EL MARIDO

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Masajeaba su cabeza soportando la ira, el enojo y la bendita furia por lo que le había pasado. Respiraba con fuerza mientras pensaba como saldría del enorme problema en el que se encontraba.

Esto era sin duda una dura prueba. Se había confiado. Una regla de oro, que había roto. "Nunca confiar"

Ahora era el hazmerreír del momento. La burla viva.

Y tenían razón al hacerlo, la forma en que lo habían engañado era de niños. Había caído en el truco más fácil, que ni el más inocente caería.

Dos de sus tres contadores, se habían liado para robarle millones a la empresa. Ahora no solo la más grande de sus empresas estaba propensa a un despido masivo si no que el pago adelantado de sus aviones de futura venta, tenía que ser regresado.

La empresa caía a pico en la bolsa. Los accionistas reclamaban, la prensa no hacía más que insistir fuera de su empresa para presionarlo. Todo iba hacia una quiebre inevitable. Y el golpe que se daría al llegar al final del abismo iba ser más doloroso que la muerte.

Debía encontrar a esos dos conspiradores. ¿Pero cuando los tuviera que haría? Mejor dicho que haría ahora, como solucionaría todo si prácticamente no tenía nada.

El intercomunicador comenzó a sonar. Lo miro indeciso de contestar. Pero después de una eternidad de timbrazos lo levanto.

—¡Dije que no me pasaras llamadas!— grito.

—Lo siento Sr. Chrysomallis pero la Srita. Diamantidis insiste en pasar a verlo— tartamudeo su secretaria, tan nerviosa, como él se encontraba.

Se quedó mudo, que rápido había llegado Ilia para burlarse de él. No quería nada que ver con ella.

—No la dejes pasar— y colgó con fuerza, seguro esta negativa golpearía a su ego. Pero que le importaba dañarla en ese momento, era más preocupante su situación actual, que ver sus muecas de enfado.

De nuevo masajeo su cabeza, debía pensar en cómo resolverlo todo. Él tenía el dinero para regresarle a sus clientes, pero sus trabajadores, como los salvaría. Como alejaría la nube negra que estaba en Chrysomallis Company. Zafo el nudo de su corbata, esa presión que sentía lo estaba dejando sin aire.

Pero debía encontrar la forma de salir del abismo al que había sido arrojado.

Se recostó en su silla, ideando miles de planes, pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando comenzó a escuchar gritos afuera, dos mujeres peleaban y gritaban, angustiado de que los reporteros, hubiesen pasado las puertas del edificio, se levantó, solo para ver pasar a una elegante mujer, en un entallado vestido rojo.

—Que mal servicio tienes Alex, jamás pensé que llegarías ser un arrogante tirano hijo de puta— dijo la mujer con su sensual voz.

Alex recorrió su vista por toda ella. Estaba sorprendido por lo que veía. No podía creerlo siquiera. Esa mujer se había ido de su vida, por mucho tiempo. Jamás pudo olvidarla.

Pero la imagen que había guardado de ella era tan diferente a la mujer que tenía en frente.

Los dos se quedaron mirando sin decir nada. Ella también lo observaba tan detenidamente como él.

El reencuentro había sido fuerte e inesperado.

Por ultimo sonrió.

—Señor, no pude detenerla— se disculpó nuevamente su secretaria.

—Y acaso alguien podría— confeso la mujer con voz de mando, sin dejar ser femenina y sensual.

Alex tenía frente a él, a la villana de la familia Diamantidis.

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⏰ Last updated: Dec 27, 2017 ⏰

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