos detalles de la nave espacial que nos llevará a la Tierra cuando todo se termine. Se ha llevado a la mitad del grupo y me hace saber que me necesitarán más que nunca para lograr el objetivo, que es terminar el cohete, que en su defecto, es un arma nuclear al estilo urebbiano, con radiación artificial nunca vista por un terrestre y que además de destruir una placa del tamaño de su atmósfera, tiene que cuidar de causar la menor cantidad de daños posibles. Fácil.
Lo escucho dar instrucciones y me incumbo, corrigiéndole y ordenándole lo correspondiente a los soldados que llevan poco más de veinte años aquí, sin contar el tiempo de casi un año que les costó llegar, con autoridad. Los noto dudar, antes de seguir mis instrucciones y pretender saber que ya lo sabían. Me uno a ellos y soy plenamente consciente de que es imposible no causar estragos si queremos detener la absorción lo antes posible, no obstante, no es que tengamos otra opción. Conozco con anticipación los movimientos de los altos mandos urebbianos, no es que nos sobre el tiempo.
Al quedar satisfecho con lo que hacen, me dirijo con Chen hacia el apartado donde él y el capitán Jank duermen y hablamos sobre los pros y contra de esta misión sin que nadie nos escuche. Al terminar, camino de vuelta hacia los soldados para asegurarme de lo que han hecho y caminando un tramo de regreso, antes de pretender desaparecer, percibo un teléfono celular entre la arena. Declino la idea de que sea de un urebbiano al ver el modelo y me inclino para tomarlo. Lo reviso y noto que es de uno de los soldados, instalado para tener comunicación con la tierra y más adelante, me doy cuenta de quien es en especial. Lo guardo en mi abrigo, verificando no ser el foco de atención de nadie y desaparezco.
Llego a mi hogar, una estructura de metal y al instante estoy saludando a mi oxuna, que vendría siendo una familia, antes de encerrarme en mi runej, lugar donde descanso.
Me acuesto en mi cama de metal y saco el celular del bolsillo de mi chaqueta. Vuelvo a ver el fondo de pantalla, es el capitán Jank con una humana. El cabello de ésta es tan rubio que parece que resplandece como el sol y sus ojos celestes como el cielo. Es como un ángel de aquellos libros de dibujos que leía a mis cuarenta años.
Tiene clave, pero eso no es para nada un impedimento para que lo desbloquee.
Un mensaje llega al tiempo que lo siento vibrar y en un recuadro en la parte posterior se lee: "Mi Hann". Pienso si entrar o no, la única razón por la que me lo he traído es por si notifican noticias de algún tipo.
Decido hacerlo y leo lo que le ha llegado:
—Hola, padre. Hay mucho que contarte. Maté a uno de los otros y Los Rosales está siendo absorbido. La gente se está empezando a ir del condominio, pero esperaré junto a la abuela a que lo resuelvas. Besos, Hanna.
Intuyo que con los otros se refiere a nosotros. Entro a su perfil y veo la misma foto del fondo de pantalla del capitán. El ángel es su hija.
Leo rápidamente las conversaciones que han tenido y veo que le ha hablado de un urebbiano que está de su lado.
Me lo pienso y escribo:
—Hola, soy Zio.
ESTÁS LEYENDO
Absorción | Disponible en Amazon
Science Fiction•R E L A T O• Pensaron que era el planeta más cercano y diferente, con un contraste de grises que nunca albergaría una vida siquiera en algún momento y resultó ser el más parecido y lejano, con ojos que son su propia luna que les refleja las luces m...