lo siento, no quería involucrarme

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Tiene que hacer un gran esfuerzo para mantener sus ojos abiertos, los párpados parecen pesar demasiado, como si hubiera una fuerza en cada una de sus pestañas invitándolo a un sueño dulce — incluso cuando pretende que su mirada esté alerta, lo sume una gran oscuridad, característica de la hora de la noche que es. Algunas estrellas iluminan irregularmente el manto profundo pero no son suficientes para otorgar ni un poco de energía a la figura tumbada en el mármol.

Se obliga a respirar profundo — y a mantener la calma, ya que la sangre brota tan fácilmente de la herida que logra causar desesperación en pocos segundos.

Inhala.

Y exhala.

E inhala.

Y exhala.

Pero duele mucho, sus pulmones parecen quemar y su costado derecho se siente especialmente afectado y, aunque no ha visto el cuchillo, puede decir casi con exactitud que se ha clavado de ese lado de su cuerpo — no recuerda  un momento de dolor en específico, simplemente mucho dolor de repente, muchas heridas abiertas al mismo tiempo y muchos gritos ahogados en su garganta.
Es entonces cuando se decide a esperar.

Y espera,

y espera,

y espera.

Si tan solo tuviera su celular, podría realizar una rápida llamada y pretender zafarse de la situación, mas no lo tiene consigo, está dentro de su casa y apenas puede moverse en dirección a la entrada, sus músculos se oponen a sus propias órdenes y teme que sus huesos se rompan si decide moverlos.

A pesar de todo, intenta arrastrarse hacia la puerta y cada mínimo centímetro duele como si mil puñales más se adentraran en su cuerpo.
La sangre sigue brotando a una velocidad alarmante y teme nunca ser descubierto. Quizá es el fin.

Sabía que tendría que haber desconfiado de aquel muchacho que lo seguía — ¡qué tonto fue al pensar que podría llegar a su hogar, que podría ser más rápido que él! — tendría que haber llamado a la policía o tendría que haberse refugiado en la casa de Hoseok.

Ahora solo puede esperar.

Y espera,

y espera,

y espera.

Espera la ayuda que nunca llega ¿Acaso aquel grito que salió de sus labios en el primer ataque recibido fue simple y pura obra de su imaginación? Pero ¿Cómo podría ser una simple ilusión si aún puede sentir su garganta arder, en desesperación y enojo, y las palabras todavía parecen resonar como un eco?

Ayuda.

Ayuda.

Por favor,

ayuda.

Lo susurra, una y otra vez, como un mantra, como un código — nadie parece escucharlo ¿Por qué nadie hace nada? ¿Por qué nadie se apiada de la pobre persona moribunda en la entrada de su propia casa?

Casi puede sentir el peso de las llaves en su bolsillo, y ve la puerta y estuvo tan, tan cerca de poder escapar. Tan cerca de encerrarse y tan cerca de salvarse.

Tiene muchos vecinos, la zona está llena de gente ¿Por qué nadie lo ayuda?

Y espera,

y espera,

y espera.

Y justo cuando está a punto de resignarse, justo cuando el peso en sus párpados parece demasiado, ve una luz que se enciende, la de la habitación del primer piso de la casa de enfrente.

Y un susurro distinto escapa de sus labios esta vez "Yoongi".

Yoongi, el muchacho que, cada vez que se encuentran en la calle, ignora sus saludos por la mañana pero que le da las buenas noches. Yoongi, el muchacho que le sonríe y que luego parece avergonzarse por hacerlo — Yoongi, con quien siempre tuvo una conexión especial.

Jungkook siente una oleada de alivio invadir su cuerpo, y, de repente, las heridas dejan de doler — presencia como la figura se acerca a la ventana hasta correr la cortina de un solo movimiento.

Y Yoongi lo ve — al menos, Jungkook cree eso. Y debe de verlo, porque se queda quieto unos segundos, y ninguno de los dos parece respirar. Estático, no suelta las cortinas y el suspiro que escapa de sus labios crea un extraño dibujo contra el vidrio de la ventana.

A pesar de la oscuridad de la noche, las luces del alumbrado público son suficientes para que la escena pueda ser percibida — quizá no en su totalidad, pero Jungkook necesita ayuda.

Fija su mirada en la de Yoongi y le grita con los ojos — su mirada parece más oscura de lo habitual y su semblante aún más serio.

La sangre sigue brotando, Jungkook lo nota, el hedor a podredumbre llega justo a sus fosas nasales y la sensación de la vitalidad abandonando su cuerpo lo lleva lentamente a la demencia.

Yoongi parpadea una vez, dos veces, tres veces y luego lo mira de nuevo. Jungkook puede leerlo (nunca fueron necesarias las palabras) — Lo siento. Eso dice. Pero, sentirlo ¿por qué?

Luego las cortinas vuelven a su lugar y el suspiro congelado de Yoongi sigue viéndose en el vidrio, las luces se apagan y la vecindad vuelve a estar quieta, aún más quieta.

Jungkook, inhala, exhala (pero le duele) y espera.

Y espera,

y espera,

y espera,

la ayuda que nunca llega.

bystander ; yoonkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora