Mi vida es una obra

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Me he arrepentido todos estos años por no ser quien yo quería. Siempre viví siendo tantos personajes, ocultando mi verdadera identidad hasta perderla completamente. Mi juventud fue simplemente lo que mis padres quisieron, reprimí mis sueños, mis deseos, mis reales fantasías de una quinceañera. Oprimida por la pequeña sociedad que se creaba en la escuela en la que solo los populares llegaban a gobernar, logré sobrevivir por llamarlo de alguna manera. Lo único que quería en casa era encerrarme, que se esfumara lo que era conocido para mí y dar paso a mi mente, a ese pequeño universo que creaba yo misma todas las tardes. Llegué a tener un novio, eso sí, pero mi relación con él era rara, explosiva, peligrosa. Tanto él como yo éramos inestables, éramos malhumorados, éramos unos marginados que se encerraban en su propio mundo, un mundo que habíamos creado para poder vivir como nosotros queríamos. Sin críticas, sin rumores, sin enojos, sin tristeza, sin personas, solo él y yo. Se podría decir que formábamos una pareja adorable, sencilla de cierta manera. Lo quise mucho, él lo hizo también, pero ahora todo él es un recuerdo borroso, difuminado y reemplazado por aquello a lo que no tiene nombre todavía, o tal vez yo sigo sin conocer tu nombre. Ese intermedio en el que dejas de ser adolescente pero todavía no te consideras alguien lo suficientemente mayor para poder pagar las rentas.

Fue en esa etapa en la que decidí que era hora ya de disfrutar lo que en años pasados no pude, decidí también rebelarme contra lo que mis padres querían. Frecuenté varios bares cerca de donde vivía, salía con mis amigas por las noches buscando buenos ligues, cosas pasajeras. Eso era lo importante, no aferrarte a algo que podías perder tan fácil como lo conseguiste. Aquella adrenalina de jugar con lo desconocido y lo conocido. Dejar a los chicos con ganas de más. Enamorarlos, por decirlo de cierta manera, diciéndoles cuanto los quieres. todo, para no ser la del corazón roto. Para no perder la guerra que la mayoría de las chicas perdía. Para darles un poco de pelea a los estereotipos, ser yo la que ganaba por primera vez. Exigir lo que era quitado de las demás.

Crecí aún con esa idea en mi mente, no externando a los demás lo que enrealidad sentía. Para mi la diversión todavía no acababa, conocer hombres se había vuelto mi nuevo pasatiempo. Mejoraba cada vez más en ese arte, el arte de la conquista, siendo yo la que se metía en las relaciones de los demás, destruyéndolas y demostrándole a las mujeres lo embusteros y fáciles que llegaban a ser los del sexo opuesto ante el menor indicio e interacción física. Pero aún así, había algo en el fondo que me decía que eso no estaba bien y el aburrimiento se apoderó poco a poco de lo que alguna vez era la absoluta forma de perder el tiempo sin morir de apatía.

Fue entonces, una tarde, cuando comencé a ver el mundo de una manera diferente, observé la actitud de lo que eran chicas, como lo era yo, viviendo solo de la imagen que la gente brinda, de las sonrisas falsas que hacen ante las cámaras, de las melodías con letras sin sentido que decían componer, de las palabras huecas con las que solían engañarlas. Y eso es lo que más me sorprendió, la manera en la que solo una palabra, una frase llega a ser lo que mantiene con vida la esperanza, o en su defecto, como puede destruir algo hermoso. Y en su tiempo, esa yo había sido causante de esa destrucción.

Mi familia nunca fue de dinero, aunque las cosas extravagantes, la vida cara, siempre me llamó la atención. Logré completar mis estudios, pero nunca encontré un trabajo que fuera lo suficientemente bueno como para poder pagarme ese tipo de cosas. Conocí, después, a uno de estos hombres que suelen llevar consigo la buena suerte y una manera de vivir extraordinaria. Me las arreglé para hacer que se fijara en mí, un poco de perfume, tomar una personalidad que no era mía gratis, besos por aquí y caricias por allá y en menos de un segundo, él estaba en la palma de mi mano y ese era mi objetivo. Porque lo que siempre quise fue tener todo lo que yo siempre deseaba.

Él hacía lo que yo quería con tan solo pedirlo con tal de estar a su lado, de no apartarme de él, acompañarlo a cenas, sonreír ante los demás y fingir que nuestro ya matrimonio era funcional.

Llegué a vestir las ropas de más alta calidad, llevar joyas en mi cuello, aparecer en la portada de las revistas que se posicionaban en los primeros lugares de popularidad, hacer entrevistas en televisoras, probar los platillos más exquisitos y extravagantes jamás hechos, tener gente sirviéndome, adulandome. No podía evitar necesitarlo todo, y él no podía negarme las cosas.

El tiempo siguió pasando, él dejó de tocarme, dejó de desearme, dejó de hablarme. Parecía ahora que su mujer era la noche, a ella la aceptaba más que a nada, aparte de el alcohol. Él nunca iba a amarme, solo me quiso por mi apariencia, por lo que se convirtió en algo banal y con el pasar de los años comenzó a esfumarse, a desaparecer. El matrimonio estaba construido a base de mentiras, eso lo supe desde siempre, solo que no quería darme cuenta de ello. Las luces me cegaban, el reflejo de las piedras preciosas captó mi atención, minimizando aquello que en verdad había anhelado. Amor.

Ahora con más convicción, tomé las riendas de la relación, volví a ser aquella chica que no quería ser la de el corazón roto, porque eso era lo que me pasaba en ese momento, era una sumisa que se dejaba engatusar por el dinero, pero ya no más. Creí que con eso él comenzaría a amarme, pero lo único que provocó fue molestia. Al principio se sintió halagado, impresionado y hasta revivió pasiones de antaño, pero el tiempo siguió corriendo y su cansancio fue el que había tomado el poder nuevamente. El matrimonio, después de tantos años, había fracasado rotundamente y justo ahí fue donde la ruptura fue definitiva, eso fue lo que desbordó las mentiras y las verdades por igual. Aunque la verdad tuviera muchas caras, tanto él como yo supimos siempre la misma.

No luché siquiera por recuperar esa vida, por recuperarlo a él. No tenía sentido seguir atada a él de esa manera, no era y no sería esa persona tan especial para él, solo sería otra más. Y yo estaba bien con eso. Nunca canté por amor, nunca tuve un corazón que necesitara repararse. Porque desde que nací estaba rota, pero no en un sentido físico, sino en uno psicológico. Siempre veía el final mucho antes de que las cosas comenzaran, me preparaba para lo peor y lo que pasaba era mucho menos doloroso de lo que pensaba. Cuando estaba a su lado, esperé por mucho a que él se abriera, porque solo lo hacía cuando nos desvestíamos, ese pequeño momento de no intimidad. Quería que me expresara sus dudas, sus desconciertos, sus preocupaciones, sus miedos... Pero entonces me di cuenta que nunca pude exigirle tal cosa, ya que yo tampoco lo hice alguna vez con él.

Y entonces es así como llegué al final de la obra, donde mi vida llega a terminar y donde me doy cuenta que por fin tengo vida. Soy libre. Entonces esperaré hasta que el telón se cierre sobre mí, a que las últimas luces se apaguen, a que ya no quede una persona más sobre su asiento esperando a que haya un poco más de entretenimiento. Pero no hay más. Llegué a la conclusión de que si hubiera vendido mi alma, lo hubiera podido conseguir. Viví en un mundo de ensueño, donde las cosas simplemente ocurrían pero verdaderamente no sentía nada. Mi vida estuvo llena de miedo, de odio, de resentimiento. Pero ya no más, quiero sentir que vuelo, que floto, que con solo estirar mi mano podré acariciar las nubes y todavía mucho más, las estrellas, los planetas, las galaxias... La existencia.

No soy débil como me hicieron creer, no soy una cualquiera como me hicieron sentir, no soy una más en la vida de otros, simplemente soy quien soy y quien yo quiera ser. Pero me ha tomado toda una vida averiguarlo, solo lo sabes hasta que ya no lo tienes o cuando ya casi lo pierdes.

-Te viste fabulosa- Dice el director de mi obra. Soy la protagonista de mi propia vida.- Tu vida puede que sea un desastre, pero te ves maravillosa con ese vestido.

Lo sé. Lo sabía. Yo lo supe.

Mi vida es una obraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora