Capítulo 2: Despertar

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Despierto perdida. No se cuanto tiempo he estado inconsciente. Estoy cómodamente tumbada y arropada en lo que parece ser una vieja cama de matrimonio, en una habitación pequeña y oscura. Me viene un lejano olor a comida, ¿huevos quizás? y de fondo se oye una tranquila y lenta melodía. Me recuerda a una nana que me cantaba mi madre cuando era pequeña.

Me incorporo lentamente para no marearme y me quito las mantas de encima. Me dispongo a ponerme en pie, pero me doy cuenta de que una cadena agarrada a mi pie no me permite pasar más allá de las sabanas y el colchón. En este momento se me empieza a acelerar el pulso. Agarro la cadena con las dos manos y estiro con todas mis fuerzas, pero no consigo desengancharla de la pata de la cama por mucho esfuerzo que haga. Intento levantar la cama y sostenerla en el aire para así sacar la cadena, pero tristemente la cama esta más que clavada a la superficie de la habitación.

Mi pulso sigue aumentando su velocidad y comienzo a sudar exageradamente. Me empiezo a agobiar tanto que me es difícil respirar y me cuesta tragar saliva.

En un momento de desesperación comienzo a llorar y a gritar.

Parece que alguien ha debido escucharme, se oyen pasos fuertes que se acercan rápidamente por lo que debe ser un pasillo que hay al otro lado de la cerrada puerta de la habitación. De repente alguien abre un poco la puerta, lentamente y asoma la cabeza, mirándome con una sonrisa vacilante. Es Fran. Él, o más bien dicho, eso, que mató a mis padres.

Lo primero que se me ocurre es tirarle lo primero que encuentro, un cojín.

-¿Me atacas con un cojín? Seguro que así me matas.-

-¿Y parecerme a ti? Puto asesino-.

De fondo se oyen pasos acercándose a la habitación por la espalda de Fran.

-¿Se ha despertado la “Bella durmiente”?- pregunta de forma burlona el tercer atracador.

-Y tanto Max-.

Así que así te llamas. Max.

-¿Porque estoy aquí?- pregunto sin realmente esperar respuesta.

-Eso preguntárselo al idiota de Connor- dice Fran mientras Max asiente con la cabeza seriamente.

-Creo que es hora de que os vayáis par de retrasados- susurra Connor mientras va apareciendo.

-Prefiero quedarme un rato más conversando con la nena.

Fran. No puedo odiar más a alguien.

-Es mi casa y te estoy diciendo que te vayas- contesta desafiante Connor.

Sin decir más, cierran la puerta y no se que más pasa afuera. Supongo que se habrán ido.

La idea de que estén libres y se hayan ido de rositas me hace hervir la sangre, en mi vida no he sentido tanta rabia por nada. Juro que lo pagarán caro. Los tres.

Síndrome de EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora