Capítulo 27: Una extraña visita.

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ISAURA

El camino a casa fue en silencio, ambos parecíamos concentrados en nuestros pensamientos. Dayan aparcó fuera, algo raro ya que normalmente lo dejaba dentro.

Salí del coche y una sensación rara me recorrió el cuerpo, era como si supiera que iba a pasar algo. Todo estaba demasiado silencioso, no se oía ni un pájaro, ni ningún grillo, nada. Dayan también pareció notarlo ya que bajó del coche mirando hacia todos los lados.

Entramos en la gran casa rápidamente, fuimos encendiendo las luces según íbamos pasando por las habitaciones hasta llegar a la de Dayan. Él se tiró en la cama con aspecto cansado y yo me senté a su lado, solo quería quitarme los zapatos.

Me masajeaba la planta de los pies cuando Dayan se colocó de rodillas en la cama y me apartaba el pelo de la espada. Empezó con suaves caricias y dulces besos, con la punta de la lengua recorría mi espalda hasta llegar al cuello. Una vez en el cuello empezó a darme dulces besos hasta llegar a la oreja.

Mientras yo temblaba de placer, pequeñas corrientes eléctricas recorrían todo mi cuerpo dejándome en un estado de éxtasis que no era capaz de controlar.

- ¿Puedo quitarte este horroroso vestido? – dijo mientras con la mano cogía la cremallera lateral y la deslizaba hacia abajo.

No contesté pero tampoco lo impedí. Quería estar con él, fundirme en su amor y durante un momento olvidarme de todo, olvidarme de que alguna vez fui normal, de que alguien había muerto y eso había hecho nuestro destino aun más real.

No podía negarlo, ahora me sentía mucho mejor. La pena seguía ahí, pero ahora estaba oculta bajo un manto de amor. Dayan había bajado a la cocina a prepararme algo de cenar y yo me estaba haciendo la remolona en la cama. Pero al final me levanté, cogí algo de ropa cómoda de mi bolsa y bajé para comprobar que estaba haciendo.

Todo el pasillo hasta llegar a la cocina olía a pollo frito. No me había dado cuenta del hambre que tenía hasta ahora, cuando ese olor ha entrado por mi nariz provocando un rugido de mi estomago.

- Me muero de hambre. – dije nada más entrar en la majestuosa cocina.

Era enorme, de las más grandes que he visto, sin contar las de la televisión, claro. Pero lo que más llamaba la atención de la cocina era su blanco impoluto, daba sensación de limpia y relajante. A la madre de Dayan no le gustaba mucho cocinar, decía que la ponía nerviosa, por eso hizo la cocina así. Claro, que luego contrató a un servicio que cocinaba por ella y eso dejó la cocina relajante algo inservible.

Dayan me puso el plato en una encimera que había en el centro de la cocina y yo cogí un taburete para comer a gusto. Estaba realmente bueno, lo devoré en escasos minutos sin ni siquiera importarme lo caliente que estuviera.

Me encargué yo de recogerlo todo, con la cocina tan blanca había que limpiar todo a conciencia ya que se notaban hasta las gotas que caían encima de la mesa.

Pero una vez terminé las tareas, una especie de pánico me llegó como si me hubiesen dado una patada. ¿Qué íbamos hacer ahora?

Empecé a dar vueltas por la cocina, pensando en todo lo que Dana nos había contado que debíamos hacer y cuanto más lo pensaba más difícil me resultaba llegar a ese destino.

- Se supone que debemos irnos de aquí, que tenemos una semana para desaparecer antes de que lleguen nuestros padres. ¿Cómo lo vamos hacer? – pregunté histérica a Dayan el cual parecía muy sorprendido de mi cambio de actitud.

- Relájate, alguien vendrá. No nos pueden dejar aquí. – dijo con voz calmada, pero yo no estaba calmada.

- ¿Cómo que me relaje, Dayan? Nuestra protectora ha muerto, ¿qué vamos hacer ahora? ¿cómo vamos a encontrar la comunidad? – mi desesperación iba en aumento cuanto más lo pensaba.

Saga Elementos II: Tierra y AireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora