Una sonrisa fría

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El sol se asomaba con delicadeza por encima de los edificios, el frío en esta época del año es abominable. Desperté bastante animada y nerviosa, era mi primer día de clases en aquel nuevo instituto.

Mis padres se habían mudado a la ciudad por motivos de trabajo y yo me había prometido pensar en positivo ante todas las nuevas adversidades que enfrentaría.

No quería llegar tarde a mi primer día, ya tengo suficiente con entrar unos meses después de haber iniciado las clases. me bañe y desayune rápidamente, al paso de unos pocos minutos, me encontraba caminando hacia el instituto, observaba con bastante detenimiento los inmensos edificios y al mismo tiempo a las personas que caminaban a mi alrededor, las cuales actuaban bastante "mecanizadas", miraban al frente sin desviar la mirada, con la mente inundada de problemas y sus posibles soluciones.

Al girar la esquina de una antigua biblioteca me tropecé con un chico, caí al suelo.

-¿Qué haces?-

Le pregunte con algo de enfado mientras me levantaba adolorida.

El chico me miro a los ojos, sonrió y me pidió educadamente disculpas mientras hacia una reverencia muy parecida a la cultura japonesa. Su tez era pálida, como si el sol nunca hubiera tocado su piel, los ojos profundos de color café claro y una voz dulce.

Me pidió una vez más disculpas y desapareció entre la multitud, tan rápido como había hecho presencia.

Cuando llegue a clase, el profesor me invito a entrar y presentarme con mis compañeros, me senté casi al final del aula; estaba tranquila, creí que el tropezarme con aquel chico de la mañana había sido una simple situación común en una ciudad tan grande, sin embargo algún tipo de impulso me hizo girar la cabeza hacia atrás. Mi corazón me acelero al instante, sentí una presión en el pecho que apenas me dejaba respirar.

Detrás de mí se encontraba el chico con el que había tropezado.

-Mucha casualidad encontrármelo de nuevo- Pensé.

De igual forma me regalo otra pálida sonrisa, no sé por qué pero su presencia me ponía nerviosa. Agache la cabeza y antes de poder decir algo el estruendo del timbre del descanso me estremeció todo mi cuerpo, de adentro hacia afuera.

El chico se puso de pie y salió a paso veloz del aula. Miraba nerviosamente como se alejaba abriéndose paso entre mis compañeros. Tome mi almuerzo y salí del salón. Al doblar la esquina del pasillo me lo encontré de nuevo con un par de refrescos de lata, uno de sabor naranja y el otro de manzana, "Montaña gaseosa" decía cada envase, tomo con fuerza ambos envases, dio un paso para atrás y me ofreció el de manzana, mi favorito, de alguna forma sabia mis gustos ante esta marca.

-Tómalo en sinónimo de una disculpa por lo que sucedió esta mañana-

Me decía mientras estiraba mi brazo para recibirlo.

-Tranquilo, solo fue una pequeña caída-

Le respondí con una pequeña sonrisa. Me correspondió con la misma fría sonrisa, "Ya he hecho un amigo", pensé.

-Gracias por la soda- Le respondí mientras continuaba caminando, alcance a verlo por su reflejo en la ventana de uno de los salones, tenía su profunda mirada clavada en mí.

El día continuo con normalidad, el timbre que marcaba el final de la jornada educativa de nueva cuenta me retumbo el alma.

Camine si prisas hasta casa, tenía que acostumbrarme a las calles vivientes de esta ciudad. Cuando por fin llegue a casa, después de almorzar, me dedique a lo que más me gusta, escribir, estaba narrando la historia de un chico que después de morir es enviado a un mundo pseudo-medieval y anacrónico.

Una sonrisa fríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora