Capítulo 1: Feliz cumpleaños... y adiós

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Eran cerca de las siete de la mañana y recién estaba llegando a casa. Apenas estaba durmiendo últimamente, hacía muchos meses que no tenía trabajo tan intenso; en el momento en que llegó se fue a la habitación y se tiró de espalda y con los ojos cerrados de manera horizontal sobre la cama, atravesando aquella gran y cómoda king que tenía. Abrió lentamente los ojos y levantó las manos, mirando el dorso de las mismas, los nudillos estaban rojos y los del medio algo heridos y ensangrentados, tendría que hacerles unas pequeñas curaciones, no quería que se fueran a infectar como la última vez, dolió muchísimo en aquella ocasión.

Se levantó en busca de su botiquín personal y lo sacó de su magistral baño cubierto con relucientes cerámicas blancas, llevando el botiquín celeste hasta la cama, quitándose los zapatos para cruzarse de piernas sobre el cubrecamas ¡Tenía las piernas cansadas! De a poco se iba dando cuenta de que los años no pasaban en vano cuando te has dedicado a golpear y ser golpeado a lo largo de tu vida. Colocó povidona yodada sobre sus nudillos heridos y luego unos moderados parches con gasa blanca.

Bostezó y dejó el botiquín en el suelo, recostándose de medio lado en la cama, apoyando su cabeza contra su mullida y suave almohada. Era el paraíso volver a casa, trabajar ya no estaba siendo del todo divertido como en un principio ¿Sería porque ya estaba viejo? Apenas tenía veintidós años, no era mucho, o más bien, cronológicamente hablado no era mucho, pero había vivido más que cualquiera. Cerró los ojos, iba a descansar un poco, dormir no le vendría mal, nunca viene mal un poco de...

¡Ring, ring, rinrinrin! ¿Por qué su celular estaba sonando? Era una alarma, una maldita alarma a las siete de la mañana ¿Por qué mierda se jugaba ese tipo de bromas tan estúpidas a sí mismo? Agarró sin ánimos el aparato, mirando la pantalla y su rostro cambió por completo. Apagó la ruidosa música y se levantó de un salto de la cama. No podía creer que lo hubiera olvidado.

Llegó a una casa de donde nacía un bullicio de niños gritando, música fuerte y adultos alzando la voz para poder conversar y ponerse sobre la música y los gritos. Iba con una bolsita de regalo con algo dentro, buscó con la mirada a quien quería encontrar pero fue sorprendido antes, un pequeño individuo le abrazó por la cintura, había llegado corriendo hasta él.

-¡Jason! ¡Viniste! -dijo el pequeños con los diez años recién cumplidos- Papá dijo que no vendrías -todavía no le soltaba, creía que era una especie de ilusión y si le quitaba las manos de encima se iba a desvanecer.

-Pues tu padre no sabe nada ¿Cómo me iba a perder tu cumpleaños, campeón? -dijo muy animado el recién llegado, agachándose para quedar a la altura del menor y le entregó la bolsita de regalo- Feliz cumpleaños, Jon.

El pequeño le abrazó con fuerza del cuello ¡Estaba tan feliz! Nadie podría imaginar lo increíblemente bien que se sentía ver a ese adulto allí, ese que le sentía como un hermano mayor, un muy querido hermano mayor. Le agradeció muchas veces y luego salió corriendo hacia la casa, iba a dejar el regalo junto a los otros, se esperaría para abrirlo, no quería ser regañado por imprudente. En ese momento, cuando Jason quedó solo, apareció el padre el muchacho.

-Mira quién apareció de entre las sombras -dijo con una sonrisa medio burlona, extendiendo su derecha para estrechar sus manos, pero a Jason le importó un comino aquello y le dio un apretado abrazo, aunque jamás lo diría en voz alta, extrañaba ver a ese sujeto, tan sólo a veces, pero eso no quitaba que lo extrañara.

-Ni loco me perdía el cumpleaños de Jon -sonrió y se encogió de hombros- ¿Me vas a invitar a pasar o me vas a dejar acá en la entrada de tu casa? -preguntó a modo de broma, haciendo que el contrario rodara los ojos, pero luego sonrió, era un momento agradable, no se iba a amargar por nada.

Tormentos y placeresWhere stories live. Discover now