UNO

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—Tina, no te ofendas, pero esto no me divierte.

Doy vuelta la página de un diario viejo, lo cierro y tomo otro. La mujer a mi lado mantiene la vista fija en los papeles que están frente a ella. El cabello le cae sobre el rostro, pero, detrás de esos rizos oscuros, veo que sonríe.

—Nunca dije que lo fuera a hacer —dice y clava en mí sus ojos color esmeralda—, pero, ¿qué más fascinante que tener en tus manos cientos de años de historia?

Podría enumerar mil cosas, pero elijo guardar silencio y forzar una sonrisa. Preferiría estar leyendo el libro que me espera justo sobre el mostrador de la entrada, o mejor, revisando la "sección prohibida", a la cual Tina nunca deja que me acerque.

Continúo revisando los papeles que hay en la mesa simulando que me importan al menos un poco. Mis ojos se pasean por las diferentes páginas, pero nada logra captar mi atención. Mi jefa sigue observándome y creo que la cara me delata, porque se cruza de brazos y dice:

—Si quieres puedes irte a casa, tienes el resto del día libre. Ya me has ayudado suficiente por hoy y no sería justo retenerte más tiempo del que cubre tu pasantía.

—Quiero quedarme, de verdad.

—Juliette, huye de aquí antes de que me arrepienta —bromea, pero poco después agrega—: Mañana puedes hacer horas extra si así lo deseas.

—Prefiero estar aquí, si no te molesta.

El tono de mi voz es fuerte y distante. No quiero volver a casa todavía. Es probable que mi madre esté jugando al póker con todas sus nuevas amigas mientras vacían cada botella de alcohol que tienen cerca. La idea de estar allí, rodeada de ese griterío constante, no hace otra cosa que darme dolor de estómago.

—Dime que no discutiste otra vez con Pamela.

—No es necesario que discuta con mi madre para que me haga sentir como una mierda, Tina.

Mi jefa juega con las pulseras que adornan una de sus muñecas. Sé que hablar de este tema le incomoda, no solo porque mi mirada parece irradiar un fuego asesino, sino por el hecho de que conoce a mi madre desde antes de que nuestras vidas se arruinaran por completo.

Mamá fue la primera persona a la que Tina conoció cuando se mudó a nuestra pequeña ciudad. Fue fácil volverse amigas rápidamente. La mujer se mudó a la casa que está junto a la nuestra y resultó ser más dulce que un frasco lleno de miel. Tina había llegado con apenas dos maletas y un pájaro horrible llamado Albert, que gracias a Gato no duró vivo más de tres semanas. Ella estaba sola y, cuando mamá tuvo que afrontar el hecho de que mi padre nos estaba abandonando, se volvió su único refugio. Eso hasta que conoció los efectos del vodka y la simpática consecuencia de no recodar absolutamente nada de lo que hacía luego de beber.

—¿Alguna vez, podrías hacerme caso y hablar con ella?

Sé que no es una pregunta, Tina me lo está pidiendo.

—No —digo, sin más, pero lo pienso nuevamente y cambio mis palabras mientras me dejo caer en el banco de roble que se encuentra en una esquina del lugar—. En realidad, podría... si al menos sabría que podría llegar a importarle algo de lo que diga.

—Es tu madre, te escuchará.

Que estupidez... ¿Escucharme? La última vez que quiso oír algo proveniente de mis labios fue cuando le mencioné que mi hermano había aprobado otro de sus exámenes. Aunque odie la idea, tengo que aceptar que lo único que hago es estorbarle.

—Tú también crees que soy demasiado dura con ella, ¿verdad?

—Claro que no —dice, segura. Toma asiento a mi lado y me mira como solía hacerlo mi madre cuando realmente le interesaba saber algo acerca de su hija—, creo que eres demasiado dura contigo misma, y buscas huir a través de ella.

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⏰ Última actualización: Dec 16, 2017 ⏰

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