Las cosas no estaban resultándole como había esperado. Los solteros que se paseaban por los salones de baile y los que se presentaban en las fiestas de los amigos de sus padres, no eran ni mínimamente lo que Charlotte quería en su hombre perfecto. La mayoría de ellos eran jóvenes y apuestos, sí. Pero casi todos buscaban una heredera joven, hermosa y preferentemente hija de algún noble, por lo que casi ninguno de ellos pondría los ojos en la progenie de un empresario. Que además rondaba los veintiseis años.
Por otro lado estaban los libertinos indeseables. Hombres hermosos dotados de encanto y habilidades para convencer a una monja de convertirse en una mujerzuela. Esos sin duda eran peligrosos, aún cuando eran pocos. No le había faltado uno que otro piropo de parte de lord Leving, un barón descarado que se había declarado a más de la mitad de las mujeres en Londres con dotes cuantiosas. Según su hermano, el barón buscaba una esposa con dinero suficiente para que pudiera mantener sus vicios, pues el muy granuja se había acabado la fortuna Leving antes del primer año de haber heredado el título. El dinero se desvaneció en los clubes de caballeros, donde la bebida, las apuestas y las prostitutas eran la orden del día. Por lo que esta parte de la gama de solteros estaba fuera de elección, sobre todo por que sus padres jamás aprobarían semejante matrimonio.
Y en última instancia, estaban los hombres mayores. La mayoría eran viudos. Charlotte los dividía en dos grupos: los ancianos aburridos que sólo buscaban una esposa que fungiera como enfermera en sus últimos días, y los que ella denominaba como cebollas, pues tenían la cabeza blanca y el rabo verde. Unos verdaderos degenerados, incluso perores que los libertinos. Y más asquerosos también.
La búsqueda no estaba teniendo resultados. Por más que se esforzaba, no había hayado a uno solo que siquiera le gustara lo suficiente. Y para colmo, su tía Clemencia no dejaba de fastidiar con el hecho de que se le estaba acabando el tiempo. Faltaban poco más de tres semanas para que la temporada terminara y todos volvieran a sus residencias en el campo. Y si ella seguía sin marido para la próxima temporada, oficialmente sería una solterona más.
Resopló fastidiada. La hermosa vista de Hyde Park no ayudaba a disminuir su frustración. Espoleó a su yegua y ésta dejó el trote ligero para comenzar una rápida carrera. Varias de las personas que paseaban a pie se retiraron a prisa de su camino. Algunas mujeres chillaron asustadas y los caballeros le gritaron molestos por no tener cuidado. Lotty solo siguió cabalgando a toda prisa sintiendo el viento contra su cara y el pelo que apenas y llevaba recogido. Se sentía libre.
Frenó su carrera poco a poco y el mozo de cuadra finalmente la alcanzó. Venía en un caballo de los del servicio y parecía desconsertado.
- ¡Charly! ¿En que rayos pensabas?. Pudiste arrollar a alguien o caer de la yegua. Una señorita no debe cabalgar de esa manera. -
- ¡Ya mamá. No pasó nada!- miró al mozo con burlona sonrisa - No me sermonees quieres Thomas. Montar a caballo es una de las cosas que mas me gusta hacer, precisamente porque nadie de mi familia lo hace y por lo tanto no pueden hacerme compañía y yo puedo correr en Zafira tan rápido como quiera. -
- Aun así Charly. ¿Qué pasará cuando alguien le diga a tu madre que casi arrollas a un grupo de personas por ir tan rápido. -
- Eso sólo me concierne a mi. Ya me las apañaré para librarme de mi madre. - le decía mientras a paso lento en los corceles volvían a la residencia de los Irwyn.
- No te concierne solo a ti. Tu madre se lo dirá a Charles y luego él vendrá a amonestarme por dejarte cabalgar sola. Y entre tanta gente.-
La cara compumgida de Thom, su amigo de toda la vida le dió remordimiento.
Él tenía razón, siempre la tenía. Cuando se trataba de causarle problemas al chico con la familia Irwyn, Charlotte era siempre la responsable. El pobre de Thomas terminaba pagando los platos rotos por las travesuras que ella hacía, desde que eran niños cuando el tío de Thom - que también era su única familia- entró a trabajar como mayordomo en casa de los Irwyn. Y hasta la fecha, él seguía hechándose la culpa por los inconvenientes que causaba la rubia. Claro que no eran tan escandalosos y terribles como los que ocasionaba Lily.
Un claro ejemplo era que, si Lotty había sacado un par de platos de la vajilla de su abuela para jugar a hacer pasteles de lodo en la casa de campo de la mujer, Lily le había retorcido el pescuezo a uno de los gansos para hacer estofado. Y esto había sido sólo cuando eran niñas. En la adolescencia todo había empeorado. Las travesuras de su hermana se volvieron escándalos apenas cubiertos. Por suerte unos años después Henry Scott se cruzó en su camino y su hermanita rebelde se había convertido en una mujer madura. Al parecer, para suerte de todos.
- ¡Lo siento Thom! Pero he estado muy presionada últimamente y correr en Zafira me da una especie de libertad que me hace muy bien. -
- ¿Y cuál es la razón de sentirte así? ¿Acaso no tienen listos tus vestidos para los bailes que faltan de la temporada? ¿O es que algún caballero te hostiga con propuestas indecorosas? - subía y bajaba las cejas de manera insinuante y burlona. Típico de él. Fastidarla con burlas.
- No... No es algo tan superficial... o escandaloso. -
- ¿Y qué es entonces? -
- Nada. No me hagas caso. Dime si Charlie te viene con reprimendas por mi carrera de hace rato. Se lo haré pagar. -
- De acuerdo. -
El resto del camino no hablaron, Lotty iba adelante y Thomas la seguía de cerca. Como se supone que debía ser. Aunque Ella le había dicho en más de una ocasión que se pusiera a su lado, él no lo hizo. No era correcto que un sirviente caminara o cabalgara a la par de su amo. La cosa era que Lotty no lo veía como a un sirviente, si no como a un amigo.
Al llegar a las cuadras, Thom la ayudó a descender de la yegua. La tomó de la mano y la cintura y ella sintió un hormigueo en su estómago. La cercanía de él y su contacto le causó un leve sonrojo. Jamás le había pasado, no es que no hubiera notado antes que el jovencito escuálido apenas un par de años mayor que ella y con el que jugaba de niña, se había convertido en un todo un hombre de piel tostada por el sol, fornido y apuesto. Pero no se había dado cuenta de que además de ser su amigo, Thomas, también era un hombre. Un hombre que podía ser la fantasía de toda mujer. Y ella era una mujer en busca de una fantasía de ese tipo.
Cuando Thom se alejó llevándose a Zafira, Lotty no perdió detalle de los contornos de los fuertes brazos que desencillaban su yegua y cómo se movía con ligereza al cargar los baldes de agua para bañar al animal. Tragó saliva cuando él se quitó la camisa para no mojarla. Entonces él se percató de que ella no se había ido.
- ¿Sigues aquí? Creí que ya te habías ido a la casa. ¿Necesitas algo Charly? -
La sonrojada Charlotte negó enérgicamente con la cabeza.
- ¡No es apropiado que un hombre se desnude frente a una señorita Thomas! ¿Es que nadie te lo ha dicho?-
Una sonrisa burlona apareció en el rostro de él al percatarse al fin del sonrojo de la chica.
- Tampoco es apropiado que una señorita se quede sola en las cuadras con un hombre, aunque sea su amigo y su sirviente. Y no estoy desnudo, sólo parcialmente desnudo. ¿Por qué no te fuiste? -
Lotty se encogió de hombros sin poder darle una explicación a él o a sí misma.
- Bueno... Entonces creo que es mejor que entres ya a la casa Charly. -
- De acuerdo -
Y casi salió corriendo de ahí.
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Se Busca Marido
Historical FictionLa temporada ha comenzado en la capital británica y la señorita Irwyn ha decidido encontrar un noble caballero inglés para que ocupe el puesto como su flamante esposo. Tiene la firme idea de que el hombre en cuestión debe cumplir al pie de la letra...