I

1.3K 79 1
                                    

Narra Evie

Iba camino a la escuela, un sabado por la mañana. Razón; simple: Iba a enfrentar un castigo de, nada más ni nada menos que, ocho horas.
Estaba llegando a las tan conocidas escalerillas, cuando escuche un sonido de un auto clavando sus frenos. Me dí la vuelta observando la situación, Encontrándome con unos ojos negros profundos, llenos de sufrimiento. El chico ni se había inmutado, siendo que estuvo a punto de ser atropellado por un automóvil bastante amplio, del cual supuse salió otra chica para cumplir el mismo castigo que yo. Era bastante atractivo y su mirada penetrante y desafiante me incitaba a querer saber más sobre él; vestía jeans holgados, zapatillas tipo botas altas negras, con una bandana roja atada a una de estas y una "chaqueta" larga que no dejaba ver él resto de su atuendo. Su cabello era castaño oscuro, lo cual quedaba perfecto con su piel bastante bronceada. Inconscientemente me mordí él labio al ver los suyos los cuales, ante mi reacción, ví curvarse en una pequeña media sonrisa desafiante.
Aparte mi vista rápidamente, tomando impulso para seguir caminando, llegando a la biblioteca, la cual sería el punto de encuentro para los castigados. Mientras me sentaba dirigí mis ojos a los que se encontraban presentes en aquel lugar. Ya había visto a la chica que se había bajado del auto, quien tenía pintas extrañas, iba toda vestida de negro con el pelo en su cara y su postura algo encorbada. Luego estaba otra chica, parecía aniñada y algo caprichosa a decir verdad, vestía pollera de cuero marrón con una chaqueta a juego, y por debajo de esta una blusa escotada rosada. Su pelo era rojizo y peinado hacia un costado. Lo que debe gastar la chica en fijador, dios...
Volviendo al tema, hay otros dos chicos. Ambos son rubiones, solo que uno es flaco y parecería vulnerable mientras que el otro parece formar parte de algún equipo de deportes o algo por el estilo. Después de unos minutos de analizar, llegó él. "El chico rudo" como decidí apodarlo venía a paso lento con una media sonrisa, mostrando ligeramente sus dientes. Venía hacia mí, me estaban entrando los nervios...
-Ohh, miren a quien tenemos aquí, la señorita acosadora en persona- apenas dijo eso desee que me tragara el mundo, baje mi vista y me fui al asiento de al lado, dejando mi bolso en el piso y sonrojandome ligeramente. Agradezco el hecho de que ningún presente se inmuto a lo dicho por el moreno, el cual me guiño el ojo y se posicionó a mi lado, haciéndome sentir aún más incomoda.
Al poco rato llego a la sala el señor Richard Vernon, Quien se sintió sumamente sorprendido al notar que todos nos encontrábamos allí, a tiempo.
Dió unas pautas a seguir, y una tarea que terminar-la cual consistía en decir quienes eramos y porque estábamos allí-.
Estábamos todos tan aburridos... Tome una hoja y un lapiz de dibujo de mi bolso, captando la curiosidad de mi compañero de banco, quien ahora sabía, se llamaba John Bender. Comencé con trazos finos y ligeros, haciendo bocetos a mano alzada, para luego seguir la estructura y dibujar partes del cuerpo...
Seguí dibujando, mientras notaba la mirada de Bender en mí, reflejando su asombro, lo note algo hipnotizado a decir verdad, lo cual me saco una sonrisa suave.
Termine rápidamente logrando la mirada de admiración de John en mí.
-¿Donde aprendiste a dibujar así?
-Dibujo hace mucho tiempo, y nunca tuve un solo profesor... He aprendido en muchos lugares aunque ahora lo hago por mi cuenta...
Lo mire tímida con una sonrisa dulce y sincera, al final termine obsequiándole mi dibujo ya que mostraba tanta admiración hacia tal. Aunque me equivoque en esa última parte, ya que la admiración no era hacia el dibujo, si no hacia mí...
Por un momento esa mirada perdida en soledad y tristeza cambio a una más alegre, y pude notar algo de brillo en sus ojos. Me agradeció con un tono más simpático para después de un rato pedirme un retrato de él mismo. Me reí ante su actitud, aceptando la consigna dada por él mismo. Rápidamente deje de reír, al ver a Vernon llegar de su oficina. Espero que no me haya escuchado.
-Señorita Parker, me gustaría que cambiara de asiento con la señorita Standish. Y lo mismo va para ustedes señores Bender y Clark.
Rápidamente tomamos nuestras cosas con John y nos pasamos al asiento de adelante, el cual lo cubría una madera, impidiendo ver debajo del busto. Nos miramos impacientes con Bender y sonreímos de igual forma cuando el amargo director se fue.

Fuck You, BenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora