Él y solo él

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— ¿Le dirás que sí? —inquirió Helena con media sonrisa en los labios mientras me abrazaba con fuerza y me empujaba para salir de la cafetería. Negué por segunda vez ante su pregunta.

Mike era un hombre atractivo como inteligente, era todo lo que yo buscaba en un hombre pero él tema es que era un hombre extremadamente aburrido, yo hablaba de literatura o arte y él terminaba diciendo; eso no es cierto. Peleábamos constantemente sin siquiera empezar una relación.

—No Helena, le diré que no. ¿No te das cuenta? —resoplé colocándome la mochila en un hombro para avanzar con rapidez hacia la estación de policías. Helena chilló tirando de mí con los ojos abiertos—. Deja de buscarme parejas, estoy bien así.

—Llevas casi cinco años soltera mujer, no pidas que no te ayude —replicó señalándome—. ¡Aun no entiendo como aguantas no tener un humanito en aquella selva!

—No acabas de decir eso por favor, dime que no lo hiciste —murmuré tapándome el rostro cuando dos oficiales pasaron ahogando una risa, Helena se tapó el rostro riendo y lo único que atine hacer fue entrar a la estación escuchando las disculpas de mi amiga—. No.

—Señoritas —saludó Ruiz—. Si buscan a Richard está con el sargento allá arriba.

—Gracias Nick —respondí siguiendo a mi amiga. Richard era su hermano mayor y casi el mío desde que tengo razón, ambas familias se conocían desde siempre y cuando nació Richard mis padres lo adoraron como si fuera el suyo, desde siempre Helena, Richard y el pequeño Ariel son parte de nuestra familia. Él había estudiado para ser policía, el mejor y desde entonces nosotras sufrimos con la escases de chicos; más Helena—. ¿Crees que nos dé permiso?

—Tiene que —murmuró Helena poco convencida sentándose, la imité y saqué el móvil eliminando los mensajes que Mike que me había enviado. Él parecía no cansarse con su acoso a todos lados en la universidad, pero parte de esa culpa era mía por darle velas en aquel entierro. Una voz seca y ronca se escuchó y me hice la disimulada.

Hank si, ese era el nombre del sargento que había llegado a revolucionar la estaciono con sus métodos ortodoxos y la manera tan cruel de tratar a los criminales, un hombre cruel e inteligente que mantenía el lugar seguro de todos. Todos hablaban muy bien de él, y aunque más de uno decía que era un policía corrupto no habían pruebas de las que si habían era de que era un hombre justo e inteligente.

Hace unos meses lo conocí por casualidad, Helena me había mandado en busca de Richard ya que ella había tenido un problema con su ex, yo entré y con unos ojos chocolate frío me encontré. Un hombre de estatura normal, de ojos fríos y de sonrisa burlona, él tenía cabello corto y arriba de las orejas hebras grises se asomaban dándole aquel aspecto maduro. Él no era ningún joven, pero aun así había llamado su atención de una manera que aún no lograba comprender.

Hank era el sargento de la unida donde trabajaba el hermano de mi mejor amigo, Hank era el hombre que me había alterado con aquella voz seca y demandante, con aquella mirada fría y de actitud tosca.

—Pero que grande estás, Helena —murmuró él deteniéndose frente a las dos, me puse de pie pasando algunas mechas tras mis orejas evitando a toda costa aquella mirada que me estaba volviendo loca. No ahora, no lo intente—. Hola Ali.

—Sargento —respondí con la voz temblorosa levantando la mirada para encontrarme con aquellos ojos. Él sonrió y sacudió la cabeza mientras encajaba sus manos en su pantalón y se balanceaba con galantería. Tanto fue el hechizo que no sentí cuando Richard beso mi mejilla y tiró de mí. Reí cuando jaló de mis cachetes y solo giré para encontrarme con aquella mirada burlona y labios elevados en una sonrisa.

PecarWhere stories live. Discover now