Ya había perdido la noción del tiempo, no sabía cuanto tiempo llevaba caminando bajo el duro frío de Alaska, llevando tan solo un anorak de muy baja calidad que permitía a la ventisca entrar por cualquier horificio que se le permitiera, además, debajo solo tenía una musculosa blanca, que no ayudaba demasiado.
Al menos seguía teniendo las botas de invierno que "le pedí prestadas" a Avery, aunque con todo lo que me había hecho pasar, ya era hora de un pequeño presente.
Cuando ya tenía la sensación de que no me seguían, me tiré en el suelo y comencé a sacarme el anorak. El sol me pegaba muy fuerte a los ojos y comencé a lagrimear. Sentía demasiado calor de repente. Sin embargo, al tener el anorak en las manos una parte de mí recordó que sentir calor en un frío glacial eran síntomas de hipotermia, así que me volví a poner el anorak. Mi cuerpo entero temblaba y mis dedos estaban al rojo vivo. Aún tenía sangre fresca en la frente cuando me la toqué, así que me puse un poco de nieve para cortarla.
En eso apareció un lobo blanco de entre los árboles, caminó hacia mí y me lamío la cara. Yo lo acaricié y le besé la frente.
Este lobo era más grande de lo normal. Me subí a su lomo y me quedé dormida, sintiendo como nuestros corazones latían a unisono. Una sola alma, la misma alma.