5. Incendios.

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CAPITULO 5. INCENDIOS.

A el, que siempre aguanta y me aguanta, 23.

Nunca sabes el por qué de las cosas, siempre persigues esa respuesta, y por mucho que te tortures, nunca llega.

Llevaba preguntándome por qué le pasó eso a Olivia, por qué no recordaba nada, estaba sedada, recuerdo cuando entré en la habitación, la habitación 620, la habitación que días antes había sido testigo de los abrazos y buenos momentos que habíamos pasado juntos, era la misma que ahora contemplaba mis ojos rojos, mis ojos llenos de finales de lágrimas, porque el camino que deja una lágrima podemos limpiarlo, pero no lo que arrastra.

Entré y ahí estaba ella, con los ojos cerrados, con sus brazos llenos de vías, vías que acababan siempre en el mismo punto, y como banda sonora de esa escena, el “pi” de su corazón, me quedé mirando al monitor y podía leerse unas cuantas cosas pero a mi sólo me vino a la cabeza la portada de Arctic Monkeys, era parecido al latido de Olivia, bueno, al de todos, con ella había escuchado muchas canciones de ellos, recuerdo una tarde en mi habitación, sonó el aleatorio y empezó “Snap Out Of It” nos levantamos, y empezamos a bailar en medio de mi habitación, fue entonces cuando saqué una pequeña sonrisa, aunque en el fondo era una sensación vacía el saber que yo era el único que recordaría eso. Noté a alguien entrar en la habitación.

–¿Estas mejor, chico de los discos? –Preguntó.

Era el Doctor Ferrán, siempre solía traerle algún disco de The Smiths, o David Bowie para que se mantuviese animado las noches de guardia continua.

–Algo mejor, pero, aún no llego a asimilarlo, supongo que aún es pronto…

–El tiempo cura lo que nosotros no somos capaces de curar, déjalo actuar.

–Eso dicen, pero… ¿no se acuerda de…?

–De nadie Marcos. –Respondió contundente.

Ferrán me tocó el hombro, me esbozó una pequeña sonrisa, miró a Olivia dormir y dejó aquella habitación 620.

Mis días fueron cada día más extraños, me levantaba sin ganas, no salía de mi habitación, no escuchaba música, en resumen, estaba roto.

Recuerdo una noche en la que me puse a llorar viendo fotos con Olivia y escuchando alguna que otra canción, parece que las canciones están hechas para cada uno de los momentos de nuestra vida, relacionamos las canciones con momentos, y eso me pasaba a mi, no podía parar ese camino de lágrimas cuando entró mi padre, intenté quitarme las lágrimas corriendo e incluso hacer como que estaba feliz y no pasaba nada pero, hay un momento en el que no puedes más y caes, caes hasta lo más profundo, y es ahí cuando necesitas a alguien que te saque, a alguien que te haga ver que todo está bien, que la vida sigue valiendo la pena, ese fue mi padre.

–Vamos, cuéntame. –Me dijo mientras se sentó a mi lado.

Creo que uno de los peores y a la vez mejores momentos es llorar delante de alguien tan importante para ti como lo es un padre o una madre, pero en mi caso, siempre el que me había sacado de tantas era mi padre, y ahí estaba el, cogiéndome del hombro e intentando buscar un remedio para ese problema sin solución.

–¿Te acuerdas de Olivia, la chica que vino a casa el día que llovía tanto? Pues ha tenido unas complicaciones y ha perdido la memoria, según el doctor no recuerda a nada ni a nadie, y es la primera vez que me siento realmente perdido, sin nada a lo que aferrarme.

–Marcos, no puedes dejar que la vida te gane la batalla, haz que los problemas te hagan fuerte en vez de hundirte, que el guerrero nunca vence si no lo intenta.

Sin mirar atrás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora