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Me desperté unas horas después, el aire caliente entraba por la ventana que había dejado abierta y empezaba a hacer calor. Ella dormía a mi lado y la luz del sol teñía sus cabellos de dorado, se veía preciosa. Traté moverme lo más despacio posible para no molestarla. Ya era más de mediodía, cerré la ventana y ajusté el aire acondicionado. Ella se removió, me encontré con sus ojos azules y mirada adormilada.

-¿Qué hora es?

-Más de mediodía.- volví a la cama y acaricié su pelo.- ¿Tenés hambre?

-Sí, y calor.

-Ya prendí el aire de nuevo. ¿Querés bajar a almorzar o pedimos a la habitación?

-Creo que no podría salir de la habitación sin darme un baño primero y realmente tengo mucha hambre como para esperar a hacer eso...

-Yo creo que te ves preciosa.- me acerqué a besarla.- Pero tampoco quiero salir de acá, así que elegí algo.

Le acerqué el menú que había encontrado sobre una de las mesas de luz y después de un rato pedimos nuestros platos. Nos vestimos un poco para recibir el almuerzo, pero no nos movimos de la cama. Vimos algo de tele, ella apoyada en mi pecho y yo acariciando su cabello.

Me sentía más relajada que esa mañana. La última charla con su hermano después de que vio nuestro beso, haber compartido con ella mis miedos y una pequeña siesta habían ayudado. Ella, por su parte, no parecía querer dejar de demostrarme cuánto me necesitaba y se dejaba consentir por mis caricias y el hecho de que la dejara elegir qué mirar en la tele.

Después del almuerzo habló nuevamente con su hermano para organizar a qué hora pasaría por nosotras. Yo aproveché para salir al balcón y llamar a papá. Él y Elsa estaban de viaje también, habían ido al sur en un intento de escapar del calor, pero aparentemente no les había funcionado tan bien. En las sierras donde nosotras estábamos el calor de media tarde era realmente molesto, así que cuando volví a entrar a la habitación sentí el alivio del aire acondicionado refrescando mi piel.

-¿Hace calor afuera?

-Sí, es terrible, aunque prefiero morirme de calor acá que en medio de la ciudad.- Gateé por la cama hasta llegar a su lado.

-¿Sí?- preguntó mientras hacía a un lado un mechón de mi pelo que había caído en mi rostro.

-Sí... aunque puede que acá también esté haciendo calor.

Sonrió y la besé. Me recosté suavemente sobre ella sin separar nuestros labios. Sus manos se enredaron en mi pelo y gimió cuando mordí suavemente su labio.

-Te amo.- suspiré y volví a besarla antes de bajar por su cuello haciendo a un lado las sábanas y deslizando mis manos por debajo de su ropa.

-Te amo.

Me dejó hacer. La desnudé por completo para besar su piel sin interrupciones y me deleité un rato disfrutándola. Sus manos iban de mi pelo a mi espalda o se deslizaban por mis brazos. No tardó en arrancarme también mi ropa y finalmente nuestros cuerpos se encontraron. Deslicé mi pierna entre las suyas y sus manos apretaron mis glúteos. Ambas suspiramos y me tomé un momento para mirarla a los ojos antes de comenzar a moverme contra ella.

Fueron movimientos suaves, sin prisa, quería sentirla más allá del placer físico, la quería cerca. Sin embargo, su necesidad fue más y sus uñas comenzaron a clavarse en mi piel.

-Más...- pidió en un susurró.

Tomé sus manos y las puse a ambos lados de su cabeza entrelazando nuestros dedos antes de aumentar la intensidad de mis movimientos. Cuando el orgasmo la alcanzó el mío me sorprendió haciendo que casi me derrumbara sobre ella. Apreté nuestras manos unidas mientras la miraba a los ojos, ambas respirábamos con dificultad.

-Nunca voy a cansarme de sentirte así.-confesé.

-No te canses nunca, por favor.

Sonreí y esta vez sí me dejé caer sobre su pecho. Me envolvió en sus brazos y acarició mi cabello alejándolo de mi frente húmeda.

-Ahora sí hace calor acá.

Ella rió.

-Podríamos darnos una ducha...

-¿Una ducha rápida o un ducha de esas...

-¿Todavía tenés energías?

-Claro que tengo energías.-le aseguré incorporándome levemente y bajando mi mano por su cuerpo llegando peligrosamente cerca de su sexo.- ¿vos?

-¿Alguna vez te dije que a veces creo que vas a matarme?

-Sí, creo que lo mencionaste.-

-¿Y te dije que creo que no me importaría morirme haciendo el amor con vos?

-Yo preferiría que no te mueras.- respondí.

-Sí, lo sé, lo sé.- rió.- Eso no sonó tan romántico como lo pensé. Pero de verdad, a veces pierdo la cabeza y no me importa nada más. Nunca pensé que me podía sentir así. Me siento una adolescente, pero creo que ni en mi adolescencia me sentí así.

-Yo también pierdo la cabeza y tengo terror que algún día las cosas dejen de ser así y todo se acabe.-confesé.

-Tal vez las cosas cambien con el tiempo, vamos a crecer, vos sobre todo, y a medida que crecemos cambiamos.- acarició mi rostro.

-Eso me asusta.

-A mí también... Pero creo que podemos adaptarnos a esos cambios, no significa que las cosas se acaben.

Volví a acomodarme en su pecho y la abracé fuerte. Ella tenía razón. Además, no podíamos saber que pasaría en el futuro, no tenía sentido vivir con miedo. La tenía conmigo ahora e iba a disfrutar cada momento, el tiempo diría lo demás.

-Entonces...- dijo después de un rato.- ¿Te parece que nos demos una de esas duchas que tanto nos gustan?

-Me parece perfecto.


Sí, sí, sí, te lo prometí jajaja

Pura PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora