Capítulo I "Donde comienza todo"

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Me llamo Zoe Holt, tengo 17 años y mi historia comenzó un lunes dos de junio, en 1997.

Nací en alguna parte del océano, cerca de las Islas Cocos. Mis padres no tenían previsto que llegara tan pronto, ya que me adelanté dos semanas; supongo que tenía prisa por conocer el mundo.

Sé que decir que has nacido en medio del océano en un barco, no es lo más común, pero es que nada en mi vida era común.

Mis padres eran dos amantes de la naturaleza, de conocer, de descubrir, de experimentar cosas nuevas; por lo que sus vidas constaban de ir de un lado a otro del mundo. Y donde se iba a conocer una pareja de trotamundos si no es escalando las Montañas Azules, en Australia. Mi padre era de allí, Australia; un hombre atractivo, vigoroso, de cabellos dorados, con unos ojos cristalinos que resaltaban con su tez morena; mi madre; era, en cambio, de la otra punta del mundo, Montana; era una mujer dulce y cándida, con una belleza muy singular, de ojos muy expresivos y unos labios misteriosamente perfectos.

Ya a los veinte años ambos comenzaron a viajar; y ese mismo año se conocieron. Nunca he visto un amor a primera vista como el de mis padres; yo lo notaba cada vez que se miraban, parecía que cada mirada que compartían era una chispa más de amor; un amor verdadero y puro. Desearía poder tener la oportunidad de conocer un amor tan puro como el de mis padres.

Cinco años después supieron que llegaría por fin lo que más deseaban; yo.

Me esperaban ansiosos, pero ni yo les disuadí las ganas de emprender otra aventura. Ellos, confiados en que disponían con dos semanas antes de mi llegada, se lanzaron a la deriva, dirección: ningún lugar concreto. Pasaron tres días serenos, llenos de paz, acompañados del sonido del mar y el cálido abrazo del sol.

El cuarto día llegué yo; Zoe Holt. Eligieron Zoe porque significa vida, y para ellos, ahora era yo su vida. Con mi llegada enseguida regresamos a nuestra casa en KwaZulu-Natal, Sudáfrica. Los primeros cinco años de mi vida no viajamos fuera del país, pero recorrimos los rincones más maravillosos, descubiertos y por descubrir, de Sudáfrica; y aunque esos recuerdos me cuesten verlos nítidos, los recuerdo casi a la perfección.

A los 6 años viajé por primera vez lejos de mi hogar. El primer viaje que emprendí fue en barco a Madagascar y las sensaciones que experimenté, aún las puedo sentir.

 En estos 17 años de vida he visitado 23 lugares distintos; cada uno de ellos igual de especial, con experiencias y recuerdos inolvidables.

Cuando no estábamos viajando, estábamos navegando con nuestro barco. Prácticamente, al año estábamos más tiempo fuera, que en casa; por lo que yo no tengo un hogar en concreto, mi hogar está en cada lugar al que voy; donde dejo mis recuerdos y un pedacito de mi corazón.

Debido a mi vida de trotamundos, nunca he ido a la escuela, ni he tenido amigos humanos. Mi madre era mi profesora, y mis clases la llanura verde y frondosa detrás de casa. Mi mejor amiga es la mejor amiga que se puede desear; mi perrita Bluebell, el Golden retriever más bonito que se ha visto. El resto de amigos que tenía eran los simios del refugio que había creado mi padre.

Por los padres que tengo y la vida que he llevado; no es de extrañar que yo también sea una loca trotamundos, amante de la naturaleza y los animales. Porque desde el primer instante que respiré, y vi la luz por primera vez, todo lo que me invadió fue la naturaleza. Desde ese instante, tengo una estrecha y fuerte relación con ella y los animales; al igual que mis padres.

Mi vida era perfecta; no me la podía imaginar de otra forma, y tampoco quería. Tenía a mi familia, todo lo necesario y vital en mi vida, ¿qué más podía pedir?

Lo que no me esperaba, es que eso fuese a cambiar tan pronto, y toda mi vida cambiara radicalmente. Todo lo que conocía, nunca volvería a ser lo mismo.

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⏰ Última actualización: May 19, 2014 ⏰

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