Capitulo I

34 1 2
                                    


Castiel se despertó con el ajetreo fuera del palacio, gallinas, cerdos, cabras y otros animales, así como las personas, hacían demasiado ruido. La cabeza de Castiel dolía, y el ruido solo la empeoraba, se hizo bola en su cama, las pieles de marta y de oso se sentían suaves en su piel. Casi no recordaba l noche anterior, solo que Gabriel lo había convencido de beberse jarra tras jarra de vino, le frustraba no poder recordar lo que había hecho, apretó los ojos e intento recordar pero fue en vano, soltó un gruñido y se levanto de las suaves pieles para ir a limpiar su cara.

Agradecía enormemente a su mucama por haberle subido agua en una tinajera de barro, hizo una cuchara con sus manos y se aventó agua en la cara, era refrescante, cuando levanto la cara vio en el espejo su cara, sus ojos azules tenían un tinte rojo y se veía pálido. Sintió un poco de lastima por si mismo, una miraba más profunda dejaba ver sus ojeras, entre gruñidos se vistió, mierda no encontraba nada que ponerse, al final se decidió por unos pantalones de piel y una camisa de algodón. Iba a salir de su cuarto cuando sintió el viento otoñal en su nuca, se volvió en una media vuelta con sus talones y tomo una capa de marta, la sensación suave y caliente le brindo un poco de comodidad.

Salió de su cuarto y le dio un pequeño saludo con la cabeza a los guardias que siempre estaban parados en su puerta, bajo unas cuantas escaleras y camino por un pasillo que olía a incienso y a viejo, las antorchas le daban un aspecto lúgubre, pero ya casi llegaba el invierno y la mayoría de los días estaba nublado y frío. Otros guardias le abrieron las puertas al comedor privado, podía ser privado pero aún así era enorme, su padre estaba adentro en la cabeza de la mesa, como era de suponerse, la chimenea prendida de atrás le daba un aura de calidez. El olor de comida lleno las fosas nasales de Castiel y le hizo sentir nauseas, su padre vio su cara de asco y volteó los ojos.

-Castiel, ¿Tuviste una buena noche?- pregunto antes de meterse un pedazo de panceta a la boca.

-Si- contestó Castell, mientras tomaba asiento en un costado del enorme comedor. Miro a los presentes, en frente suyo estaba Uriel y Nahomi, los despreciaba porque sus sonrisas siempre se veían falsas. Como en ese momento, enseñaban los dientes como animales saboreando a su presa. A lado suyo estaban Samandriel e Inías. Ellos eran amables, tal vez por su corta edad. Gabriel no se encontraba por ningún lado.

Con un nudo en el estómago empezó a comer pero no pudo terminar ni su panceta ni las empanadas de pollo que rebosaban en grasa.

Era raro que Uriel no hubiera abierto su fea boca de sapo para recriminarle algo a Castiel , definitivamente debía tener algo entre manos.

El desayuno fue callado, solo el sonido de los cubiertos y la madera crujiendo en la chimenea.

El ojiazul se quedo un momento sentado en la mesa, decidiendo que iba a hacer primero, podía ir por un té con Hannah, tal vez tendría algo para la resaca o podía ir a la capilla a rezar. Decidió lo segundo y con una reverencia se despidió. Salió al frío, el panorama mostraba colores grises y naranjas, Castiel odiaba el otoño, si el pueblo no tenía suficientes provisiones significaba que habría hambruna y que seguramente morirían de hambre en las calles.

Llego a la capilla, las puertas de madera estaban abiertas y el olor del incienso se mezclaba con el aire frío. Le abrumo un sentimiento de miedo, negó con la cabeza, como si pudiera sacudirse el sentimientos. Se hinco en frente de una banca de madera, junto sus manos y apoyo su frente contra sus dedos. Pensaba por que rezaría, probablemente por su hermanos y su padre, porque se le quitara el dolor de cabeza, frunció el ceño reflejando su concentración. Una campana sonó, no era para llamar a misa, esta sonaba con desesperación, tal vez estaba alucinando por la cruda, se escucharon gritos desde la lejanía.


***


Dean no podía dejar de sonreír, lo que antes era un punto en la lejanía ahora se acercaba, los árboles se empezaban a diferenciar y la brisa marina le llenaba las fosas nasales. Su padre lo había dejado a cargo, y quería hacerlo sentir orgulloso con un gran botín.

Las tres naves de las que estaba a cargo, gritaron de emoción, tenían sed de sangre, riquezas y mujeres.

Anclaron el bote y se dispusieron a cocinar algo para celebrar que Thor los había librado de tormentas. Ash encendió la fogata, Dean nunca habría podido decir de donde sacó la leña pero en ese momento no le importó demasiado, el alboroto por descargar la cerveza y la comida dejo a Dean un tiempo para sentarse y pensar cual iba a ser su plan de ataque, si es que encontraban un poblado. Sam, su hermano, se le acercó por detrás y le dio una palmada que sacó a Dean de sus pensamientos, su sonrisa deslumbraba, era su primer viaje y tenía mucho entusiasmo.

-¿Qué pasa Dean?

-Nada, estoy pensando como organizar a todos- Dijo volteando a ver a sus hombres que bebían y cantaban mientras esperaban la comida.

-Todo estará bien, solo necesitamos analizar el terreno- dijo volteando a ver los árboles que los rodeaban.

Para Sam todo era tan sencillo, Dean sonrío y miro al suelo, la tierra donde estaban parados era fértil, no como su hogar donde los cultivos empezaban a escasear, por ese motivo Dean le había rogado a su padre ir a una última expedición.

Los soldados a disposición de Uriel y Nahomi esperaban escondidos en el bosque a que llegara una respuesta de sus señores, por fin el mensajero llego caminando, llevaba una carta consigo donde explicaba que era de suma importancia ser cordiales con los "invitados" y que sería un honor darles lo que quisieran a cambio de que se ocuparan de cierta "tarea". El capitán arrugo el papel en su mano, no podía creer que cometería traición y peor aún que sería aliado de un grupo de salvajes.

El capitán se quito el casco y salió de su escondite ante el asombro de sus hombres, su caminar era calmado pero vio como los salvajes se tensaban y empezaban a tomar sus armas, hasta que un chico lleno de pecas y con una sonrisa picarona se le acercó. Con un inglés algo forzado le preguntó al capitán que quería, a lo que el capitán le tendió la carta.

Los ojos de Dean se abrieron y tomo el papel pero no podía leerlo, había aprendido inglés en la primavera gracias a una esclava. Le devolvió el papel al capitán que lo miró con la ceja arcada, Dean le explicó que no podía leer. El capitán todo los ojos, se moría de vergüenza al tener que decir en voz alta que necesitaban su ayuda para cometer traición, su lengua se sentía entumecida pero después de unos segundos empezó a explicarle el plan. Con cada palabra el chico de pecas y cabello claro habría más los ojos pero al final asintió y le dijo que hablaría con sus hombres.

Dean se volteo sobres sus talones y le explicó a sus hombres lo que se les proponía, al principio hubo muchas opciones contradictorias, varios se pararon y se gritaron entre si, después de un momento Dean levantó la mano y todos se callaron, definitivamente les convenía hacer una alianza. Se volteo al capitán y asintió con la cabeza. La decisión estaba tomada, sólo faltaba hablar de los detalles.

El atardecer en el norteWhere stories live. Discover now