Capítulo único: Compartamos una caricia

733 57 9
                                    

Autor: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ~ ♦ ~ o0O0o * ~

Soltó un suspiro mientras buscaba una posición más cómoda en aquel molesto sofá de cuero negro. Era poco agradable con ese tono tan sombrío, aunque tampoco estaba de ánimo para irse a su recamara si acababa de salir de ahí hace menos de veinte minutos. Fácilmente se podía apreciar a la perfección el aburrimiento impreso en su bonito rostro, mientras soltaba aire por la boca en un vano intento de apartar el flequillo de sus ojos.

Llevaba días así y sinceramente ya se estaba cansando de no hacer nada, sobre todo porque Grell era alguien activo, alguien que no paraba de ir de un lado a otro. Incluso su jefe le decía que la energía nunca se le acababa y en parte era cierto, pero actualmente estaba casi seguro que si seguía con esa rutina —de no hago nada— comenzarían a salirle raíces y no era por exagerar.

En un principio fue más que agradable, hasta cierto punto la idea de tomarse unas vacaciones le resultaba placentero; tendría quince días para convivir con su esposo y disfrutar de un agradable tiempo de calidad. Si bien, las cosas entre ellos eran normales nunca estaba de más un poco de atención extra. A su parecer se trataba de una excelente idea, desgraciadamente nunca considero el hecho de que William era un maldito obsesionado con el trabajo. Estúpido trabajo… y estúpido William.

Cada que despertaba a las ocho de la mañana, lo primero que hacía era estirar su brazo y tocar el lado contrario de la cama, encontrándolo vacío y frío, lo que indicaba que hacía ya varias horas que él se había levantado. Tristemente pensó que estos días podría pararse temprano y hacerle el desayuno, o esperarlo para poder tener una cena romántica en uno de sus restaurantes favoritos...

Pero siempre era lo mismo, siempre las mismas excusas baratas que poco a poco lo sacaban de quicio. No importaba lo paciente que fuera Grell cuando se trataba de Will, ya que todo termina por acabarse e incluso llegó a pensar que William lo tomaba como una molestia cada que le pedía tiempo de pareja…

Siempre era igual. «Se me hace tarde para desayunar» «Vendré muy noche» «No me esperes despierto» «Hay mucho trabajo en la oficina» etc, etc… Lo curiosamente molesto es que Grell pensó en vacaciones y a William se le acumulaba el trabajo.

Definitivamente, él era un idiota, egoísta y antipático que ni siquiera le podía dedicar un poco de su tiempo. Era frustrante que tras ocho años de un supuesto matrimonio feliz siga siendo tan odioso y arisco en convivir con él. Al menos estaba seguro que no se trataba de una infidelidad, es decir, William T. Spears parecía un repelente humano de personas.

¿Pero cómo diablos no alejarse de alguien como él? Siempre tan frio, tan esquivo y tan poco comunicativo. Las charlas se limitaban a un Grell preguntando cuanta cosa se le ocurría y a un Will que respondía con simples sílabas a cada afirmación, comentario o pregunta que saliera de los labios de Grell, claro que al estar tanto tiempo a su lado bastaba una sola mirada para poder deducir su estado de ánimo, pero ¡no era suficiente!

Se sentía mal por pensar en su esposo como un maldito bastardo, insensible y egoísta, pero al fin de cuentas eso era, no podía negarlo. Y aun se preguntaba qué era exactamente lo que había visto en él para caer rendido a sus pies, era evidente que estaba descartada su gran amabilidad, el hecho de que fuera alguien atento, amable o cariñoso.

Tan solo lo dejo en que fue una aplastante atracción, una tan grande que le inducía a permanecer cerca de él pese al trato frio que recibía, aunque esa manera de ser es una de las tantas cosas que le excitaban de William, y no le importaba el hecho de ser un poco masoquista porque en algún punto se convirtió en su centro de atención.

El sabor de GrellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora