Capítulo 2

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Lo que viene a continuación es un recuerdo. Disfruten del cap ❤️

—¿Ya se va, milady? —Salió de su escondite, haciendo que la hija de los condes hiciera caer el libro que tenía en manos, y con una sonrisa victoriosa vio como perdía el color de las mejillas y empezaba a temblar.

—Yo... sólo vine a relajarme un poco, pero ya me iba —susurró con nerviosismo y levantó el libro para regresarlo a su lugar. Intentó pasarlo de largo para salir huyendo, pero con un solo paso Dylan usó su cuerpo como barrera y pronto la tuvo contra el estante de libros, totalmente acorralada.

—Si me permite recomendarle algo: no debería volver al salón de baile, está de lo más aburrido para ser el último de su primera temporada.

Había esperado meses para tener otro encuentro a solas con la mujer que lo traía loco y no pensaba dejarla huir justo ahora. No sabía cuándo volvería a verla y si era sincero consigo mismo ese descubrimiento lo estaba irritando.

La pelinegra bajó la vista con angustia y por más que intentó esconder su estado de conmoción, le fue imposible conseguirlo. Se abrazó a sí misma, frotando sus brazos como si le hiciera mucho frío, y ese simple movimiento hizo que Dylan posara los ojos sobre su cremosa piel que ahora demostraba lo mucho que le temía.

No le gustó enterarse de aquello, aún no había hecho nada digno para ser merecedor de sus miedos.

Estudió el lugar con la mirada, la única iluminación con la que contaban provenía de dos velas que lady Anderson prendió para poder leer un poco. Sonrió con malicia y acorralando el pequeño cuerpo, estiró una mano para apagar una de las velas haciendo que la oscuridad se pronunciara todavía más entre ellos.

—No me haga nada —suplicó desesperada y Dylan acarició su mejilla, retirando la lágrima rebelde que se deslizaba por la misma.

—No soy un monstruo, encanto.

Sin ser capaz de ponerle un freno a sus instintos, dejó que su mano bajara en una lenta y larga caricia y rozó su suave y tembloroso brazo, odiando llevar los guantes puestos. Se enderezó un poco, imponiendo su tamaño y fuerza sobre ella, y se quitó los guantes con pericia para guardarlos en el bolsillo de su levita.

Quería sentir su piel.

—Pero tú me debes algo.

Ese comentario consiguió alarmarla un poco y observando sus grandes manos, preguntó:

—¿Qué?, ¿por qué?; no lo entiendo.

Era extraño, pero odiaba que se pusiera así ante su presencia. La prefería más predispuesta y gustosa.

—Yo te salvé y nunca me diste nada a cambio.

Cautamente rodeó su diminuta cintura y con los ojos fijos en ella la acercó con fuerza, juntando sus cuerpos con descaro. Ahogó su propio gemido y se sintió un malnacido por hacer algo que quedaba fuera de todos sus códigos de conducta: acorralar a una dama sin interés alguno de desposarla.

—Su excelencia, no ha...

Chasqueó la lengua con diversión, ordenándole que guardara silencio.

—Me debes mucho, encanto, y a partir de ahora pienso cobrarte lo que hice por ti. —Acunó su mano libre sobre su mejilla y sin importarle las consecuencias le rozó el labio con la yema de su dedo corazón.

Eran tan suaves...

Se relamió los labios, ansioso. ¿Cuántas veces se había imaginado besando esos labios? La boca se le hizo agua y deslizó su mano por su esbelta figura hasta llegar a su espalda baja. Necesitaba tocarla, necesitaba sentirla y acabar con esa maldita obsesión que había desarrollado por la hija de su peor enemigo.

Víctimas de sus sentimientos 04 *Libertinos Enamorados*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora