Capítulo 01.

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"El tesoro del sol. Está ahí cuando sale el arcoíris. Está ahí cuando se produce un eclipse o se desencadena una tormenta."   


—NEIL RICHARD GAIMAN  



Existen cosas hermosas en el mundo, personas hermosas incluso, que te atraen como la fuerza gravitatoria seduce a la Luna y la mantiene atada a la Tierra, obligando al satélite a girar y girar alrededor del planeta que la ha hechizado, sin posibilidad de descanso, sin posibilidad de escape. La Luna ha quedado encantada y creo que aunque tuviera la oportunidad de liberarse de sus cadenas y alejarse, no lo haría. Por millones de años ha estado bajo el yugo de la misma fuerza atrayente que seguramente ya no sabe cómo vivir siendo libre, y tampoco es que lo desee.

Mientras finjo leer la contraportada de un libro del que ni siquiera conozco el título me doy cuenta de que, al igual que la Luna, he quedado embelesado por una fuerza de atracción tan poderosa que no podía ser de nadie más que del Sol mismo. Su luz me atrae como las farolas en las calles atraen a los insectos, pero yo, a diferencia de esos bichos, no me atrevo acercarme a la luminiscencia por miedo a la incineración. Oculto entre estanterías repletas de libros me paseo a su alrededor, admiro desde una distancia prudente esa flama luminosa en la que tanto deseo quemarme, e imagino el placentero dolor que sería el arder en sus brazos.

—Sólo habla con él, hyung. —Hoseok lo ha repetido tantas veces, en algunas ocasiones con un tono socarrón y burlesco, en muchas otras lo hace con una seriedad que me hace creer que está cansado, cansado de mí y de mi cobardía doblegante.

Tengo miedo a quemarme.

Tengo miedo de ser rechazado y también tengo miedo de ser aceptado.

—No es tan sencillo —respondo, siempre evitando su mirada porque los ojos no saben como mentir. —Además no quiero hablar con él, es apenas un niño.

Y sé que Hoseok no necesitar ver mi ojos para darse cuenta de que estoy mintiendo, aún así sonríe y niega con la cabeza y yo agradezco que no siga insistiendo. Cuando devuelvo la mirada a mi Sol me doy cuenta de que ya no está en el mismo lugar, se ha ido, y detrás de él sólo ha quedado frío y oscuridad. La bombilla parece no iluminar lo suficiente y me pregunto cómo los estudiantes que aún permanecen en la estancia pueden seguir leyendo tranquilamente si no hay luz alguna que alumbre las letras impresas en sus libros.

Quiero salir de la biblioteca, seguir sus propias pisadas hasta que éstas me guíen a donde él se encuentra. No lo hago. Cojo otro libro y sin molestarme en leer el título lo llevo hasta el cubículo de la bibliotecaria, quien me recibe con una sonrisa amable que yo no correspondo.

—¿Otro libro, Yoongi-ssi? Leer te debe gustar mucho —La mujer ensancha la sonrisa y yo sólo asiento. —Veamos que tenemos aquí.

Cuando la bibliotecaria ha terminado de hacer lo suyo y me ha entregado de nuevo el libro me dispongo a salir del edificio. Afuera me recibe el viento helado de Diciembre que esa mañana trajo consigo la nieve. El suelo ha sido tapizado por una delgada alfombra blanca e inmaculada, al igual que los árboles, completamente despojados de su verdor. Es un día frío y gris, desprovisto de vida. No hay demasiados alumnos caminando por los patios, todos inteligente-mente refugiados dentro de sus salones o en alguna cafetería, los pocos valientes que se atrevieron a salir estaban enfundados en capas de ropa y se apresuraban a llegar a sus destinos. Por ello me sorprendí al oír una risa escandalosa que en la soledad reinante se alzaba como el único sonido, conquistando cada rincón del campus. Fue inevitable no mirar, como también lo fue el no sentir como mi corazón daba un salto para después detenerse a la espera de algún estímulo que lo animará a latir una vez más.

Mi Sol jugaba con la nieve caída junto a alguien que no pude identificar y que inmediatamente pasó a segundo plano. Corría tratando de evitar los blancos y fríos proyectiles que le eran lanzados, su rostro era iluminado por una sonrisa que mostraba todos sus dientes y el sonido de su sonrisa se colaba dentro de mi cuerpo por cada poro de mi piel reclamándolo como suyo y haciéndome sentir con vida. Mientras lo observaba correr y reír pude notar como las nubes se disiparon y la nieve se derretía, los árboles recuperaban su color verde y algunas flores brotaban de entre las grietas en el cemento. Un día de invierno se convirtió en uno de primavera gracias al calor que el Sol irradiaba. Cuando el muchacho se perdió detrás de un edificio también se perdió la calidez, el tiempo volvió a correr a la misma velocidad y la nieve y el frío regresaron a su reinado de hielo.

Me apresure a llegar a mi edificio, preguntándome como ese fugaz momento de primavera pudo verse tan real ante mis ojos y sentirse tan real ante mis sentidos. Mi piel aún cosquilleaba gracias a las suaves y cálidas caricias de los rayos del Sol.

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Margot al habla:

Como dije son capítulos muy cortitos (y muy cursis, Min Yoongi es muy cursi), ya tengo escritos tres y no sé si subirlos de una vez o esperar un poco, ya veré como reacciona el publico y si les gusta pues lo subo más pronto. Los amo.

20 DE ENERO || TAEGIWhere stories live. Discover now