Aquella mañana dejé sobre la cama de mi madre una nota escrita a mano, junto con la firma de "Tu querido hijo, Kim Taehyung", explicándole que me iré porque no nací para ahogarme en este pequeño pueblo lleno de limitaciones para aquellas almas perdidas. Tomé unas cuantas cosas necesarias y partí a nuevos rumbos. Rumbos en donde encuentre a las flores más hermosas que nunca marchitaran. Flores únicas, flores exóticas con los aromas más dulces del mundo. Flores casi inexistentes para el resto que me cuenten cuantas veces han sido regaladas a la amada prohibida del príncipe. Que lleguen a mostrarme el como la vida imita al arte y que ellas son las protagonistas del mundo.
Busque una razón de ser en aquellos suaves pétalos que contaban un sin fin de historias.
Mis flores de casa solían contarme lo hermoso que era ser arrancadas de su tallo para ser obsequiadas. Me platicaban durante todas las mañanas junto a mi taza de té a medio tomar. Me cuestionaba si ellas se enriquecían de mi existencia o yo de la suya. Durante varias charlas me dejaron saber que si me mantenía en aquel cuarto pequeño con dibujos raros y un escritorio desordenado no obtendría la respuesta al por que de mi vida.
Las flores trataban de convencer sobre que he nacido para recogerlas por todo el mundo a lo largo de mi vida. Consiguiendo su cometido decidí marcharme.
Opte por ir en muchos transportes con destinos interminables. Cada viaje se volvía una eternidad, algo muy molesto sin duda. Pero sin retirar aquella motivación por completar con mi colección de flores. Muchas veces las flores me encontraron a mi en vez de yo a ellas. Me recibieron cálidamente con aromas frescos. Me invitaron a ser parte de ellas junto con el viento y el despejado cielo. Los girasoles con sus pétalos cubrían mi rostro del sol y los dientes de león tomaban mi mano. Las amapolas me hicieron unas cuantas burlas inocentes y se ofrecieron a ser mis amigas. El cielo me permitió llevarme sus flores siempre y cuando les permita florecer de la mejor manera.
Con cuidado voy llevando por todo el mundo aquel recado tan importante que el cielo me encargó. Cargando una curiosidad incesante de cómo será el final de la odisea ¿Conseguiría volver a casa pronto con todas las flores del mundo?
Aunque todo haya sido eterno y el bus sin fin me haya llevado hasta el otro extremo del planeta... el cielo me seguía, asegurándose de que sus flores sean cuidadas correctamente. Le sonreía muchas veces en muestra de que todo esta bien. Era muy notorio que su flor favorita era yo y que solo me seguía a mi. El cielo realmente esperaba que algún día crezca de la manera correcta.
Desde muy pequeño, me cuido en todo momento acompañándome durante mi brote.
El cielo fue testigo de mi viaje en busca de tal vez las flores más lindas o de aquella alma floral mía. Al final entendí que todo este tiempo estuve buscando algo que ya tenía, estaba recogiendo algo que ya me pertenecía. Sin embargo, al haber conseguido lo que anhelaba, no había obtenido el final que me había planteado años atrás. No había sido el "feliz para siempre" que busca durante mi odisea.
La vida misma me dejo a la deriva al final del camino y el cielo se cubrió de nubes oscuras desapareciendo. La nubes se unieron mientras lloraban sobre mi, ahogando a las flores junto conmigo.
Así es como de nuevo estaba ahí, en aquel pequeño pueblo irrelevante, lleno de complejos donde habitaban solo cuerpos inertes que existían a base de una vida protocolaria...
Y para completar, mi regreso a aquel pueblo tan característico por ser parte de ella, ya no era más así. No estaba en la cocina preparando la tarta de piña que solía deleitar mi padre todos los fines de semana. El aroma de canela y manzana se había desvanecido y las flores de casa habían marchitado. Mi cama ya no estaba tendida como de costumbre y la silla de madera en el patio se encontraba desocupada sin el libro que solía leer repetidas veces durante el verano acerca de un viaje a la luna.