Aquella figura yacía paralizada frente a mi cuerpo, estando yo recostada sobre el sofá de mi sala. Sus largas piernas parecían un par de columnas romanas, que con mucho esfuerzo sostenían a aquella esfinge medieval. Sentía esa mirada tan profunda y atemorizante cubriendo casi por completo a mi cuerpo flexionado, apoyado sobre mi lado derecho. Mis manos, que desde un par de horas atrás trabajaban como una incómoda almohada para mi cabeza, ya no eran capaces de sentir nada que estuviese en contacto con ellas; quise quitarlas de ese lugar, moverlas para que la circulación surtiera efecto y el tacto regresara, pero mis músculos no respondían y mi respiración comenzó a agitarse. Fue entonces qué reaccioné; un hombre me acompañaba en ese instante, pero lo extraño es que cuando inicié la siesta sólo era yo.
El hombre vestía un pantalón al parecer de vestir, color crema, cubierto por polvo negro y pequeños pedazos de mierda impregnados en la tela, secos tal vez por el tiempo y cuarteados posiblemente por los movimientos que la persona hacía al caminar; un vagabundo a simple vista. Cuando por fin mi sistema motriz respondió, desalojé mis manos, dirigiéndolas hacía mis piernas, abriendo y cerrando el puño para que por fin la sangre transitara libremente. Por un par de segundos una picazón desesperante se regaba por mis dedos, mi palma y mi dorso, como si las metiera en una tina llena de alfileres que con cada movimiento se introducían más en mi piel. Cuando la sensación desapareció de mí lo suficiente para poder presionar mi palma, apoyé mi mano izquierda, al igual que mi codo derecho, contra el acolchonado sillón y empujé, sentándome sobre éste.
Dejé caer mis extremidades superiores cual cascada, sobre mis piernas, Mis pies ya tocaban el suelo, mientras mi cabello largo y lacio colgaba frente a mis pechos, originado desde mi cabeza agachada. Mi respiración se agitaba, mi corazón se aceleraba con cada segundo marcado en mi reloj de muñeca y mis pupilas se dilataban. Mis ojos miraban directo a los pies del sujeto parado frente a mí y despacio subí mi cabeza, siguiendo con mi mirada aquella estatua.
No usaba zapatos, eran más bien una especie de huarache que mostraban sus dedos, los cuales al igual que el pantalón y su calzado, se cubrían por la suciedad, entre manchas de orines, tierra y deshechos corporales. A pesar de toda aquella capa de mugre, del sujeto no se desprendía ningún olor. Conforme mis ojos recorrían su cuerpo, cual tren por una vía, observaba que su vestimenta estaba desgastada; por la parte superior lo cubría una chamarra de cuero rota, sobrepuesta en una camisa que en el pasado sería blanca, pero por sus condiciones actuales mostraba un color oscuro. Desabrochada hasta el tercer botón, le era visible una parte del pecho, cubierto por pelo muy largo y totalmente negro, y un cuello muy sucio y prominente sosteniendo su cabeza. Aquella mostraba un rostro totalmente delgado, sin un poco de músculo ni grasa, una piel "chupada" que se pegaba al cráneo del hombre, dando notoriedad a sus huesos, como si de la muerte se tratase.
Sus ojos hundidos, cual cráter de volcán, resaltaban gracias al brillo que su iris producía. Una luz de color amarillento hacía parecer que aquellas cuencas tenían nada más que dos argollas de oro. Miraba fijamente al frente, varios centímetros por sobre mi cabeza, sin hacer el más mínimo movimiento, ni siquiera con sus fosas nasales al respirar. Mi miedo crecía con cada minuto que él seguía erguido en el mismo sitio.
Al observar que no era capaz ni siquiera de gesticular, me animé a pararme del sofá y caminar hacia la puerta de mi casa la cual quedaba frente a mí, a unos cuantos pasos. Pero al dar mi segunda pisada sobre el frio suelo, los ojos del individuo se dirigieron a mí rápidamente, produciéndome un escalofrío y haciéndome sudar al mismo tiempo. Intenté correr a la salida pero su mano derecha sujetó mi brazo, lo apretó y con una fuerza impresionante, en un solo movimiento me aventó causando que despegara del suelo y cayera directamente al sillón. El acolchonado objeto elevó sus patas delanteras por unos segundos y luego volvieron al piso, produciendo un sonido fuerte.
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¿PREPARADX?
Random¿No tienes nada qué hacer? Date una vuelta por acá, tal vez no te guste, podría ser que te dé asco o sólo odies lo que plasmo, pero una cosa es segura, tendrás un momento de escapatoria de este mundo tan cruel y aburrido. De lo cruel a lo bello, de...