Ángel

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Una sola palabra: otoño.

Esa estación expléndida en la que los árboles muestran sus colores más cálidos y vivos. Ese momento en el que se está a un paso de que todo sea frío, irónicamente, y que sobre las casas caiga la densa nieve.Pero recién eran los comienzos de la estación, por ende, todavía siquiera se habían caído las hojas teñidas.

Mientras tanto un pequeño niño de ojos verdes estaba sobre un cojín, jugando con dos autos de plástico, mientras imitaba los ruidos que estos hacían en la vida real. Esperaba pasiente las galletas que su madre y abuela le habían prometido prepararle como merienda.

Ese día era bastante especial, pues su padre vendría de estar tanto tiempo en el ejército, y es por eso que su madre y su esposa le preparaban algo especial. Estaba casi todo decorado. Harry estaba bastante ansioso, a decir verdad, no había visto a su padre desde hace dos años y es que él tan solo tenía diez.

Pero a pesar de la corta edad identificaba bien los rasgos de su padre. Le era imposible olvidar a alguien que le tenía tanto aprecio, siempre le pareció imposible. Hasta recordaba a la primera niña con la que se ilusionó en el kinder, pero ella tuvo que mudarse y nunca más la volvió a ver, pero aún un vago recuerdo de una cabellera negra y lisa aún permanecía en su memoria. Aunque ya en este tiempo, aquella pequeña no representaba nada sentimental para Harry.

Escuchó una voz. Era su madre que le decía que las galletas ya estaban listas.

Esa tarde se la pasaron bastante bien, pero había algo. Su padre aún no llegaba.

—No te preocupes cariño —dijo Anne, su madre—, me dijo que ya estaba cerca, seguro es el tráfico.

Pero Anne no estaba del todo calmada. Harry conocía esa expresión de angustia que quería ocultar, pero que se le notaba. Asintió, para no darle más problemas. Puso un banquito al lado de la ventana para que así pueda ver cuándo es que su padre llega.

Pasaron las horas, dos exactamente y no había rastros de ni siquiera una llamada. Estaba bastante preocupado. Quería pensar en otra cosa y no en eso que le atormentaba, necesitaba calmarse. A pesar de su edad Harry sabía muy bien que era la muerte y no solo ese resumen que se les da a un niño diciendo que “Descansará y se irá al cielo”, sino que también sabía que si eso pasaba nunca lo iba a volver a ver, y que además, habría sentido dolor antes de morir.

Sacudió su cabeza, no lloraría.

Entonces recordó lo que su abuela le había contado:

Cuando uno muere se convierte en un ángel, y solo los más buenos regresan a la tierra a ayudar a los humanos ”

Recuerda que el le preguntó: ¿Como eran?

“ Son como nosotros, están en todos lados, aunque no lo creas puedes vivir sin pensar con uno. Vienen a la tierra a ayudarnos. Vienen a hacer feliz a otros humanos ”

Sus pensamientos fueron detenidos por una llamada. El salón ya no estaba apaciguado, había la tensión recorriendo y el miedo a escuchar algo que no querían oír, pero que a la vez, era lo que se esperaba.

Su madre contestó, respirando fuerte, se le veía como su pecho se inflaba.

—¿S-si? —dijo—, si, habla con ella. Claro, ¿En dónde?—su mano temblaba y ella también—. Ya...

Colgó.

Contó todo lo que le habían dicho, con lágrimas, y bastante pálida, cogía las llaves a toda velocidad, y le dijo a su suegra que la acompañara. La señora no lloraba, pero parecía realmente triste.

Ese día, para Harry, ya no le pareció tan especial. Pero lo iba a recordar.




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