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Las heridas fueron sanadas, pero sus actos no fueron olvidados. El rey le mando una carta a Olimpia, su madre, en la cual le preguntaba sobre los embarazos masculinos. También empezó a investigar sobre la desaparición de las cartas de Hefestión. Le resto bastante importancia al hecho de estar casado, las veces que quería sexo conocía a su esposa, de resto solo era una bárbara jugando a ser reina. Antes de recibir la contestación por parte de su madre partió en busca de tierras nuevas, solo en guerra podría tener a su Hefestión de nuevo, incluso podía deleitarse con su cuerpo. Pero sus planes no salieron como esperaba, parecía que los dioses no quisieran que el avanzara, estuvieron muchos días, o tal vez meses, en medio de la nieve y de las montañas intentando abrirse paso. Alejandro nunca podrá olvidar las palabras de su amigo Nearco "Puede ser que el amor no sea para ti". Esas palabras lo atormentaron durante todo el viaje, pensando en que había dejado escapar a su gran amor. Lo único que lograron fue ser empujados hacia la India, tierras desconocidas y salvajes, en donde no esperaban una buena recibida.

La India se torno como el mismo infierno, los soldados morían por infecciones, picaduras de serpientes o de algún animal invisible. Lo más entretenido de la India fueron los monos, al principio, cuando los vieron, casi todos los hombres combatían ferozmente para matar a sus contrincantes.

Hefestión se había quedado atrás de todos hombres, sentía que algo lo seguía, después se dio cuenta de que estaba totalmente perdido. Intento buscar a todo el campamento, pero la sensación de que algo lo seguía no se iba. Decidió quedarse en donde estaba por un momento para después rastrear la pista de los otros, en verdad esperaba que "alguien" se diera cuenta de su ausencia y lo mandaran a buscar. Mientras esperaba, con mucho miedo de ser picado por un animal, le tiraron algo de color amarillo en la cabeza, nunca lo había visto y le entro curiosidad. Pero su curiosidad creció cuando vio a pequeños hombres encima de los arboles que lo miraban extrañados, se sintió en peligro por lo que sacó su espada y preparo su escudo, estaba solo pero eso no le quitaba el valor de un guerrero macedonio. Si tendría que morir por los pequeños habitantes de esta tierra, moriría luchando, como le habían enseñado. Lo sorprendente fue que estos pequeños hombrecitos no tenían armas, lo único que sacaron imitando a Hefestión fueron los objetos amarillos con hojas de los arboles. Uno de ellos se acerco a Hefestion y le ofreció el banaba. El moreno entendió que no eran más si no animales nada peligrosos, acepto la banana, y puedo llegar a decir que se convirtieron en grandes amigos. Todos los movimientos que hacia el humano el animal los repetía. Le parecieron bastante tiernos, su pelo los hacía ver como un muñeco. Se dio cuenta que las cosas amarillas se comían, aunque le pareció mejor comérselas sin cascara, no como a los pequeños hombrecitos.

De un momento a otro muchos de los hombrecitos se fueron un poco asustados, Hefestión se quedo con el pequeño que le ofreció la banana, lo tenía en sus brazos y pensó que para no se fugara lo tendría que amarrar, así lo hizo y le puso una pequeña correa de cuero, muy fina, en la que tenia amarrado una bolsa de tela con un recuerdo de sus amores. Los dos empezaron a seguir a los otros monos, hasta que llegaron en donde estaban todos los hombres.
-Alejandro detenlos a todos, ellos son animales no enemigos. - Le mostró al pequeño mono que tenía en sus brazos y el rey detuvo de inmediato a todos los hombres. -Gracias, los estabas lastimando. - Se volteó indignado por la brutalidad con que su rey había actuado, seguramente los pobres animales solo los estaban mirando y el ya intentaba aniquilarlos. Últimamente su rey se volvió muy impulsivo y salvaje, parecía que desde lo ocurrido en babilonio solo deseara guerras. Todos los hombres acorralaron al moreno para ver a su amigo, después de explicarles todo lo ocurrido todos intentaban capturar monos, su nombre significaba uno solo porque eran únicos en su raza, para convertirlos en sus mascotas.

Su rey se maravillo con la imagen de su amado con el pequeño mono, podría decir que le recordaban a sus niños, pero sonaría muy burdo, un animal nunca remplazarían a sus pequeños. El sentía que al que más había amado era a la niña. Soñaba con ella, que crecía junto a ellos y se convertía en una hermosa señorita con ganas de conocer el mundo y revelándose contra sus padres, soñaba con una hermosa princesa refunfuñando por ir a visitar a su abuela, podría sonar muy egoísta pero muchas veces soñaba con decirle a Hefestión que se fugaron y tuvieron otro bebe, que esta vez no le fallaría. Pero se acordaba de que Hefestión lo odiaba y nunca más volvería a estar cerca de él.

𝐋𝐚 𝐛𝐞𝐧𝐝𝐢𝐜𝐢ó𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐃𝐢𝐨𝐬𝐞𝐬 (𝐀&𝐇 𝐌𝐩𝐫𝐞𝐠)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora