Capítulo 35: Tú decides

864 91 3
                                    

Las ironías de la vida pueden llegar a ser las más cabronas de todas, como, por ejemplo, ser yo la que tenga que esperar en las bancas verdes en lugar de Devon. Curioso si tomamos en cuenta que estamos en el mismo salón, por lo que salimos al mismo tiempo, o más o menos. Creo haber salido un poco antes y verlo atrás, pero igual no debería ser una gran diferencia. Además, el primer receso son sólo quince minutos y si realmente quiere dejar las cosas claras por una vez, más vale que se dé prisa.

En mi nerviosismo, saco mi celular de mi bolsa y empiezo a curiosear entre mis aplicaciones, no haciendo nada en específico, solo pasando de una cosa a otra mientras espero.

—Perdón —una voz se abre paso enfrente mío—. No te quería hacer esperar, pero David quería que le prestara mi cuaderno de lenguaje por la tarea que nos dejaron.

Frunzo los labios y asiento una vez, bloqueando mi celular y volviéndolo a guardar antes de cruzarme de brazos y verlo directo a los ojos, alzando ambas cejas.

—Entonces... —inquiero para que empiece a hablar, el tiempo tiene un límite y mi curiosidad no quiere quedar a medias.

—Entonces... —repite en un suspiro, pasando sus manos por la tela de su pantalón café del uniforme. Con un poco de duda, toma asiento a mi lado.

Me giro en mi lugar, doblando una pierna sobre el mismo y dejando la otra estirada en el piso, algo así como estilo indio a medias; al mismo tiempo, coloco mi codo sobre la mesa a nuestro lado y lo miro con un poquito de desesperación.

—Vas —le animo con mi tono de voz usual—. ¿Qué es lo que quieres decirme?

Otro suspiro se le escapa y aunque sus ojos están puestos en el suelo, es muy fácil leer que la respuesta a mi interrogante es ‹‹Muchas cosas››, las cuales, parecen no haber sido ordenadas en su mente aún, así que espero un poco más. Moviendo mi pierna estirada, golpeándola un poco cada vez que regresa a mí por la banca.

—Es sobre los mensajes —suelta sin más. Su duda en sus palabras es tanta que la valentía para verme a los ojos es casi nula, solo lo hace de reojo, esperando por mí respuesta. Frunzo el ceño y estiro la boca, como si fuera pato y me hago la pensativa. No duda de mis gestos, pues son propios en mí cuando ando perdida en un tema, claro, además de su falta de contacto visual directo.

—¿Cuáles mensajes? —pregunto, ladeando la cabeza y buscando por su mirada. Devon coloca ambos codos sobre sus muslos y con una mano rasca una de sus cejas, sonriendo incrédulo por mi pregunta mientras se gira para verme y yo le mantengo la mirada inquisitiva.

—Ya sabes —responde de lo más obvio, pero al mismo tiempo, muy nervioso, lo cual, me llena de gracia—. Los mensajes, esos mensajes...

—Mmm... No recuerdo —chasqueo la lengua, negando con la cabeza mientras finjo hacer un intento de hacer memoria—. Y si ¿me ayudas a recordar?

Devon cierra los ojos, siguiendo con el movimiento de su mano sobre su ceja y una sonrisa tímida y nerviosa surca por su rostro mientras niega con la cabeza. Es consciente de lo que estoy haciendo. ¿Lo estoy disfrutando? Claro que sí. ¿Se lo merece? Tal vez sí, tal vez no. No me considero una mala persona, pero si tengo una mínima oportunidad para hacerle pagar un poco de lo que me hizo, la aprovecharé. El chico parece andar lleno de aire, pues vuelve a resoplar con pesar.

—Es... Es sobre los mensajes que nos mandamos el año pasado —pronuncia lentamente, aun sin verme a los ojos—. Esos en los que probablemente dejé un mensaje erróneo, que quizás pudiera haber algo entre nosotros, pero no de la forma en que tú creías...

—Ya —es lo único que digo, analizando su semblante y elevando una comisura de mis labios en el inicio de una sonrisa triste viendo a mi regazo—. Nunca olvidaría todo eso. Marcó mi vida en muchos aspectos, pero tenía la necesidad de que saliera de tu boca.

¿Una historia de amor? ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora