—¡Bien hecho idiota!
Escucho la morena, la voz irritada de Yuan, en cuanto se abrieron las puertas del ascensor de la editorial.
—¡¿Qué?! —exclamó ausente, sin tener idea a qué se refería.
—Es que te es tan difícil hacer algo bien. Acaso eres estúpida, o retrasada, y no sabes seguir simples instrucciones —replicó con enojo acercándose a ella—. Podías decirme no, no te quiero ayudar Yuan, pero en cambió lo hiciste mal a propósito para sabotear mi trabajo. ¿Acaso eres tan malvada?
—¡Yuan, yo lo lamento! Pero te dije que no me encontraba bien, y tú estabas insistiendo y yo, en serio, en serio sólo quería ayudarte —se excusó en un hilo de voz—. No sé qué me pasó... Es que estoy pasando por cosas, cosas realmente dolorosas, yo... yo... en serio lo...
—Tú, tú... ¿Es qué no sabes pensar en otra persona que no seas tú?
—Sabes que Yuan, fue un accidente, una desafortunada distracción, pero ya estoy harta de que personas como tú se aprovechen de mis buenas intenciones... —replicó Lucy en un tono de voz alto pero firme, mientras todos a su alrededor incluyendo a Yuan quedaban pasmados.
—¡Ah sí...! Pues tú, tú nunca me has agradado y la invitación no se perdió en el correo, yo nunca la envíe. Sabía que no había forma de que alguien fuese tan amable, servicial y desinteresado todo el tiempo, como le has hecho creer a todos.
Los murmullos en toda la oficina se hacían eco en el lugar, era una sorpresa escuchar a Lucy siquiera subirle la voz a alguien para tratar de defenderse, por lo general era conocida por ser amable, tanto que irritaba.
—¡Ambas, a mi oficina ahora!
—exclamó una voz furiosa, interrumpiendo la acalorada discusión desde una corta distancia.—Sabía que no se podía confiar en una persona que tararee un lunes a la siete de la mañana. Voy a acabar contigo Lucy Andrews —le aseguró a una corta distancia, para luego darle la espalda y dirigirse hacia la oficina.
******Dinamarca
—¡No te pedí que la atacaras cariño! Sólo especifique que fueses sociable
—expresó con calma, mientras agregaba dos terrones de azúcar a la taza de té.—Y eso hice.
—No me pareció que eso hicieras —señaló, revolviendo el té con delicadeza para disolver la azúcar.
—Creo que soy tan amable como lo es humanamente posible ser, madre —se defendió de manera enérgica de las acusaciones de su madre, mientras buscaba con interés en el librero.
—Al menos debiste ser menos adusto. Es una chica encantadora, bonita y de buen linaje, de eso no cabe duda. Aunque su familia no sea poseedora de grandes fortunas, sus descendientes fueron personas trabajadoras del campo. Eso nos daría un visto bueno hacia la clase obrera.
—Aún no entiendo cuál es el alarme con respecto a mi actitud. No fue como si le hubiese preguntado cómo podría erradicar el hambre en el mundo —alegó sosteniendo el libro que había estado buscando con tanto afán.
—No sé cómo han de pensar los jóvenes hoy en día, pero no creo que hablar de política sea una buena primera impresión —argumentó—. Debiste tal vez preguntarle sobre el clima, o libros —añadió, refiriéndose al libro que sostenía en las manos.
—No lo creo —contestó con bastante prepotencia—. Si quieres que conozca a alguien, al menos debería saber que no es una hueca, niña tonta y sentimental.
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La Cenicienta de Queens (Por Editar)
RomanceLucy Andrews es el epítome de la dulzura en el caos de Nueva York, una joven cuya vida transcurre entre el amor inquebrantable por su prometido y la cotidianidad compartida con dos compañeras de piso tan dispares como el día y la noche. En un aparta...