Capítulo I

210 26 15
                                    

Erick.

Vivíamos los tres, éramos mi mamá, mi hermano y yo. Tal vez pregunten por mi papá y la verdad es que yo también me pregunto por él. Al igual que tú que estás leyendo esto, no tengo la menor idea de quién sea, pero como cualquier persona me da curiosidad saber acerca de él.

Tenía 16 años de edad, este mismo año acababa el colegio y necesitaba buscarle un sentido a mi vida, me gustaba salir con mis amigos e ir a fiestas, pero de eso no se puede vivir. Tenía la necesidad de saber qué era lo que el destino quería para mí, pero el problema era que estaba ansioso por saberlo, demasiado ansioso para algo por lo que no estaba preparado.

Mi madre como siempre tan trabajadora y empeñosa, siempre cuidó de nosotros. Sola, por sus medios y esfuerzo, salió adelante, estudió y consiguió un trabajo con respecto a su profesión. La verdad que ser maestro en este país es poco remunerado, pero mi madre hacía milagros con el dinero, siempre nos consentía con una salida al cine, a un restaurante o a comer helados.

La otra cara de la moneda era mi hermano, Rodrigo, una persona totalmente alegre y sarcástica, pero como todos tenía defectos que supimos llevar como una familia.

Yo, estaba totalmente confundido, quería saber la verdad. Mi madre nunca quiso conversar conmigo sobre mi padre, eso me causaba más curiosidad. Traté de evitar querer saber de él, hasta lo di por muerto, pero sabía que no lo estaba. Lo único que sabía de él, era su nombre, escrito en una foto mía de bebé. La foto era antigua, en blanco y negro, dañada, pero en la parte de atrás se podía alcanzar a leer el nombre de "Gustavo Rocarey Iglesias". Esa foto siempre la llevaba conmigo a todos lados, dentro de mi vieja billetera negra. Como cualquier hijo abandonado, tenía un rechazo y cierto odio hacia él, cada día me preguntaba porqué se marchó, si llegué a importarle o no, pero esas preguntas se respondían solas.

Estaba pensando en la carrera que iba a escoger, pero aún tenía muchas dudas, lo que si sabía que quería era acabar el colegio de una vez. "En la universidad la vida es distinta" me decían todos mis amigos y familiares, en realidad no lo veía fuera de lo común, tal vez lo decían porque justo es la edad en que las personas encuentran cierta libertad, un grado más de independencia y más responsabilidad, pero con una niñez y adolescencia en la cual tuve que ser empleado de casa, trabajar para conguir dinero para el hogar e incluso pedir limosna, nada podía sorprenderme.

Llevar el dinero a la casa, me hacía sentir bien y me hacía sentir mayor, pero todos se arrepienten de eso y dicen "cuánto daría por volver a ser un niño otra vez", "quisiera ser niño de nuevo y no tener problemas". La verdad nunca quisiera ser niño de nuevo, una infancia terrible que marcó completamente mi vida, me hizo entender lo cruel que es el mundo y que si no sales a tragarte a los demás, terminan por hundirte.

En el colegio tenía un grupo de amigos con los cuales siempre salía, ibamos a fiestas o discotecas y siempre la pasábamos bien. Ellos no sabían mucho de mi, a pesar de conocerlos más de 5 años, yo siempre me consideré una persona muy reservada y cuando tenía problemas los solucionaba hablando con una persona en especial, y esa persona era yo, sentía que nadie podía conocerse más que uno mismo, así que yo debía tener la respuesta a mis problemas.

A penas salí de vacaciones a mitad de año, decidí hacer lo que se me antoje. En las vacaciones salía sin decir nada a nadie, sin comentar a donde iba a ir o a qué hora iba a regresar. Estuve en una etapa de rebeldía total, que es díficil de aceptar, pero yo me daba cuenta de eso. Creo que nunca había disfrutado antes de la vida como lo estaba haciendo en ese momento, a pesar de que las vacaciones solo me durarían 2 semanas. Algo de lo que estaba orgulloso era que me consideraba el más sano es decir que no fumaba, ni consumía drogas y solo de vez en cuando tomaba. Las personas me preguntaban constantemente si fumaba o si quería drogarme y siempre decía que no. Nunca me llamó la atención, no sé la razón, pero me hacía sentir bien, como si fuese uno de los pocos chicos de mi edad que no lo hicieran.

HeroínaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora