P r e f a c i o

577 52 10
                                    

—Tus armas, suministros y demás. Todo.

Aquel hombre me mira, expectante, con su pistola en mano apuntándome la sien sin una pizca de humanidad o piedad siquiera.

Después de que comenzara la guerra entre Estados Unidos y China, en el mayor laboratorio de Tokyo se extendió un extraño virus.
El virus ataca tu cuerpo, te mata y al cabo de un chasquido de dedos el cadáver de tu cuerpo reacciona con violencia y mágicamente resucitas. No vuelves a ser tú, te conviertes en un ser hambriento de carne humana.

Miro a Yamaguchi, justo a mi lado, temblando sin control. Puedo respirar su miedo, yo también lo estoy. Hemos sobrevivido juntos, he perdido la cuenta de los días, semanas o tal vez meses, y ahora estamos en una situación crítica.

Fuimos engañados. Venimos a este lugar buscando un refugio.

«Refugio y una mierda» quise soltar.

Al llegar inmediatamente te encuentras con un imponente cartel en donde se aprecia en grandes letras y rojas: "REFUGIO".
Recibimos esta información gracias a un hombre, Yamaguchi y yo intentamos salvar su vida pero al final pasó lo que pasó, fue mordido. En su último aliento nos cedió el mapa del disque refugio y su mochila para abastecernos de nuestra supervivencia.

Grave error. Este refugio fue abandonado hace tiempo, puedo percibirlo. El edificio apenas muestra indicios de vida en su alrededor, el olor de putrefacción te hace querer vomitar y la sangre esparcida por todos lados no infunde seguridad alguna.

Y estos hombres que amenazan nuestra vida con sus armas tomaron este lugar como su propiedad. O eso puedo intuir.

—No —respondo al final.

—Te conviene darnos todo lo que tienes o tu amigo y tú moriréis. Aquí y ahora.

Me tenso por un momento. Tengo 16 malditos años, ¿qué se supone que deba hacer? Me niego a darles todo, lo conseguimos a base de nuestro propio esfuerzo y supervivencia, pero también me niego a darles nuestras vidas. A pesar de que muertos podríamos estar mejor; Yamaguchi y yo coincidimos en una cosa, miedo a la muerte.

—Kei, yo... Lo siento mucho.

—¿Qué diablos Yamag...? —me interrumpe.

—Os entregaremos todo. A cambio de que nos dejen unirnos a ustedes —espeta Yamaguchi. Su voz suena determinada pero su cuerpo dice lo contrario, sigue temblando cual gelatina.

Me quedo en silencio, estupefacto.

La sonrisa del hombre que hace unos segundos apuntaba mi cabeza me inspira asco, mucho asco. Algo bueno no viene.

—Me parece perfecto.

Un golpe en la espalda me hace caer al suelo, adolorido y con la respiración corta. Levanto la mirada, ése hombre tiene la sonrisa más cínica que he visto en mi vida y sin previo aviso su arma compactó fuertemente en mi cabeza dejándome inconsciente y débil.

Los gritos desesperados de mi mejor amigo fue lo último que he podido escuchar.

Survive | TsukiHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora