31 DE OCTUBRE DE 1992
Son las diez de la noche en Madrid, no hace nada de frio ni aire y una de las más noches esperadas del año. María Dolores, a la que sus amigos llaman Lola, ha quedado con sus amigas y compañeras de piso, además de Iván, Raúl y Marcos. Ellos son cuatros amigos, van juntos a algunas clases en la facultad, y su amistad es desde hace años.
Han planeado pasar esta noche y el día siguiente, el de todos los santos, juntos y desconectar de los exámenes.
Marcos no hace otra cosa que intentar acercarse a Lola e incluso besarla, pero ella se niega. Ella está bailando con sus compañeras de piso, divirtiéndose.
Se siente atraído por ella desde que eran unos críos, pero a ella no le gusta nada. Es más, hay veces que no le soporta y menos cuando se pone en plan cansino, todo el día detrás de ella como si fuera un perro faldero.
La fiesta está animada, están en un bar escuchando a La Unión, algunos jugando al billar y otros a los dardos, bebiendo cerveza. Pasándolo bien, festejando la noche.
—¿Y si nos vamos de aquí? —Dice Raúl en voz alta—. Ésta fiesta es un coñazo, apenas nos queda dinero para beber algo más de alcohol.
—¿Qué quieres hacer? Aún es pronto para regresar a la facultad.
Marcos se sienta en una silla, no deja de mirar a Lola desde la mesa mientras habla con Raúl y ella está a punto de meterle uno de sus famosos tortazos además de fulminarle con la mirada.
—Olvídate de Lola, no estás a su altura. —Da un sorbo a su cerveza.
Aparece Iván, interrumpiendo la conversación, con varias cajas de botellines de cerveza y bolsas de patatillas con una sonrisa de oreja a oreja dibujada en su cara morena.
—Vayámonos de aquí, he tenido una idea.
—¿Qué idea?
No responde a la pregunta, sólo les guiña el ojo. Les dice que se suban al Golf.
Lola también se va con ellos y se despide de sus amigas que siguen bailando.
Iván mete la llave en el contacto y ponen rumbo a las afueras de Madrid. Él decide ir por una carretera secundaria por la cual tardan más de cuarenta minutos hasta llegar al lugar para que la Guardia Civil no les pare.
Esa noche patrullan por la ciudad parando al todo el mundo.
—¿Por qué coño vas por aquí? —Pregunta Raúl—. Ve por el centro, joder.
—No, vamos por aquí. No quiero encontrarme con esos picoletos y menos contigo que te lías a guantazos con todo el mundo.
—Porque se lo merecen, tanto tocar los cojones con ese trajecito verde que se creen los reyes del mundo, los muy soplapollas.
Todos bajan del coche. Iván lo aparca justo enfrente de una verja de hierro que esta enrobinada, atada con una cadena en las mismas condiciones y rodeada de árboles y plantas trepadoras que apenas dejan visibilidad. Sólo se ve un camino que cada vez se hace más estrecho hasta donde alcanza la vista.
—¿Estás loco? ¿De verdad pretendes entrar ahí? —Iván asiente.
—¿Qué te pasa Lola, ya estás cagada? Anda súbete las bragas que lo vamos a pasar de muerte.
Lola le responde sacándole el dedo índice y como respuesta le espeta un:
—Gilipollas.
—La razón por la que estamos aquí es muy simple Un viaje a Mallorca.
El silencio hace acto de presencia ya que no entienden que tiene que ver un viaje a Mallorca con ese lugar.
Iván mete la mano en uno de los bolsillos de su cazadora y les entrega un papel que esta doblado. Lo abren y ven que se trata de un anuncio que regalan un viaje a quienes hagan un video que tenga como factor principal la investigación sobre un lugar que haya pasado algo interesante.
—¿Me entendéis ya?
Raúl y Marcos siguen mirando el papel, pero Lola sabe que es lo que quiere hacer y no le parece buena idea.
—Ese sitio no es bueno, mi abuela me contó cosas.
—Por eso mismo, Lola. ¿No quieres ir de viaje con todos los gastos pagados y ver Mallorca? Solecito, playita,...
—... Suecas en bikini, tías buenas, tetas al aire, chochitos ricos.
Los chicos estallan en carcajadas y se chocan las manos.
—¿Y tiene que ser ahí? Hay más edificios en Madrid. —Pone los ojos en blanco al escucharles.
Mientras debaten con Lola, la cadena que sujetaba la puerta se cae sin que nadie la toque y la verja se abre, chirriando, con la fuerza del viento que empieza a azotar y agitar las ramas de los árboles. .
—¿Ves? Hay que entrar, es una señal divina.
—Señal divina... —Refunfuña—. No blasfemes. Sé lo que me digo y ahí hay cosas malas.
—Veeeeenga, que yo te protejo. —Marcos la rodea por el cuello con el brazo y ella se zafa.
Caminan por el camino que lleva hasta la puerta principal del antiguo sanatorio que fue cerrado hace más de treinta años.
YOU ARE READING
Susurros en la oscuridad
Misterio / Suspenso31 de octubre de 1992. La noche de Halloween está siendo aburrida para el grupo de amigos formado por Lola, Iván, Raúl y Marcos. Un grupo que se conoce de hace muchos años y que esa noche cambiará sus vidas para siempre. Un viaje a Mallorca es el su...