Esto no es más que otro de mis intentos para pedirte disculpas por medio de una carta que jamás acabará en tus manos. Seguramente arrugada, terminará en el suelo, sin destino, como el resto de ellas.
Me he parado a pensar en que, si alguien que no fueses tú llegara a leer esto, quizá pensaría que estoy loca, pues no tiene sentido alguno, ¿es una carta de amor, desamor, de un amor que nunca existió, de un amor que existió pero nunca pudo ser? Y es que, es irónico, pues yo tampoco lo sé.
Ojalá pudiese llenar estos espacios blancos de palabras bonitas, ojalá, sería mucho más fácil, pero como siempre, no las encuentro y nada parece ser adecuado. Ni siquiera puedo llenarlos de disculpas, de te quieros, de halagos, de culpabilidad, o de arrepentimiento, aunque nada de eso serviría para volver el tiempo atrás y borrar los miles de errores que he cometido.
Porque no puedo, por más que lo intento no puedo plasmar mi corazón en este viejo papel, cansado de ser arrugado cada vez que me equivoco, o cada vez que pienso que todo esto te traerá sin cuidado y solo estoy empeorando lo que una vez irremediablemente estropeé.
Mientras sigo tachando, me doy cuenta de que el café casi se ha acabado, y que la ausencia de su delicioso olor produce en mí una extraña tristeza. Bebo los últimos sorbos, en busca de una inspiración que no vendrá, que solo econtré en tí. Porque fuiste la única persona que una vez me hizo llenar este papel de palabras preciosas, tan bonitas que cualquiera quedaría fascinado. Y no te voy a mentir, me llenaba de felicidad, pero esa felicidad se desvaneció de repente. Y todo se rompió dentro de mí.
Ahora es cuando me doy cuenta de que yo misma la hice marchar, y que la única culpable de que mis versos repletos de alegría se hayan convertido en tristeza y frustración, soy yo.
Solo espero que allá donde estés, hayas podido encontrar a alguien que sepa decir las cosas más claro de lo que yo pude hacer. Porque te quise, te amé, y la verdad es que sigo enamorada desde el día que con ojos llorosos, te vi coger ese tren.
Pero tu nunca lo supiste, más bien, nunca te lo hice saber.
Y bueno, espero, acabar algún día esta carta. Entonces podrás leer estos versos, que en realidad, ni son versos ni son nada. No sé cómo llamarlos. Son errores, reflejos de esperanza anulada, exterminada; manchas molestas, inaduecuadas.
Son solo palabras que no supieron salir cuando debían, y ahora, como si de algo sirviera, intentan ser reinsertadas.