Oscuridad Eterna

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Al avance de las manecillas del reloj, lo acompaña con paso firme y marcha fuerte, el manto inmortal de la oscuridad

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Al avance de las manecillas del reloj, lo acompaña con paso firme y marcha fuerte, el manto inmortal de la oscuridad. Su negrura, custodiada por ese frío sentir, nos envuelve una vez terminada la jornada del "Astro Rey". No puede haber luz sin oscuridad... tampoco lo puede ser al revés.

No queda más que recostarnos sobre nuestro nido, que noche tras noche, recibe los sentimientos, impresiones y deseos que, durante el día, no fuimos capaces de exteriorizar. Dejamos que la gravedad cumpla su trabajo, presionando al cuerpo contra nuestro lecho, posando la mirada hacía la lejanía desconocida; creyendo que sabemos lo que observamos, cuando en realidad desconocemos dónde nos encontramos.

No es nuestra piltra, no es la habitación, no es lo que nos rodea o lo que sentimos. Llega algo más, algo que vemos, pero a la vez no lo hacemos, lo que algunos sentimos, pero todos vemos. Es aquello que sí es omnipresente, y de lo cual no puedes librarte fácil o difícilmente. A donde sea que veas, a donde sea que vayas, abras o cierres tus párpados, siempre estará ahí; Es la Oscuridad, la inmensa y poderosa Oscuridad.

Nos asecha siempre y en todo lugar. En las sombras, en la noche, al cerrar los ojos, al alejarnos, incluso, al mirarnos al espejo a nosotros mismos. La conocemos por distintas formas, momentos o comportamientos, pero siempre termina siendo la misma; esa cosa fría y tenebrosa.

Puede coexistir con la totalidad en todo momento, incluso con su peor enemiga. Lo queramos o no, siempre gana. Se apodera de la realidad y la imaginación; Es dueña del sueño y la materialidad; Gobierna el exterior y el interior.

En cada cuento, novela, hecho histórico o ficticio, se le trata de eliminar con la luz, esa insignificante espada hecha con paja, a diferencia del poderoso metal de la sombra.

Noche con noche, me hundo en el pensamiento. No es necesario cerrar mis ojos, pues ya lo dije, ella siempre está ahí. Se cuela por cada rincón que encuentra. Imagino el mundo; la vida como es ahora, después paso a la parte tenebrosa; Imagino todo en nada, el mundo desaparece y la vida acaba. Dejamos de existir y ella vuelve a hacer su aparición, está ahí con cada acción que hagamos o con el destino mismo, esperándonos.

Pienso: "Si desapareciera sólo yo ¿Sería lo mismo?". Sí, estará ahí de cualquier modo. Pasaré de verlo todo, a cerrar los ojos y no ver nada, pero al mismo tiempo, verla a ella.

Su frialdad y lobreguez me hacen llorar y encienden mis miedos, tal como sucede con el bombillo de mi habitación cuando el Sol se oculta. Mis temores bailan, juegan en mi cabeza y pisan tan fuerte que dejan caer las lágrimas de mis ojos, aceleran mi corazón y bombean mi sangre tan rápido como la corriente eléctrica haciendo su aparición cuando se le necesita; mis sentimientos parecen rosas, abriendo sus capullos en primavera, y todos juntos consiguen de mí un sobresalto exagerado, como si mi final estuviera cerca... Tal vez a un costado de mí.

Trato de huir, de quitármela de encima. Invoco a la claridad, pero ésta última es tan débil que lo único que logra, es darme consuelo por segundos; me habla bonito, con palabras dulces, pero muy falsas, tan falsas como las palabras de una persona prometiendo eternidad juntos.

Al final me resigno... Aún con la luz, puedo observar que la negrura nunca faltará, entonces caigo en cuenta: Nunca se apartará de nosotros, forma parte esencial de éste mundo... de ésta realidad.

Algún día todo acabará, no habrá nada más qué ver, sentir, oler o escuchar, tan sólo estará ella, esperándonos con su lúgubre acogida, y nosotros no podremos hacer nada, sólo dejaremos que las cosas sucedan, esperando el eterno final encerrados por la tiniebla.



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⏰ Última actualización: Jan 05, 2018 ⏰

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