«Nostálgico, prudente y utópico.
Fugaz e intrigante.
Libre y encerrado.
Próximo y remoto.
Dulce y amargo.
Deseos...»
Miedo-Mientras no duermo Aitor Meléndez Martínez, Poesía
Las calles estaban vacías, el frío invernal se adhería a cada rincón del lugar provocando que estuviesen desérticas. Lo único que se escuchaba era la tos de un par de vagabundos.
Zen caminaba sediento, aunque en esta ocasión su sed se debía a algo mucho más atrayente e incluso peligroso que a lo que estaba acostumbrado, algo que le había obligado a permanecer oculto en el mismo lugar toda la noche. Divisó a lo lejos a una mujer embarazada y corrió hacia ella justo antes de que entrara en un portal. La cogió de su blanco y largo cuello con una mano mientras que con la otra agarraba el cabello negro y rizado de la joven, deleitándose con su aroma. Las llaves de la mujer cayeron al suelo, seguido de sus pertenencias. Ni siquiera se había percatado de que alguien la agarraba por detrás hasta que notó su gélida piel sobre su rostro.
—No me hagas daño, te daré todo lo que tengo. Por favor, estoy embarazada, se lo suplico —le imploró en vano.
—No es tu dinero lo que yo quiero.
Zen le apartó el cabello del cuello mientras hincaba sus dos coImiIIos bIancos como eI marfiI en eI cáIido y palpitante cueIIo de la joven. Sintió cómo estos se hundían en la carne, cómo el corazón desbocado de la mujer aceleraba la trayectoria de su sangre hacia sus labios. A duras penas consiguió detenerse. Se retiró con sumo esfuerzo dejándola caer al suelo exhausta, luego se hizo un corte en Ia muñeca provocando que una fina Iínea de sangre goteara hasta caer en la boca de la joven. Ella agonizaba de dolor presionando el cuello con sus manos, tosiendo, intentando en vano expulsar ese líquido frío que recorría sus labios hasta adentrarse en su interior.
Zen vislumbró el horizonte, los rayos de sol comenzaban a salir con lentitud. Podía sentir cómo le abrasaba la piel, y aquel hecho era lo que le había alarmado provocando su repentina marcha. No había resultado tal y como había previsto, pero no podía quedarse para ver eI finaI.
Mientras se alejaba a una velocidad vertiginosa, la sangre de Zen recorría el estómago de la joven y a la vez el del futuro bebé, provocando, sin ella saberlo, un cambio en ambos.
*****
—Dios mío Morgan. ¿Qué te ha pasado? Voy a llamar a una ambulancia, no te muevas. Tranquila, todo saldrá bien —profirió su marido mientras sostenía el teléfono con una mano y la calmaba con la otra.
Morgan se sentó en el sofá mareada y tiritando. Todo en ella le dolía. Lo asociaba al susto y a su avanzado estado de gestación. Todo cuanto le importaba era que su bebé estuviese a salvo.
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Ángel de Sangre
VampireLaius es un joven vampiro criado entre las sombras por un inmortal poco dado a la conversación, pero muy recto en cuanto a las normas que rigen su mundo. Las ansias por descubrir sus orígenes harán que se vea envuelto en medio de su propia moralidad...