XV

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Ls furia y el dolor se entremezclaron en mi interior mientras me dirigía a la salida del palacio. Luché porque mis ojos no derramasen ni una mísera lágrima y porque mi respiración volviese a la normalidad.

Crucé la salida y observé con frustración que aún llevaba el vestido puesto. Resoplé con desgana y saqué un pequeño rollo de mi porta kunais, coloqué un pie encima de él y, tras unos sellos, el vestido yacía en el suelo y mi típica ropa para las misiones se encontraba perfectamente colocada en mi cuerpo.

Miré alrededor y me di cuenta de que aún quedaba toda la noche para poder partir hacia Konoha. No podía irme sola, Tsunade me acabaría regañando y no estaba de humor para eso, además, no quería llegar al lado de mi padre. Gruñí a lo bajo y observé a mi alrededor, emprendiendo una pequeña caminata en busca de un sitio donde poder dormir. No pensaba volver a ese palacio, no pensaba encarar a mis compañeros ahora mismo.

Noté mis mejillas húmedas y emetí un pequeño quejido de frustración.

Las palabras de Naruto habían golpeado mi interior como si se tratasen de un terremoto.

Me sequé las mejillas con tosquedad y escalé un árbol que se encontraba lo suficientemente lejos para que no me encontrasen. Una vez sentada en una de sus ramas, llevé las rodillas hasta mi pecho y reprimí un sollozo que se quería escapar de mi garganta. Por primera vez en mucho tiempo dejé que las lágrimas corriesen libres por mi rostro.

¿Realmente merecía estar sola como dijo el rubio? ¿Hubiese sido capaz de dejar que Kotaro siguiese lo que estaba haciendo?

Le había gritado por hacerlo, pero... ¿sería capaz de enterarse de lo que estaba ocurriendo y dejarlo como si nada?

Un sollozo resonó en mi garganta.

Acaricié el sello de mi hombro. Odiaba esa marca... Tan hermoso me parecía ese sello que era gracioso pensar todo el daño que me ocasionaba.
Observé el cielo, la Luna brillaba rodeada de estrellas y perdí la vista en la oscuridad que se encontraba a mi alrededor. Ojalá pudiese ser como ellas, tan alejadas del mundo... Sin dolor, sin sufrimiento, sin nada...

Sólo ellas y la Luna haciéndose compañía en el inmenso vacío.

Solté todo el aire de mis pulmones con fuerza, papadeé un par de veces dejando que un par de lágrimas descendiesen por mis mejillas, froté mi rostro y dejé escapar un gran suspiro.

Mis pensamientos comenzaron a ir de un lugar a otro, debatiendo si las intenciones del Uzumaki hacia mí eran buenas o malas, si realmente quería ayudarme o todo era una mentira. Una pequeña parte luchaba por creer que él era bueno y que lo de antes solo había sido una equivocación, pero la mayor parte de mi ser insistía en que en ese mismo momento había mostrado lo que pensaba de verdad.

¿Y si solo me trataba bien para sacarme información de mi padre? ¿Y si realmente me odiaba?

Froté mi sien, tratando de alejar de mi mente todos los problemas durante un pequeño segundo, pero mi estúpido intento se vio interrumpido por el fulgor de la marca de medialuna que adornaban mi brazo y el fuerte dolor que empecé a sentir en los siguientes segundos.

Imponente e imperturbable la agonía siguió durante toda la noche, a la vez que se llevaba con él los sentimientos enfrentados que habitaban en mí, dejando en su lugar un gran vacío.

¿Por qué estaba siendo castigada ahora?

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Me levanté con lentitud y froté mis cansados ojos. No había podido dormir, el recuerdo de la discusión con Naruto junto al dolor provocado por la marca me habían dejado despierta durante la noche entera. Para mi suerte, la tortura había terminado justo en cuanto escuché los gritos de Ino llamándome.

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