Dos meses antes de esa noche, cuando Arden y Lindsey aún eran inseparables, cuando los únicos aretes en el septum que Arden había visto eran de rockeros punk en la televisión y los únicos maniquíes con los que se había encontrado estaban modelando ropa en los aparadores, poco antes del final del día escolar en un viernes de febrero, Arden fue llamada a la oficina del director.
Un mensajero se apareció en su clase de Español y habló brevemente con el señor Stephanolpoulos, pero Arden no puso atención porque cuando el director mandaba llamar a alguien, nunca tenía que ver con ella. Incluso aprovechó esa interrupción en la clase para hacer un intento por comprender sus notas, las cuales debían explicarle el futuro verbal, pero que en la práctica sólo decían cosas como "verbos irregulares... algo" y "agregue 'i' o 'e' al final de las palabras SOLO EN PRIMERA PERSONA (??)".
La clase de Español no era su fuerte.
-Arden -la llamó el señor Stephanolpoulos-. Te necesitan en la oficina del director Vanderpool.
Se escucharon unos cuantos "Uuuh" de sus compañeros, pero sin mucho interés; nadie creía realmente que Arden Huntley, de entre todos, se metería en problemas lo suficientemente serios como para merecer una visita al director.
-Tomaré notas por ti -susurró Naomi, la amiga de Arden, quien le agradeció con una sonrisa.
Las notas de Naomi tendían a ser transcripciones palabra-por-palabra de las clases de los maestros con una letra impresionantemente legible, escrita con pluma morada.
Arden levantó su mochila y, siguiendo al mensajero, dejó el salón, recorrió una serie de corredores y bajó las escaleras. Cumberland, a pesar de que su nombre indica lo contrario, era uno de esos pueblos donde la tierra estaba lo contrario de llena. Se ubicaba en el noroeste de Maryland, tan al oeste que casi era Virginia del Oeste, tan al norte que casi era Pennsylvania, a dos largas horas en coche de la ciudad grande más cercana (que era Pittsburgh), en una esquina del mundo que debió llamarse algo como MaryVirginPenn, pero no fue así. Cumberland, la tierra llena, en realidad sólo era tierra. Como resultado, la preparatoria era un espacio enorme, del tamaño de un centro comercial grande, y la oficina del director se encontraba en el otro extremo.
Quizás Arden debería haber estado nerviosa en ese largo trayecto hacia la oficina del director, pero no lo estaba. Sospechaba que tenía algo que ver con su madre y, por lo tanto, se negaba terminantemente a darle importancia.
Finalmente llegaron a la oficina de Vanderpool y el mensajero la dejó bajo el ojo vigilante del señor Winchell, el anciano secretario del director. Esperó en una silla de plástico tan pequeña que iría mejor en una primaria que en la preparatoria Allegany.
Cuando Arden creyó que el señor Winchell estaba distraído, tomó discretamente su celular de la mochila y le envió un mensaje a Lindsey. "Me llamaron a la oficina de Van. WTF".
Un minuto después, Lindsey respondió. Arden sabía que su amiga debería estar en Ecología en ese momento, así que, o se había escapado de la clase, o estaba escribiendo desde allí; ambas opciones parecían cosas que podría hacer Lindsey.
"Mierda" fue la respuesta, y eso le dio el primer indicio de que quizás su mejor amiga sabía más que ella por qué el director quería hablarle. Pero antes de que pudiera preguntar qué quería decir "Mierda" exactamente, el señor Winchell gritó con el tono triunfante de un hombre que dejó pasar su verdadera vocación como carcelero:
-¡Prohibidos los teléfonos!
Tras otros 10 minutos de espera, Arden pasó a ver al director. El señor Vanderpool era un humano absurdamente alto, tan alto que era fácil no notar su calvicie a menos que estuviera sentado, y parecía incomodarse siempre que tenía que enfrentar a adolescentes en vez de a miembros de la junta escolar o maestros. Casi nunca recorría los pasillos, y jamás se dejaba ver en la cafetería; su única interacción con los estudiantes era durante la reunión escolar, momento en que estaba de pie en el escenario y le hablaba a la masa de chicos desde lejos. Al parecer tenía una colección infinita de corbatas con estampados curiosos, lo que, o bien representaba la única área de su vida donde se permitía la extravagancia, o bien era su triste intento por parecer cercano a los jóvenes.
No estaba muy segura de que el señor Vanderpool la conociera, pues esta era su primera conversación real en los casi tres años que ella llevaba en su escuela.
-Arden Huntley -dijo él cuando la tuvo sentada en su oficina al otro lado de su escritorio-. ¿Me quieres decir por qué estás aquí?
Arden lo miró, confundida.
-Usted me mandó llamar, director Vanderpool.
Él hizo un gesto ofendido.
-Eso ya lo sé. ¿Me puedes decir por qué te mandé llamar?
Deseó con todas sus fuerzas que Lindsey le hubiera dicho algo un poco más útil que "Mierda".
-Pues... no lo sé -le respondió al director.
Él se aclaró la garganta y metió la mano en una gaveta de su escritorio. Extrajo una pequeña bolsa de plástico llena de hojuelas pardas.
-¿Esto te parece conocido? -le preguntó a Arden.
-No.
Él suspiró.
-Arden, encontramos esta bolsa de droga hoy en tu casillero.
-¿Qué estaban haciendo en mi casillero? -dijo de golpe Arden, aunque esa, quizás, no era la pregunta que más le intrigaba.
-Chequeo de rutina de casilleros -respondió el señor Vanderpool-. Pero lo que quisiera saber es ¿qué estaba haciendo esto -aquí sacudió la bolsita- en tu casillero?
Entonces supo exactamente qué había significado el mensaje de Lindsey, y además supo la respuesta a la pregunta del director.
Ella y Lindsey compartían casilleros como casi todo lo demás. Gracias a la estúpida burocracia y a la geografía de la escuela, les habían asignado casilleros en extremos opuestos, tanto de una con la otra como de donde estaban la mayoría de sus clases y actividades. Por eso, Lindsey normalmente utilizaba el que era oficialmente de Arden, pues estaba más cerca del gimnasio, mientras que Arden generalmente guardaba sus cosas en el de Lindsey, que estaba junto al auditorio y la biblioteca. Conocían las combinaciones de la otra desde siempre, tanto de sus casilleros escolares como de todo lo demás, y Arden no había encontrado nada más qué beneficios en este arreglo.
Pero eso era antes de que Lindsey, aparentemente, metiera una bolsa de yerba en su casillero.
Arden sabía que Lindsey fumaba a veces: fines de semana, fiestas, lo que sea. La gente lo hacía, no Arden, pero la gente; no era algo grave. Pero ¿cómo pudo Lindsey haber sido tan tonta, tan desconsiderada e imprudente como para llevarla a la preparatoria? Su escuela tenía una política de tolerancia gancia cero: mínimo tres días de suspensión para cualquier estudiante que fuera descubierto en posesión de cualquier tipo de drogas, sin importar el tipo ni la cantidad, aunque si eran de las peores y en cantidades mayores, te arriesgabas a una suspensión más larga o incluso a ser expulsado. Todos sabían eso.
Pero lo peor para Lindsey era que si te encontraban drogas significaba que te expulsarían inmediatamente de todos los equipos deportivos por el resto del año. Sin discusión. Y el equipo de atletismo era la razón de vivir de Lindsey. Amaba correr casi tanto como Arden lo odiaba. No solo eso, sino que el atletismo era básicamente la única esperanza de Lindsey para ser aceptada en una buena universidad. No tenía mucho más que ofrecer. Esa no era la opinión de Arden, por cierto. Era la opinión de incontables consejeros escolares, maestros y hasta de los padres de Lindsey.
Ella sabía lo que sucedería si explicaba exactamente cómo terminó esa bolsa de marihuana en su casillero. Lindsey lo perdería todo por una decisión estúpida y trivial, y la gran ayuda de la mala suerte. Parecía una jugada de Lindsey.
Por fortuna, ella no practicaba ningún deporte.
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Esta Noche Las Calles Son Nuestras
Teen FictionLa vida muchas veces puede ser injusta. Arden Huntley siente eso. Ella siempre fue leal. Sus amigos y su familia la definen así. Pero está cansada de serlo y de vivir preocupándose por personas que no la aprecian realmente. Incluso de su madre, que...