V: Leal

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En estos días los amantes intercambian sus lugares, bailando alrededor de cada silla de los otros. Puedo ver, la incomodidad en sus rostros; los celos llenan sus corazones en pares.

Así que ¿Por favor, podría ser egoísta con tu cuerpo? Porque no creo poder compartirlo con nadie. Oh, cuando te tengo, quiero marcarte con mis labios, y así todo el mundo sabrá que eres mío ahora.

Nunca perderemos la fe, porque jamás olvidaremos este sabor; mi amor tiene el poder de mantenerte atado.

Con final de aquellas palabras se marcó el verdadero inicio de ese peligroso juego en el cual habían caído sin una salida de escape; condenándose a las consecuencias de sus propias decisiones. La túnica del Consorte halló su camino hacia el suelo, mientras las manos del alfa recorrieron con plena libertar la desnuda piel ajena. Era hermoso. Lucia como algo intocable, demasiado sagrado para ser visto o probado por nadie con la suficiente importancia para hacerlo y, sin embargo... un simple esclavo estaba a punto de poseerlo.

La piel del alfa comenzaba a sentirse calurosa, todo por causa de las enloquecedoras feromonas del omega, aquellas que cada segundo solo parecían empujar su cordura al borde. Las manos de William empezaron a moverse por el cuerpo de su esclavo, acariciando y buscando extinguir los centímetros que les separaban, como si la cercanía entre sus cuerpos no fuera suficiente para él. Pero Harry ya no estaba pensando en juegos, su mente no albergaba nada más que no fuera el increíble deseo que descontrolaba sus sentidos. Lo deseaba tanto, no podía comprender la forma en la que su apetito se despertaba por él, pero con seguridad podría afirmar que nunca nada le hizo sentir de esa manera; tan fuera de sí.

Una vez más, el alfa se inclinó para saborear el perfecto cuerpo de su amo. Sus labios besaron la expuesta piel del abdomen, pero no fue hasta que su lengua decidió hacer lo mismo que lo sintió. Un sutil detalle que –muy a pesar de su excitación- no pudo evitar notar. El sabor de su piel era extraño, no salado o insípido sino alterado. Era de un raro gusto agridulce, tan amargo como dulzón. El ojiverde no dudaba en lo absoluto que el Consorte estuviera alterando su olor con agua de rosas, pero ahora también sospechaba que hacía algo con su piel, y ese artificial sabor le daba ánimos de creerlo con mayor convicción. No obstante, aunque resultaba interesante, aquel no era el momento de concentrarse en eso.

No había una venganza en su mente durante ese instante, todo lo que sus ojos perseguían eran las expresiones y formas con las que William conseguía provocarlo al moverse entre las sábanas. La ropa dejó de ser un problema, no había nada separando sus cuerpos, allí no había más que el deseo y la imparable pasión que impulsaba sus acciones. Aún bajo la influencia de sus incontrolables feromonas, o el sofocante y envolvente momento que compartían, William parecía notar ciertas cosas en su esclavo, dudas muy extrañas en un alfa.

Danza de Máscaras ⇝ l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora