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La noche anterior a ir al campo estaba tan emocionada que a penas dormí. Daba vueltas en la cama, me levanté varias veces. Si lograba dormirme me despertaba a la media hora y miraba el reloj ansiosa.

Papá pasó a buscarnos en su camioneta cerca de las siete. El viaje hasta la casa del campo duraba unas dos horas entre lo que se tardaba en salir de la ciudad y un trayecto más por la ruta. No sé cuánto tiempo había pasado desde que nos acomodamos en el asiento de atrás que me quedé dormida. Desperté por los sacudones de la camioneta al entrar en la calle de tierra que llevaba por fin a la casa.

-Buenos días, bella durmiente.- me regaló su mejor sonrisa.

-¿No dormiste anoche, hija?- dijo papá divertido.

-Algo, creo, me costó dormir.- dije frotándome los ojos, todavía medio desorientada.

-No se quedaba quieta, casi la mando a dormir al sillón.

-Es igual al padre.- acotó Elsa.- Se pone ansioso antes de venir y a penas duerme, por eso siempre insiste en salir tan temprano.

-¿Ya viniste, Elsa?-pregunté.

-Mmm, sí, una vez.

-Bueno, llegamos.- papá terminó de estacionar y prácticamente saltó de la camioneta para empezar a descargar el equipaje.

Solo íbamos un fin de semana, así que eran unos pocos bolsos y las provisiones para los dos días que pasaríamos en la casa.

-¿Por qué no aprovechan para dar una vuelta ahora que está lindo?-dijo Elsa.- Dicen que va a haber tormenta más tarde, vayan a caminar así ella conoce. Nosotros nos encargamos de guardar las cosas.

Así hicimos, tomamos nuestras cámaras y salimos hacia el campo.

El terreno consistía en varias hectáreas, la gran mayoría era simplemente pastizales, pero mi lugar favorito era un pequeño bosque que se alzaba en un rincón del premio, cerca de la laguna que ocupaba otra gran parte del terreno.

El conjunto de eucaliptus y otros árboles se alzaba a escasos cien metros del alambre que nos separaba del terreno vecino y continuaba del otro lado. Entre la vegetación se escondía un pequeño arroyo que cruzaba de un terreno al otro y desembocaba en la laguna.

Caminamos hasta allá tomadas de la mano. Ella sólo me soltaba cuando veía algo que le llamaba la atención, un pájaro, algún insecto, y se apresuraba a captarlo con su cámara. Yo me dedicaba a observarla, ya había fotografiado esas cosas muchas veces, así que me concentré en observar cómo ella las trabajaba para así aprender. Me encantaban las fotos que lograba, tenía un don especial y estaba absolutamente maravillada con todo lo que veía.

Después de un rato nos acercamos al arroyo y nos sentamos en un conjunto de troncos caídos.

-Me encanta este lugar, ahora entiendo porque te gusta tanto venir. ¿Esa es la laguna de la foto que me mostraste aquella vez?

-Sí, ese día también había nubes así. Me gusta como desde acá se pueden ver perfecto sus reflejos en el agua.

-¿Puedo sacarte unas fotos?-preguntó de repente.

-¿Otra vez?

-Claro, sos mi modelo favorita.- mi guiñó el ojo y tomó distancia para enfocarme con su lente.

-Al menos esta vez no vas a pedirme que me saque la ropa.- dije mirando para otro lado algo avergonzada.

-No me des ideas.- escuché el click que la cámara emitía al sacar una foto.- Olvidate que estoy acá, solo mirá hacia la laguna como si estuvieras buscando la foto que querés conseguir.

Intenté hacerle caso, pero me resultaba difícil relajarme, en especial cuando ella me apuntaba con su cámara.

Después de unos minutos pareció aburrirse de mí y se concentró en la laguna. Se agachó cerca de la desembocadura del arroyo y comenzó a sacar fotos al paisaje.

Aproveché que su concentración estaba en otro lado para poder fotografiarla sin que lo supiera. Saqué un par de fotos sin que se diera cuenta, hasta que conseguí una que me fascinó. Se la veía en cuclillas junto al arroyo. Podía apreciarse el perfil de su rostro, con el sol que se escurría entre las nubes acariciando su piel. Sostenía la cámara a escasos centímetros de su nariz y observaba por encima de ésta buscando su próxima captura.

Me quedé mirando la imagen en la pantalla de la cámara, se veía tan linda.

-¿;Me sacaste una foto?

-No...- mentí escondiendo la cámara.

-¿No? ¿Y entonces qué mirás con esa cara de enamorada?- me atrapó.

Se sentó a mi lado y le mostré la foto.

-¡Me encantá!

-¿Sí?

Asintió

-Voy a usarla en mi folleto de clases de fotografía.

-Estás loca.- le respondí riendo y se acercó para besarme.

Enseguida me perdí en sus labios. Nos besamos con esa suavidad que tanto la caracterizaba. Eran besos que no buscaban más que eso, ser dulces besos que me llenaban de mariposas.

-Deberíamos ir volviendo.-susurró acariciando mi nuca.

Asentí sin abrir los ojos y volví a besarla con lentitud.

-Está bien.- dije separándome al fin.- Vamos antes de que almuercen sin nosotras.



QUE TENGAN UN HERMOSO 2018 ... !

Pura PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora