Corrí escaleras arriba sin siquiera decírselo a Oliver. Me di una ducha rápida, solo espero haberme quitado todo el jabón del cuerpo. Estoy segura que Tony creerá que olvidé nuestra salida y no se equivocaría, estaba tan concentrada hablando con Oliver que ni siquiera lo recordaba. Me prendía los botones del jean mientras me ponía las bailarinas, me hice un moño en el cabello para no perder tanto tiempo, la blusa que escogí es una color menta que la familia de Oliver me regaló el día que llegué, aún extraño mi antigua ropa, pero ésta no se ve mal, aún así creo que necesito ir a compararme algo de ropa... ropa que ellos consideren adecuada, solo para seguir con la paz que aparentemente estábamos teniendo. Me estaba poniendo base en la cara para cubrir el golpe que Rubén me dio, cuando alguien golpeó mi puerta:
—Ana... —Oliver, no podía ser otro—. Oye...
—¡Ya voy, ya voy! —grité poniéndome una cadena que tenía de dije una pequeña estrella—. Salgo en un minuto.
No tuve respuesta de parte de Oliver, me miré una última vez al espejo retocando la zona de la mejilla tratando de que se viera lo más natural posible, me puse un labial rosa pálido y abrí la puerta acomodándome los mechones del cabello, estaba dispuesta a saltarme los escalones de dos en dos, cuando choqué con el cuerpo de alguien, Oliver retrocedió unos pasos por el empujón que le di, pensé que había bajado de nuevo, pero al parecer decidió quedarse frente a mi habitación.
—¿Se fue? —pregunté llevándome las manos a la cabeza.
—No, está abajo esperándote —respondió—. ¿Estás segura que quieres ir? Él entenderá si no quieres.
—¡Es que si quiero!
Bajé las escaleras corriendo y Oliver bajó detrás de mí. Tony estaba parado en la sala con una mano dentro del bolsillo, con la otra sujetaba el celular mientras daba unas indicaciones, creo que algún paciente le llamó, se veía relajado, como él siempre se ve. Tenía puesto uno jeans y una camisa de sport color celeste, no pude evitar sonreír, ¿cómo puede verse tan bien? Se había recortado la barba, pero no demasiado.
—Si la temperatura no baja llámame de nuevo, no importa que no tenga sed que beba mucha agua, estaré pendiente, nos vemos —colgó, volteó a verme y su sonrisa estaba allí, tan preciosa y perfecta como todos los días—. Pensé que me habías plantado.
—¿Cómo crees? —me acerqué para darle un beso en la mejilla y él se agachó unos centímetros para recibirlo—. ¿A dónde vamos?
—Ya verás.
Nos despedimos de Oliver, que nos miraba con una media sonrisa. Subí al auto con Tony y me sentí bien, como si el viaje de diez años cargando una piedra de mil toneladas se había acabado por fin. Hablar con Oliver fue lo más catártico que había hecho en toda mi vida, expresé sentimientos que nunca antes había expresado con alguien, di detalles que pensé que irían solo conmigo a la tumba, pero no. Había alguien más que lo sabía y era Oliver. De lo feliz que estaba, no paraba de parlotear, comentaba todo lo que veía y a Tony pareció no molestarle ya que respondía a todos mis planteamientos y preguntas como: «¿Ese puesto de salchichas siempre ha estado ahí? ¿La señora que atiende en esa tienda está casada? ¿Cuántos árboles crees que hay en éste sendero?» Me sorprende que no me haya echado de su auto.
—¿No piensas contarme que te pasó en el ojo? —preguntó mirándome por medio segundo, para luego volver a poner la vista en el camino—. Solo pregunto.
Me toqué la cara recordando la pelea con Rubén. ¿En serio pensé que no lo notaría? Puse las manos juntas sobre mis piernas y miré el camino, ya no tenía mucho que parlotear como al principio. No estaba segura si él ya lo sabía o en realidad Oliver no se lo había contado.
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-¿Lo prometes? -Lo prometo
Teen FictionCuando eres sólo una niña y tienes una vida de ensueño, no eres capaz de imaginar que todo puede derrumbarse en unos segundos. No entiendes la fragilidad de la vida, ni tampoco eres capaz de comprender cómo es posible que las personas que más quiere...