BIOSTROR: ALIENS Y ZOMBIS

Introducción

El pequeño pueblo de Palco había sido víctima de acontecimientos extraños en las últimas semanas. Cada día pobladores se mudaban a la ciudad pues temían por sus vidas. Las escuelas suspendieron actividades, y muchos comercios permanecieron cerrados. El toque de queda después de las siete de la tarde se implementó para resguardar la integridad de los habitantes, pues las desapariciones eran cada vez más constantes.

Todo comenzó con la desaparición de un rebaño completo en la pequeña granja de la familia Vegadiep. Aquel día, la señora; Greeicy Vegadiep, se despertó como de costumbre a las cinco en punto de la mañana. Con sus pies descalzos fue hasta la cocina donde encontró despierto a su padre; el señor Conor Vegadiep. Ambos tenían el habito de levantarse a esa hora para ordeñar sus vacas, dar de comer a los animales y limpiar toda la suciedad de sus establos.

La época de lluvias en el Sudoeste de Bosque Jake estaba finalizando, pero en Palco el clima parecía mas feroz que nunca. Cuando la señora Vegadiep se disponía a sentarse después de haber servido un poco de café en su taza, fue interrumpida por un estrepitoso sonido que provenía del establo. Las puertas de madera que protegían su entrada se abrieron. El señor Conor Vegadiep, quien era un viejo exmilitar, primero pensó fue obra de los embates del viento que azotaban al pueblo desde hace días, por lo que solo blasfemó al imaginar todo el trabajo que le costaría arreglar las puertas acompañado de la intensa lluvia; sin embargo, un fuerte alarido que parecía provenir de uno de los perros guardianes lo inquietó. Se levantó furioso y fue por su escopeta. Greeicy, quien solo le había dado un pequeño sorbo a su taza de café, fue corriendo tras él mientras se tambaleaba en un intento de ponerse sus botas.

Pese a que la fuerte lluvia aun no cesaba, solo tomaron sus sombreros de palma y sin importar la tormenta de afuera salieron al exterior.

Aún con la oscuridad de tal temprana hora, el viejo señor Vegadiep conservaba una digna y envidiable vista para cualquier hombre de su edad, pero su hija (por si las dudas) tomó una pequeña linterna con la que fue alumbrando el terroso camino. Al acercarse, observaron que las bisagras de las puertas del establo parecían haberse roto, pero eso era algo insignificante con lo que presenciarían después.

Cuando el señor Vegadiep miró por dentro del establo, su cansada vista que minutos antes se defendía como la de un joven granjero, no pudo entender las siluetas que había en el interior.

Su hija tubo que trotar un poco para poderlo alcanzar, lo que ocasiono que tropezara con una roca poco antes de llegar a él. La pequeña linterna salió volando un par de metros, cayendo justo a lado de la sucia y lodosa bota del señor Vegadiep. Greecy, por otra parte, terminó repleta de abono en su cara y manos, las cuales intentaron evitar que terminara en el suelo. Su padre dejó la linterna en el suelo, ignorando lo que su luz permitía ver dentro del establo. Retrocedió un poco para ayudar a su hija a ponerse de pie, pero a causa del lodo que produjo la lluvia, no parecía dejar de resbalar en él.

Mientras ella se levantaba, observó detrás de su padre como la silueta de alguien salía corriendo del establo.

- ¡Hey! ¡ALTO AHÍ! - gritó aturdiendo los tímpanos de su padre.

El señor Vegadiep volteó de inmediato empuñando su escopeta. Disparó, y a pesar de tener una buena puntería, la cual le dejó el ser militar, solo fue una bala perdida.

- Malditos ladrones. - profirió.

Con su hija ya de pie, se dirigió de nuevo a la puerta del establo para ver qué es lo que hizo quien salió corriendo. Greeicy, tomó la linterna del suelo y alumbró al interior del oscuro edificio de madera. Lo que sus pupilas captaron después, desearían mejor no haberlo visto nunca. Los cuerpos de sus tres perros guardianes yacían mutilados en el interior. El agua de la lluvia que se filtraba por el techo, había formado un charco de sangre alrededor de ellos, que hacia aún más aterradora la escena.