Eider se acercó a la mesa número siete con una sonrisa en sus labios y decidió pararse frente a Elián para saludar.
Una extraña duda se acumuló en su pecho al verle sentado ahí, con tanta tranquilidad, porque creía que no tenía razones para estar en Félicité. Recordó que solamente habían cruzado una que otra palabra en la iglesia y algunas mirada de vez en cuando. Pero ninguno de esos eran motivos suficientes para tener forjada una amistad o algo parecido.
De hecho los únicos que la visitaban eran Ezra, Esther —su mejor amiga— y sus padres en ocasiones, por lo que todavía era más extraño.
En realidad no solía recibir a nadie más que a ellos.
—Hola —saludó ella después de ahuyentar sus antiguos pensamientos de su cabeza.
—Hola —Elián saludó de vuelta, con una sonrisa en su rostro también.
—Me dijeron que estabas buscándome.
—Así es —El joven replicó viéndole directamente hacia los ojos. Era una mirada bastante penetrante que Eider no pudo sostener. Así que su siguiente movimiento fue desviar su vista hacia la calle, por medio de la ventana que estaba detrás de Elián, respirar un poco y volver a sonreír.
No se le ocurrió para nada ser amable; lo que realmente quería era disipar el nerviosismo, que sintió de pronto, a través de su sonrisa.
—¿Y qué necesitas? —preguntó Eider, mirándolo nuevamente.
—Quiero saber si aceptarías cenar conmigo esta noche.
—¿Esta noche?
El joven asintió y nadie dijo nada por un segundo.
—Me gustaría platicar contigo, es sólo eso.
Por un momento lo dudó. Tampoco había motivos para que conversaran. A los ojos de Eider, ellos eran unos perfectos desconocidos cuyo único lazo de amistad era a Ezra. A veces platicaban de música, libros y películas que hubieran visto en algún momento de sus vidas, o se dedicaban a planear los eventos provenientes de su iglesia, pero nunca se había dado la tarea de conocerle un poco más. Y no creyó que Elián lo hubiera hecho tampoco.
Sin embargo la duda se esfumó de manera repentina y lo que la inundó después fue una extraña confianza que le daba ese simple detalle: era el mejor amigo de su novio, ¿qué de malo podía tener pasar un rato con su compañía?
Así que después de pensárselo un momento, le respondió: —Creo que no hay ningún problema, en un momento termino mi turno y nos vamos.
Elián sonrió de nuevo como respuesta y la siguió con la mirada hasta que cruzó las puertas de la cocina.
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Cuando un amor es destinado a ser
Kurzgeschichten¡Ganamos el segundo lugar en la categoría "Amatista" de los Latino Awards 2020! HISTORIA PUBLICADA POR PRIMERA VEZ EL 30/12/2017 "Música, vestidos y adornos de cristal. Un muchacho llora porque su amada por casarse está". ¡No olvides votar y...