El trovador escribió con sangre

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Una mañana en el más tranquilo pueblo,
se llevaba a cabo tan ferozmente una escena de desesperación,
mientras todos dormían en paz,
de repente sonó un portón,
al parecer nadie se dio cuenta,
nadie prestó atención,
de lo que se había llevado a cabo,
de lo que pasaba en una habitación.

"Socorro! Socorro!"
Se oía con desesperación,
en la noche solo se escuchaba,
el silencio con su canción,
después de unos pocos minutos,
cuando ni voz ni palabra había,
la calma arropó la noche,
la tragedia vino de día.

Las 7 de la mañana,
donde todos dan buenos días,
una comunidad desesperada,
cuando siempre había sido tranquila,
había aparecido un cadaver,
o lo que quedaba de él en la esquina,
todos reunidos afuera de ella,
era una iglesia o eso parecía.

Sus manos llenas de hoyos,
sus ojos no aparecían,
sus brazos no estaban mejor,
las venas se les salían,
"que raro" dijo el forense,
mientras rápido se espabila,
–"No hay arma que yo imagine,
ni rastro que alguno siga".

No muy lejos de su cuerpo,
entre hojas ensangrentadas,
uno de los dos ojos,
hecho trizas como se esperaba,
el forense toma las hojas,
recolecta las que quedaban,
pero no había mucho que hacer,
¿en el siglo XIII? Para nada.

Leyendo el forense Tilo,
recita dos o tres versos,
"Por justicia divina,
maldito viejo perverso,
una oscuridad alada,
se llevara su reflejo,
vendrán a visitarlo antes,
que el crepúsculo pueda verlos,
usted no los oirá,
como no oyeron a esos pequeños".

Tilo había deducido,
una parte del suceso,
la victima era un señor,
que por niños no tenia respeto,
hacía cosas aberrantes,
y de hecho ya habían rumores de eso,
pero sin mas información,
el caso iba en retroceso.

Después de un par de días,
Tilo se acercó al cuerpo,
notó de lejos un tallo,
que salía del orificio izquierdo,
otro descubrimiento,
otro tétrico y raro hallazgo,
semillas había plantado,
el homicida hasta en sus brazos.

Mucho tiempo después,
y aún nada de respuesta,
cada día y amanecer,
el sol y la luna puesta,
y nada había de aparecer,
en pesadilla como esta.

Se sabía que en la evidencia,
un buen poeta se destacaba,
un justiciero independiente,
o un asesino de poca gama,
hasta así ser confirmado,
en la siguiente semana,
otra persona sin vida fue,
otro lunes por la mañana.

A una joven tan "inocente",
que contenta se veía siempre,
con su vestir tan provocativo,
se le veía antes de su muerte.
Tilo acudió a la escena,
donde se veía claramente,
como le faltaba la quijada,
y el arma incrustada en su frente,
era una llave inglesa,
mojada con rojo inerte.

Otra nota se había encontrado,
al lado de su quijada,
otra nota que Tilo temblando,
tomaba con mala gana,
leía con nerviosismo,
y contrarreloj parecía su calma.

"A mentir te vas a abstener,
cuando se te acabe el habla,
no te quedaras muda,
que por ti hablaría tu falda,
mejor fueras prostituta,
que infiel con todas tus faltas"

Tilo ya estaba perturbado,
ya solo en eso pensaba,
ya no se dormía tranquilo,
sin intentar pensar en nada,
los versos del trovador,
en su mente no marchitaban,
el caso tenia un vapor,
que aún con miedos lo inspiraba.

Leía e investigaba,
dando descanso al descanso,
librerías asaltaba,
bebiendo libros extraños,
desenterrando rumores,
hablando con gente de antaño,
algunos locos dementes,
y otros cuerdos extraños.

"Que era oscuro se decía,
que no hacia gracia, encima,
que por eso no lo contrataban,
al trovador de las altas colinas,
que por eso se deprimió,
y desapreció con entre las montañas.
Que macabros eran sus métodos,
que a quien le hacia daño el le escribía,
una canción o un poema,
con sus peores pecados de vida,
y que esa persona al rato,
de vista fuera estaría."

El trovador era una persona,
que sus hilos ya ni tenia,
en su mente era un justiciero,
y solo vengar quería.
Que hablaba consigo mismo,
que cordura ya no tenia,
que su pasado lo consumió,
y que un trastorno seguro había.

Se decía que escribía cosas,
secretos de algunas vidas,
en hojas de un árbol seco,
en un bosque de frío clima.

Y si la nota tenia tu nombre,
y tus verdades decía,
no podías ir a leerla,
o tu muerte llegaría,
pero ¿por qué tentaba a la gente,
leer sus propias poesías?

Porque no solo escribía secretos,
secretos sobre tu vida,
escribiría también tu destino,
y los sueños que cumplirías,
tu futura fortuna,
o tu cuento de porquería.

Pero no tiene sentido ¿verdad?,
leer tu futuro para que,
si pronto te morirías,
eso decían los rumores,
los rumores que describían.

Te llegaba una hoja a tu casa,
con la lectura del día,
"abra ahora la hoja,
hoy podría ser su día,
lea su hoja de fortuna,
y sepa si triunfará su vida".
Más tentador no podría ser,
saber si un rey serias,
si dinero a tu poder,
pronto te llegaría,
si las mujeres más hermosas,
mañana te desearían.

Tilo ya sabia todo,
de quien andaba de cacería,
el trovador ya no tenía nada,
que el forense no se sabría.

Una mañana llegó un joven,
asustado por su vida,
"Señor Tilo, señor Tilo,
se acabarán mis días,
el trovador me envió esta hoja,
y la leí, no es culpa mía,
no sé que me pasó,
pero la tentación abrió mis cortinas".

Perplejo quedó Tilo,
pero no quiso alarmar al joven,
le quitó la hoja de las manos,
y lo despidió con toda su orden.

Empezó a leer la hoja,
un poco antes de la media noche.

Decía:

"Para el mismísimo trovador"
Lo que le pareció demasiado confuso.

"Ya basta de justicia oscura,
no te engañes con más canciones,
trovador, pararé tu sufrimiento,
con algunas oraciones,
pecados y desgracias escribes,
que reales son por montones,
a los que te hacen daño directo,
una canción les compones,
no cantarás sin voz,
que tus oídos sordos perdonen,
no escribirás sin manos,
y tuerto te dirán los hombres."

Tilo tomó su flauta,
y se la enterró en los dos ojos,
una y otra vez, sin parar,
se arrancó cada uno de los dientes,
y de sus oídos ni hablar,
penetrándolos con un destornillador,
hasta su tímpano machacar,
y con sus propias manos,
empezó a partirse los dedos,
y los que no se podia torcer,
con sus pies aplastaba en enredos,
todo eso, mientras soltaba una risa macabra,
y se retorcía en el piso, entre su sangre y sus ruidos.

Lo curioso de los versos,
que escribía el trovador a diario,
es que solo tenían efecto,
en quien ponía en su destinatario.

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