Aún cuando la parte principal de este libro tratará de las formas malignas del instinto destructor, deseo estudiar primero algunas otras formas de violencia. No es que me proponga tratarlas de un modo exhaustivo, pero creo que tratar las manifestaciones menos patologícas de la violencia puede ser útil para el conocimiento de las formas de destructividad gravemente patologícas y malignas. La distinción entre diferentes tipos de violencia se basa en la distinción entre sus respectivas motivaciones inconsciente de la conducta nos permite conocer la conducta misma, sus raíces, su desarrollo y la energía de que está cargada.
La forma de violencia más normal y no patológica es la violencia juguetona o lúdica. La encontramos en las formas en que la violencia se ejercita para ostentar destreza, no para destruir, y no es motivada por odio ni impulso destructor. Pueden encontrarse en muchos casos ejemplos de esta violencia lúdica: desde los juegos guerreros de tribus primitivas hasta el arte de la esgrima del budista Zen. En todos esos juegos de combate la finalidad no es matar; aún cuando el resultado sea la muerte del adversario, la culpa es, por así decirlo, del adversario, por haberse" puesto en el lugar indebido". Naturalmente si hablamos de la ausencia de deseo de destruir el la violencia lúdica, esto se refiere únicamente al tipo ideal de dichos juegos. En realidad se encontraría con frecuencia agresión e impulso destructor inconscientes ocultos detrás de la lógica explícita del juego. Pero aún así, la motivación principal en este tipo de violencia es el despliegue de destreza, no la destructividad.
De importancia práctica mucho mayor que la violencia lúdica es la violencia reactiva. Entiendo por violencia reactiva la que se emplea en la defensa de la vida, de la libertad, de la dignidad, de la propiedad ya sean las de uno o las de otros. Tiene sus raíces en el miedo, y por esta razón probablemente es la forma más frecuente de violencia; el miedo puede ser real o imaginario, consiente o inconsciente. Este tipo de violencia está al servicio de la vida, no de la muerte; su finalidad es la conservación, no la destrucción. No es por completo resultado de pasiones irracionales, sino hasta cierto punto de cálculo racional; de ahí que implique también cierta proporcionalidad entre fin y medios. De ha dicho que desde un plano espiritual superior el matar - aún para defenderse- nunca es moralmente bueno. Pero la mayor parte de los que sustentan esa convicción admiten que la violencia es defensa de la vida es de diferente naturaleza que la violencia que tiende a destruir por el gusto de la destrucción.
Con mucha frecuencia, la sensación de estar amenazado y la violencia reactiva resultante no se basan en la realidad, sino en la manipulación de la mente humana; los jefes políticos y tel persuaden a sus partidarios de que están amenazados por un enemigo , y así provocan la respuesta subjetiva de hostilidad reactiva. De ahí que la distinción entre guerras justas y guerras injustas, sustentada por gobiernos capitalistas y comunistas lo mismo que por la iglesia católica romana, sea distinción muy discutible, ya que habitualmente cada parte consigue éxito al presentar su posición como defensa contra un ataque. Difícilmente habrá un caso de guerra agresiva que no pueda disfrazarse de defensa. El problema relativo a quien alegó justamente la defensa suelen resolverlo los vendedores, y , ocasiones, solo mucho más tarde historiadores más objetivos. La tendencia a fingir que una guerra es defensiva , revela dos cosas. En primer lugar, que la mayoría de la gente, por lo menos en los países más civilizados, no puede ser inducida a matar y a morir si primero no sé la convence de que lo hacen para defender sus vidas y su libertad; en segundo lugar, revela que no es difícil persuadir a millones de individuos de que están en peligro de ser atacados y que, en consecuencia, se acude a ellos para que se defiendan. Esa persuasión depende sobre todo de la falta de pensamiento y sentimiento independientes, y de la dependencia emocional de la inmensa mayoría de la gente respecto de sus líderes políticos. Siempre que exista esa dependencia, se aceptará como real cualquier cosa que se exponga con fuerza y persuasión. Los resultados psicológicos de la aceptación de la creencia en una amenaza, y amenaza real. La gente se siente amenazada, y para defenderse está dispuesta a matar y destruir. En el caso de ilusiones paranoides de persecución, encontramos el mismo mecanismo, pero no en grupos , sino en individuos. En los dos casos , la persona se siente subjetivamente en peligro y reacciona agresivamente.
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El corazón del Hombre -Erich Fromm
RandomErich Fromm recoje alguna de las ideas expuestas en sus obras anteriores para desarrollarlas de forma más profunda , al tiempo que pone de relieve la vigencia de los descubrimientos freudianos más importantes , como el complejo de Edipo , el narsism...