Feliz Navidad

10 0 0
                                    

Notaba su propio corazón latiendo apresurado contra sus costillas.

Bum bum, bum bum...

 Notaba como luchaba por salirle del cuerpo con cada exhalación.

Bum bum, bum bum...

 Apenas era capaz de escuchar otra cosa que ese constante y acelerado sonido.

 Bum bum, bum bum...

Y eso era lo peor.
Su cuerpo reaccionaba al miedo de forma drástica; todo en su interior se aceleraba, la adrenalina nublaba su  mente y le pedía a gritos que corriera... Pero si lo hacía en tales condiciones, su muerte estaba asegurada.  

Todo había pasado tan rápido que apenas era consciente de como había llegado allí, solo sabía que no se encontraba en un lugar seguro, que debía marcharse... Pero, ¿cómo?

Las luces parpadearon por enésima vez, y por un momento, pensó que los fluorescentes estaban tan muertos de miedo como elle, aunque esto no hiciera más que aumentar su nerviosismo.

Aferrándose a sus rodillas, intentó clamarse, quería vaciar su mente de esa asfixiante sensación de miedo, quería poder pensar algo y no simplemente quedarse ahí esperando la muerte. Así que durante unos segundos simplemente se limitó a respirar.

Solo eso.

Y en cuanto pudo mantener un ritmo semi constante, empezó a percibir estímulos que antes no había captado.

El primero de ellos fue el sonido, la música.

Una lenta versión del la famosa canción navideña Jingle Bells hacía eco entre las paredes de ese pequeño supermercado 24 horas. La melodía le provocó un escalofrío e hizo que un recuerdo le azotara la mente.

Su hermana pequeña  pidiéndole chocolatinas, hecha una bola sobre el sofá. La pobre estaba enfermita y apenas podía moverse debido al resfriado, su padre estaba en la cocina terminando los últimos detalles de la cena, así que tuvo que ir elle  a hacer la compra de última hora.

Después de eso, todo era una masa de borrosa confusión, un completo sin sentido.

La tétrica música le  estaba poniendo los pelos de punta, pero, curiosamente, también le estaba despertando poco a poco, de su letargo.

Lentamente levantó la cabeza y observó lo que le rodeaba, varios estantes de comida prácticamente vacíos, paquetes de comida por el suelo, algunos incluso abiertos, llenando así el suelo de lo que antes habían contenido.

La música cada vez parecía más alta, debido a que cada vez era más consciente de lo que le rodeaba, más consciente de que el peligro estaba ahí y que tendría que tener la mente fría para poder escapar.

Insegure, se levantó y se asomó desde detrás del estante que había tras su espalda y pudo ver la salida a unos 30 metros. El exterior estaba completamente oscuro, únicamente se podía intuir algo de luz en la distancia, allí donde había una farola. Casi que le imponía más el exterior que encontrarse atrapada en ese supermercado. 

Tengo que moverme... ¡tengo que salir de aquí!

Respiró con profundidad y con rápidos movimientos pasó al pasillo de al lado, un poco menos destrozado que el anterior. Este exponía material deportivo de todo tipo, pero en lo que nuestre protagonista se centró, fue en un pequeño montón de mochilas que estaban en el suelo.

Entonces algo en su interior le dijo que si era capaz de llegar a su casa, no querría volver a salir nunca al exterior.

Se pensó lo que iba a hacer durante unos instantes, mirando a una de esas mochilas y al cabo de unos segundos la tomó, abriéndola para empezar a meter en ella todo lo que le pareció útil de ese y de otros pasillos. 

Cuando estaba a punto de terminar de llenar la bolsa, escuchó algo romperse, un par de pasillos a su izquierda. Su corazón pareció saltarle dentro del pecho, luchando de nuevo por salir al exterior mediante fuertes arcadas, mientras por instinto se dejaba caer al suelo para quedar oculte por completo por el estante de alimentos.

A ese ruido se le sumaron otros de distintas intensidades, de forma completamente aleatoria y desquiciante. Esto hizo que su cuerpo empezara a temblar, si antes tenía que salir de ahí... Ahora DEBÍA salir de ahí. Cerrando la mochila con lentitud para no hacer mucho ruido, se asomó por encima del estante, viendo aquellas sombras oscuras moviéndose en aquel pasillo a su izquierda. 

Los ojos se le abrieron más de lo normal. Nunca se habría podido imaginar nada parecido. Una silueta negra, parecida a la de un reptil, sobresalía por encima de uno de los estantes, moviéndose de forma fluida entre suaves gorgoteos.

El pánico intentó controlarle de nuevo, pero se mantuvo fríe; tenía que mantenerse así si quería sobrevivir. Respiró profundamente, y con lentitud empezó a avanzar hacia la salida, por uno de los pasillos más alejados de esas criaturas.

Intentaba no hacer ningún ruido pero el suelo estaba lleno de pequeñas trampas que le harían crear sonido e incluso tropezar.
La tensión era máxima y la concentración requerida para cumplir su propósito, era sin duda descomunal.

Poco a poco fue avanzando, y aunque cada vez le quedaba menos para llegar a la salida, en su mente, parecía no avanzar.
La ansiedad le estaba podiendo, y pronto cometió un error fatal.
Echar a correr.

La música seguía sonando, cada vez más lenta, cada vez más grave.
Pero las criaturas no la escuchaban, ellas solo percibían el ruido de los zapatos de su presa, chocando con fuerza contra las blancas baldosas del suelo a un ritmo constante.

Elle no llegaría a la puerta,
ni podría escuchar ninguna otra canción jamas.

Cuentos para leer por la nocheWhere stories live. Discover now