2.7. Amor fatuo

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No eran el primer capítulo en el libro del otro, tal vez tampoco fueran el último; eso quedaba en manos del destino, de los dados y los hados

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No eran el primer capítulo
en el libro del otro,
tal vez tampoco
fueran el último;
eso quedaba en manos
del destino, de los dados y los hados.
Por ahora eran solo
unos cuantos párrafos;
pero, eso , intensos como pocos.

Tampoco eran un soneto
métricamente perfecto.
Eran versos libres
que habían decidido unirse;
versos blancos
que no rimaban
hasta que se encontraron
aquella mañana
en aquella desierta playa
y, en un arrebato
que ni ella ni él comprendieron,
comenzaron a discutir por una "tontería"
(o eso era lo que él decía):
él, poeta sin rimas en el bolsillo,
había invadido
su espacio de creación,
aquella cala solitaria en la que ella,
escritora por pasión y vocación,
trataba de dar fin a su inconclusa novela.

Los gritos fueron seguidos por improperios;
los insultos, por más de ellos.
Dos rápidas zancadas
lo dejaron a un suspiro
y una pulgada
de sus desafiantes ojos color zafiro.
Entonces, un instante de silencio;
respiraciones entrecortadas,
latidos desbocados.

Luego, sin saber cómo,
sus bocas se encontraron;
sus labios devoraron los del otro
en un beso desesperado.
Se besaron como nunca antes habían besado;
enzarzándose en un guerra sin cuartel,
en un combate carnal
sin vencedores ni vencidos en él.

Se trasladó dicha contienda
al plano horizontal:
tendidos sobre la arena
se dejaron llevar
por la demanda de sus cuerpos,
olvidándose de sus nombres
(que no conocían, dicho sea de paso),
ignorando el espacio y el tiempo;
no fueron más que una mujer y un hombre
que provocaron un fulminante infarto
al decoro y a la cordura.

Las manos de él
fundiéndose en su cintura,
su palpitante agonía envuelta en calidez,
sudor salitrero perlando sus cuerpos
y un ininteligible poema
susurrado al oído de ella
mientras sus labios versaban su cuello
provocándole escalofríos de placer.

Esa fue la primera vez que unieron
en un único todo sus cuerpos,
además de ser el incierto inicio
de su relación,
pues el poeta,
con su reencontrada inspiración,
escribió a base de romances
el destino
que empezaba a compartir con ella
entre poemas y novelas.
Durante cuánto tiempo es lo que no saben...
ni quieren saber,
pues por ahora a ambos les basta
con sentir vibrar
todos los poros de su piel erizada
en cada palabra escrita por su puño y letra;
lo demás... ya se verá.

Este poema muestra una relación nacida de la pasión y 'consolidada' por medio de otro de los ingredientes de Sternberg: el compromiso

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Este poema muestra una relación nacida de la pasión y 'consolidada' por medio de otro de los ingredientes de Sternberg: el compromiso. Se conocen, se sienten irremediablemente atraídos el uno por el otro y, a partir de ese primer encuentro, comienzan a salir juntos; es decir, que esta pareja, formada por un poeta y una novelista, se compromete en base a la pasión.

Y esto es algo, cuanto menos, insensato, pues carecen del elemento estabilizador que supone el compromiso íntimo. La intimidad, al contrario que la pasión, no se desarrolla de un modo instantáneo; en el caso del poema, se aprecia que los protagonistas no dedican tiempo a conocerse más allá del plano puramente físico y es más que probable que no tengan en común más que su amor por la escritura. El pertenecer a mundos distintos y no intentar conocerse a nivel psicológico y emocional serán la causa de que ese "ya se verá" termine en una ruptura amorosa, pues las relaciones basadas en un amor fatuo no suelen durar. 

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