While the angelus was ringing

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Para el joven Basseri, la vida solo se disfrutaba si se gastaba el dinero en las cosas que solían dar placer. ¿De que servía ser joven y rico si seguía una vida aburrida y monótona? Eso lo había aprendido tan solo unos años atrás cuando había dejado de lado los estudios y se había enfocado en la actuación. Con ambos padres siendo parte del séptimo arte, había tenido suerte y en esos momentos era un joven famoso y cotizado. Decidió dejar a un lado a su familia y emprender el camino solo con la compañía de sus "amigos", quienes lo llevaban a probar cosas nuevas. Así fue como terminó bebiendo alcohol y usando otras drogas aparte de la marihuana, en la cual se inició desde niño, que lo llenaban de un gozo efímero e inútil. Sin embargo, él disfrutaba de aquello y para él, eso era lo importante. Nada más.

—¡Basseri! —gritó el hombre desde el otro lado de la acera—. ¡Basseri! —repitió sin recibir respuesta alguna. Miró a ambos lados de la calle y cruzó rápidamente—. Oye, Basseri, ¿no me escuchas? —cuestionó llegando al lado del joven y dándole un leve empujón en el hombro.

—¿Omar? —preguntó él mirándolo a través de los lentes oscuros.

—Sí, hermano, soy yo. ¿Se puede saber porque me citaste aquí? —quiso saber señalando a su alrededor.

La víspera de navidad era el momento perfecto para que todas las personas con sus días libres y vacaciones invirtieran su dinero y ganancias de todo el año en la tan famosa festividad. Las calles estaban abarrotadas de guirnaldas, santa Claus, renos, bastones, luces, pinos y nieve. El espíritu se apoderaba de todos, o bueno, por lo menos de la mayoría.

—Podrías haberme citado en tu casa —continuó hablando Omar.

—Sí, pero está hecha un desastre —respondió Aden, o Basseri, como lo llamaban sus proveedores.

El hombre se encogió de hombros. —Ven, mejor vamos al callejón —habló tomándolo del brazo y conduciéndolo hasta donde hacía unos segundos lo llamaba a voces.

—¿Trajiste lo que pedí? —preguntó Aden sin deshacerse de sus lentes.

—Por supuesto. —Omar sonrió abiertamente mostrando un brillante diente de oro—. Pero antes de dártelo, hermano ¿qué pasó? ¡mírate! —exclamó mientras le quitaba los lentes revelando unos ojos rojos y brillantes—. Vaya, ¡estás en la cima Basseri! —Rio. Aden le arrebató de nuevo los lentes y se los puso sin mucho cuidado.

—No te importa, Omar —refunfuñó—, tu solo dame lo que me trajiste.

—Claro hermano, pero no te sulfures —repuso levantando las manos en un supuesto intento de calma—. ¿Tienes mi dinero?

—Siempre. —El joven sacó del pantalón un fajo verde y se lo extendió.

—Así me gusta —canturreó el hombre recibiendo los billetes y entregando a cambio una bolsa con un polvillo blanco.

—Gracias —repuso Aden disponiéndose a salir de aquel callejón, pero un brazo lo detuvo. Se giró y miró al hombre enarcando una ceja—. ¿Qué quieres, Omar? ¿El dinero no está completo?

—No es eso hermano, solo quería saber si tenías un plan para esta noche —preguntó con interés.

—Una supuesta cena con la gente de la película —respondió de mala gana—, ¿por qué?

—Suena aburrido, Basseri —aceptó el moreno—, en el club haremos una celebración en grande. Ya sabes tú como son, ¿te apetece? —invitó.

—La verdad es que no —declinó con indiferencia y afán. Necesitaba una dosis del paquete que llevaba en el bolsillo y aquella conversación solo retrasaba todo.

Un cuento navideñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora