La llamada

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Decker miró la hora de su reloj. Cuatro números fosforescentes bañaron su rostro con una tenue luz.

«02:45».

—Gerard, vamos al Stacy's por unos cafés —dio un profundo bostezo a la par que masajeaba su nuca—. ¡Es una emergencia, necesito un Espresso!

—¿Escuchaste siquiera una parte de lo que dije? —le preguntó Gerard, en tono gruñón.

—¡Claro que sí! —dijo, luego simuló la voz de Gerard en tono sarcástico—. «En mis tiempos las cosas no eran así, no había esto ni lo otro, ustedes lo tienen más fácil ¡Yarr! ¡Yarr!». ¡Viejo, en serio ya te dije, cómprate un loro y arrasarás en la Walpurgisnacht!

—¡Payaso! —dijo, desperezándose—. Al menos serviste de algo esta noche, nos queda media hora para iniciar la tercera ronda de patrullaje, si mal no recuerdo es en Whisper Forest. ¡Te toca conducir, muchachón!

—¡Ya era hora! A tu paso llegaríamos el 2045... —dijo, liberando el cinturón de seguridad.

Las puertas de la patrulla se abrieron al mismo tiempo, ambos policías bajaron sin dirigirse palabra alguna. Decker se movió rápido por detrás de la patrulla mientras Gerard caminaba por delante, con su usual movimiento pausado. El joven policía no demoró en llegar al asiento del conductor, se sentó de golpe en él, se abrochó el cinturón de seguridad y, al ver que aún le faltaba un trecho por recorrer a su pareja, le instó:

—¡Apúrate viejo! —le dijo, mientras tamborileaba el volante.

Gerard entró en la patrulla, suspirando como siempre. El peso de treintaicinco años de servicio achacaba sus huesos y articulaciones, claro, sin obviar las cerca de cincuenta mil rosquillas que devoró en todo ese tiempo. El fofo cuerpo del viejo golpeó el asiento, y con un gruñido, se ajustó el cinturón de seguridad. Casi al instante, Decker giró la llave del arranque y movió la palanca de cambios, luego abrió la ventana y miró hacia atrás.

—Viejo, la próxima usa algo de desodorante. ¡Puaj! ¡Aquí huele a pañal!

—Eso se quita con el aire, en cambio la imbecilidad... lamento decirte que es imposible.

—¡Bien ahí viejo!

Ambos compartieron una agradable carcajada. Las llantas del auto gruñeron al moverse por la grava del camino, para después internarse en la autopista interestatal. Decker retiró la radio y, tras sostener el botón, se comunicó con la central.

—Aquí patrulla 502, dirigiéndose del kilómetro 32 de la interestatal hacia Hunter's Point. Cambio.

—Buen día Deck —se escuchó la seca voz de una mujer, distorsionada por tintes electrónicos—, ¿no es temprano para hacer patrullaje en el Sector Siete? Cambio.

—¡Genoveva! —dijo con tono alegre—. ¡Dichosos los oídos que te escuchan! Nos vamos al Stacy's a recargar un poco de combustible para el cuerpo. Cambio.

—Copiado. Dile a Gery que si sigue comiendo rosquillas lo único que se le parará es el corazón. Espero la notificación de inicio de patrullaje. Cambio.

—Eso haré. Corto.

El coche fue dejando atrás los kilómetros a medida que avanzaba por la desolada autopista. Las luces bailaban alrededor del capó como si de estrellas fugaces se tratara, poco a poco la tupida muralla de pinos fue abriendo paso a una que otra residencia. Tomaron la curva a su derecha, la salida número 5, internándose de manera rápida en la dormitante ciudad. Atrás fueron quedando los carriles triples mientras la civilización se abría paso entre el ecosistema boscoso, grandes propiedades con establos fueron apareciendo, hasta el punto que el verde desapareció y fue reemplazado por el terreno urbano. Distintas casas, negocios, semáforos y los típicos borrachos andando de madrugada.

En la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora