—¡Muévanse escoria! —exclamaba un hombre mientras golpeaba a los 36 jóvenes recién llegados los cuales iban en edades de los 15 a los 20 años, entre gritos y golpes todos fueron llevados a la explanada central donde fueron desnudados frente a los demás prisioneros—. ¡Les presento a sus nuevos compañeros! —las miradas de cada uno de los que estaban a su alrededor los hacían sentirse sucios y avergonzados, cuando se les permitió vestirse lo hicieron tan rápido como pudieron para luego ser llevados a sus respectivas celdas.
Cuatro fueron llevados a uno de los pasillos más alejados, antes de ingresar a su respectiva habitación con un fierro caliente se les marco un numero en su espalda a la altura del hombro, sus esposas fueron retiradas de sus muñecas y tobillos—. Procuren no enfadar a su compañero —fue la advertencia que les dio su "cuidador" mientras se alejaba riendo maliciosamente.
Al ingresar observaron atentamente su celda; un piso de fría piedra al igual que las paredes, al fondo una pequeña ventana con barrotes, un lavamanos en la parte derecha superior y un pequeño excusado frente a este, sentado contra una de las paredes del lugar se encontraba un chico de unos 19 años con la mirada apuntando hacia abajo. Con cierto miedo se aproximaron hacia quien era su compañero, y aunque no los estuviera mirando podían sentir cierta hostilidad en el ambiente—. Dis... disculpa —hablo uno de ellos con voz temblorosa.
Aquel chico levemente elevo su cabeza mirándolos fijamente, ante su fría expresión, los chicos pese a mostrarse tranquilos pudieron sentir algo de miedo—. El... el guardia nos dijo que... de... debías ponernos al corriente sobre este lugar —dijo finalmente otro del grupo.
Un nuevo silencio nació, tras unos momentos el chico simplemente se volvió a bajar su cabeza sin dar respuesta, ante su indiferencia uno cogió confianza antes de hablar—. ¿Qué no nos estás escuchando? —grito molesto, ante su reacción hizo que los otros 4 también se acercaran igual de molestos.
—¿Quieren iniciar una pelea? —pregunto el chico con demasiada tranquilidad para ser alguien superado en número—. ¿Acaso no temen perder sus vidas?
—¿A alguien le importa? —inquirió uno de los chicos—. Estamos en Infernum, ¿Qué más bajo hay que esto?
—Realmente son solo un puñado de niños estúpidos —comento el chico recargado contra la pared, al levantarse dio unos pasos hacia la ventana y se giró a ver al grupo que en sus rostros tenían una mirada desafiante—. Si quieren pelear, adelante.
Entre ira y rabia uno a uno se fue lanzando contra el mayor quien con facilidad los esquivaba y los golpeaba, al oír sus quejidos de dolor un guardia abrió la puerta, pero para cuando ingreso todo había acabado.
—¿Dastan que significa esto? —pregunto exaltado el guardia al ver a los 4 nuevos tumbados en el piso llenos de moretones y sujetándose el estómago, al momento llego Cestro, el mismo guardia que había conducido a los jóvenes a esa celda, con una sonrisa maliciosa en su rostro.
—Vaya, vaya con que dando problemas desde el primer día —dijo mirando con aún más malicia a quienes estaban tumbados en el suelo haciéndoles sentir como un gran miedo les recorría la espalda—. Quien diría que sería los primeros en ser castigados.
—Se equivoca —hablo repentinamente Dastan haciendo que todos lo miraran—. Yo fui el que los golpeó sin motivo.
Cestro lo miró desafiante, desde que había llegado jamás había conseguido que le temiera, podía someterlo, golpearlo, intimidarlo, pero nada conseguía hacer que lo mirara con miedo.
—Bueno, si así son las cosas, tendrás que acompañarme.
Dastan obedeció y tras salir de la celda esta fue cerrada, los cuatro chicos no podían entender porque su compañero se había adjudicado toda la culpa, cuando sus dolores desaparecieron solo podían esperar el regreso de Dastan, llegada la noche por fin regreso, pero con sus ropas rotas y con varios golpes por todo el cuerpo. Aunque deseaban hablar ningún fue capaz de decir palabra alguna y en silencio observaron como se recargaba contra una pared y lentamente se iba deslizando hasta estar sentado sobre el frío piso.
—¿Por... por qué nos defendiste? —le preguntó uno de los chicos el cual se aproximó un poco a Dastan más este permaneció en silencio —Dastan, ¿Ese es tu nombre? —preguntó otro cuyos ojos eran de un color grisáceo claro.
El chico elevo su mirada dejando ver a ambos chicos su rostro lleno de raspones—. Dastan, Dastan Crawford
—Yo... yo me llamo Theo Colins —se presentó el mismo chico de los ojos grisáceo—. Q-quería pedirte disculpas por agredirte.
—¿Theo por qué te disculpas con él? —pregunto un chico de cabellos castaños—. ¿Qué acaso no fue el quien nos dejó todos golpeados?
Theo miró unos momentos a Dastan pensando un poco sus palabras antes de hablar—. Pe... pero nosotros fuimos quienes empezamos la pelea y sin embargo Dastan fue quien se llevó el castigo. Los tres restantes reflexionaron las cosas, y pese a sus orgullos sabían que Theo tenía razón—. Lamento haber intentado golpearte —se disculpó el chico de cabellos castaños y ojos negros que se había aproximado—. Me llamo Aksel Swan.
Con algo de esfuerzo los dos chicos restantes se presentando; Nick Fiels y Troy Byrd, ellos también se disculparon.
—Deben tener cuidado de a quien le buscan pelea, sería una lástima que murieran en este apestoso lugar —comentó Dastan mientras con algo de esfuerzo llegaba hasta la que era su cama—. Además, ese tal Cestro no tendrá clemencia si lo provocan —los cuatro chicos permanecieron atentos a cualquier cosa que fuera a decir—. Si anhelan alzar su vuelo y volar lejos los ayudare en lo que pueda.
Agotados por lo tenso que había sido el día, imitaron al mayor dejándose llevar por el sueño, finalmente su día terminó con las palabras de aliento de alguien inesperado.
ESTÁS LEYENDO
Infernum (YAOI R-18)
Teen FictionAquí nadie es humano, somos mero ganado, vidas arrebatadas, sueños destrozados, todo se vuelve insignificante cuando caes en este sitio, comé quien debe comer, muere quien debe morir, tu suerte supondrá tu supervivencia o tu perdición. *************...