Eras un gran idiota.
Estabas bajo la lluvia mirando ese pastel ya humedo por el goteo cristalino.
La vela de color celeste estaba mojada y apagada.
Cruzaste tus brazon en tono de resignación.
Soltaste una lúgubre bocanada de aire.
— Felíz cumpleaños a mi. . . —
Dijiste con una mirada de monotonía.
Yo seguía mirandote desde la ventana del segundo piso.
Estabas sentado en esa banca mojada.
Te levantaste serio y dejaste el pequeño pastel en la lluvia.
“¿Recuerdas ésas veces en las que dije que nunca me importaría tu cumpleaños?”
Eran mentira. . .